Artículo publicado en Rojo y Negro nº 382 de octubre
Se acerca una fecha muy controvertida, el 12 de octubre. Para algunos y algunas un día que se ve y se acepta como una festividad nacional, para otros y otras un día que les resulta difícil conmemorar.
Por supuesto, para nosotras, se hace muy duro recordar un día en el cual empezó a reinar la oscuridad, las muertes, las violaciones, las pérdidas tanto de familiares como de cultura, costumbres e idiomas. Miremos por donde miremos fue un tiempo de guerras y desolaciones donde quedaron pueblos vacíos, personas sin identidad…
“Abya yala wawgeykuna”
(Hermanos americanos)
…Razas ancestrales,
culturas diferentes,
Pueblos fantasmas
Perdidos en el infinito
Siempre víctimas de vanas promesas…
No hablamos de un solo día en el que nuestras ancestras lucharon y sobrevivieron, hablamos de años de supervivencia, años de subsistir al yugo de una nación que se creía superior, identificados con sus egos, con la sed de oro, de materialismo, desconectados totalmente de su esencia, de su conexión con la Pachamama, cegados por la codicia. Es normal que actuaran de esa manera, tratando al prójimo como enemigo, sin ni siquiera considerar a las personas como a sus iguales, despreciando y asesinando… así es como calmaron sus vacíos existenciales.
En esta era, gran parte de los migrantes hemos adquirido la conciencia de saber que el 12 de octubre no es un día que haya que celebrar por varios motivos. No obstante, no quiero que este artículo se convierta en un manifiesto de odio o rencor que una parte u otra pueda utilizar para atacar u ofender. Si lo analizamos bien, de ahí es de donde viene el racismo, de atacar, de odiar, de despreciar, del miedo; el miedo a lo diferente, a lo desconocido.
Nuestros pueblos y comunidades siguen resistiendo al orden colonial y al racismo estructural y preservando sus territorios
Es una locura imaginar cómo pensaban aquellas personas que un día desembarcaron en un lugar que ya estaba habitado por individuos con dos piernas, dos brazos, nariz, ojos, dedos y un largo etcétera que físicamente los hacían idénticos y que, aun así, aquellos viajeros pensaron que no eran humanos o que eran inferiores por la simple diferencia de un color de piel. Creerse con el poder y la potestad de decir esto o aquello es mío, si con sus propios ojos ya estaban viendo que había vida: hijos, padres, madres, familias, ocio… —a lo mejor no como ellos y ellas conocían en el antiguo continente, pero aun así vida—. Pero claro, aquella manera de hacer las cosas en el Nuevo Continente no encajaba con cómo ellos y ellas lo hacían en el Viejo y prefirieron pensar que aquello no valía, prefirieron implantar un nuevo orden, el orden colonial, donde se construyó una sociedad bajo las clasificaciones de la jerarquía europea. Tanto la política como la economía, la cultura y las sociedades se basaron en la clasificación racial, sometiendo así a la población indígena a las órdenes de la población blanca.
Lamentablemente, no se puede decir que hoy en día esas vejaciones hayan cesado, no hace falta echar la vista tan atrás para comprobar que ese orden colonial que se impuso en 1492 sigue aún vigente. A pesar de ello, no debemos señalar a quien tiene la culpa por los errores que ya pasaron, pero sí resaltar que somos responsables de nuestras acciones en la actualidad. Por eso nosotros y nosotras, los migrantes y migrantas, seguimos reivindicando la no celebración de un día que festeja tales crueldades, porque seguimos viviendo en una sociedad colonial, una sociedad que clasifica a las personas por razas, por su origen y su color.
Un claro ejemplo es el de la guerra de Ucrania. Un reciente titular, ante el que creo que es difícil no posicionarse, decía: “El Gobierno regularizará a todos los ucranianos que vivían en España sin papeles antes de la invasión rusa”. Todos y todas sabemos que en el continente africano se siguen librando muchas guerras, muchos países siguen colonizados provocando que sus ciudadanos salgan de sus países de origen para poder vivir y, aun así, no se ha leído algún titular parecido para ciudadanos africanos. ¿Cuántos países árabes están en guerra y sus ciudadanos huyendo de su país? Por ejemplo, ¿cuántos sirios? que llevan 11 años en guerra y ¿se ha leído algún titular parecido para esa población no blanca? ¿Por qué? Porqué se siguen proporcionando privilegios solo a personas europeas, a las personas blancas.
Debemos actuar
¿Cuántas veces se ha rechazado la propuesta de regularización ya, dejando así a muchos migrantes desamparados del Estado, de sus derechos, que se supone que debe brindar una ley digna para todos sus ciudadanos? Cuando se habla de endurecer la ley de extranjería, aludiendo a que en España hay una tasa del 13% de parados, se echan balones fuera y se culpa a la migración de los datos del paro. No puede ser que haya una brecha en el sistema político y económico europeo y que se culpe a los peones del Estado por estos fallos; no asumen la responsabilidad quienes deberían tomarla, aquellos y aquellas que dictan las leyes, aquellas leyes que tú, yo, él, ella y ellos cumplimos día a día.
A los migrantes que tomamos conciencia de estos rechazos se nos hace difícil aceptar que seguimos manteniendo a los continentes, sobre todo del sur global, bajo un yugo colonial, un yugo de explotación para el propio beneficio de las nuevas metrópolis, pero que, para seguir “desarrollando” las grandes ciudades europeas, se nos sigue queriendo cerrar la puerta a esos migrantes y migrantas que venimos para intentar vivir mejor ya que, debido a esa usufructuación que se sigue llevando en otros continentes, no permiten que la vida fuera de Europa se desarrolle de manera autóctona.
De momento, sabemos que no se puede cambiar a las personas de golpe porque sus pensamientos, su manera de actuar y de pensar, etc. son inherentes a su educación y el entorno en el que hayan crecido. Somos un claro reflejo del lugar de donde venimos y, por lo tanto, deberíamos tomar consciencia de lo que está en nuestras manos —de nosotros mismos—, de fomentar ese amor por nuestras raíces, por nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestra comida, nuestros platos típicos, nuestra selva, nuestros volcanes, nuestra fauna. Deberíamos tomar el control de lo que sí podemos cambiar, ser un reflejo de lo que queremos llegar a ser y que en nosotros se vea reflejado el encanto de nuestra Pachamama, el amor con el que nos cuida y nos protege.
Jadira Aluisa
@hadiya9309
«Yo soy dueña de mi misma
Y por ello puedo construirme
Yo soy yo
Y estoy bien»
Fuente: Rojo y Negro