Artículo publicado en Rojo y Negro nº 399, abril 2025
Con motivo de la elaboración de un grafiti en la sede de la FAL de Madrid, entrevistamos al grafitero Roc Blackblock (Barcelona, 1975).
¿Cómo eliges temática de tus grafitis?
Interpreto que te refieres a por qué plasmo temas políticos, el antifascismo. Yo entiendo que, como dice Miquel Ramos, antifascismo significa valores de respeto a los derechos humanos y ahí entra todo… memoria histórica, lo que sea.
Que por qué lo hago, bueno, yo empecé a pintar cuando estaba militando, siempre ha sido algo que ha formado parte de mí. Participé de movimientos sociales desde que me hice insumiso, luego en los centros sociales okupados pasando por las luchas por la vivienda, la educación libre… Desde que he sido padre y he tenido que preocuparme de la educación de mis hijas me he dado cuenta de que la gente hacemos cosas creativas, de algún modo volcamos ahí nuestras inquietudes y las cosas que nos mueven por dentro y a mí las cuestiones de justicia y transformación social me mueven más que mi mundo interior o mis fantasmas personales. Entonces, cuando empecé a pintar murales, descubrí en esta herramienta una forma muy potente de participar en los movimientos sociales, incluso una forma de militar, encima, cuando empecé a pintar estaba viviendo en una fábrica okupada donde tenía kilómetros y kilómetros de muro y, vamos, eso fue como una combinación explosiva ¿no?
Al cabo de unos 15 años de estar pintando así decidí profesionalizarme autoimponiéndome en ese momento no vender mi trabajo, no tirar por la borda todos aquellos años anteriores de coherencia, de intentar buscar una coherencia y una línea de contenidos políticos y no echarlo por la borda para venderme al mejor postor aunque hice algún pinito e hice alguna pequeña intervención de marketing directo con la empresa del Mobile World Congress y alguna cosa más, de las que no me siento orgulloso; me sirvieron para saber cuál era mi camino y que para poner mi firma, mi nombre o incluso si los hiciera sin firmar prefería dedicarme a otras cosas.
Desde entonces me he esforzado mucho en mantener el rumbo de mi trabajo sin desviarme excesivamente y muchas veces lo que he hecho para conseguirlo ha sido tanto por cuestión de conciencia como por sentir que estoy haciendo algo también en todos esos colectivos, colaborando de forma gratuita en proyectos, entendiendo que es una forma de militancia y también una forma de promover que los proyectos que me salieran tuvieran ese enfoque.
Creo que soy el artista apropiado para algunos proyectos y el menos apropiado para otros y yo creo que todo nace de ahí. Si te dedicas a pintar mariposas te pedirán mariposas, si lo que pintas es, no sé, personajes de una serie de televisión eso es lo que te van a pedir y yo me he esforzado mucho y he hecho todo lo que ha estado a mi alcance para mantener el hilo conductor del antifascismo, de la transformación social y del pensamiento libertario, del pensamiento crítico. Esa es mi decisión porque es como me siento.
¿Te has afiliado a algún sindicato?
Yo no me he afiliado nunca a ningún sindicato ni a ningún partido político. Alguna vez he jugado con la idea y me siento afín y he colaborado con el espectro de la izquierda real, pero no, no me he afiliado.
También debo decir en ese sentido que mi crecimiento político ha sido en el movimiento autónomo, casas okupadas y centros sociales donde creo que lo que imperaba eran modelos alternativos de vivir con un discurso muchas veces más cercano a evitar el trabajo asalariado como tal y entendiendo un poco que las formas clásicas de movilización y de organización política como los sindicatos nos quedaban un poco ajenas. Ha sido a medida que me he ido haciendo grande, mayor, que las ideas políticas han ido cristalizando y definiéndose porque, al principio, era más una cuestión de impulso libertario que de una capacidad de argumentar un discurso político que suscribir. Ahora, sí que me siento más netamente libertario y me defino como autónomo anarquista y simpatizo más con los sindicatos anarcosindicalistas, pero hasta la fecha pues no, no estoy afiliado.
¿Tienes “discipul@s”?
No, en absoluto, nada. Además, hay un tema que yo creo que entenderá todo el lector de este periódico y es que ni me gusta ni quiero mandar ni obedecer. He llevado muy mal las pocas veces que he tenido equipos de trabajo a mi cargo, ha sido algo que he afrontado en circunstancias muy concretas porque el trabajo lo requería. Algunas veces he tenido gente, como es tu caso, que se me ha ofrecido a colaborar y he intentado compensar esa colaboración con que también fuera positivo para esa persona y enseñarle, explicarle un poco mi manera de trabajar, pero bueno, en la práctica, se ha convertido un poco en eso.
Por un lado lo considero un ejercicio casi de coherencia, pero al mismo tiempo también es una parte de incoherencia el trabajar solo y trabajar con nombre y firma propia y, en este sentido, por ejemplo, un proyecto que a mí me parece de referencia absoluta es la imprenta colectiva de Can Batlló en Barcelona que, aparte de que hacen un trabajo de artes gráficas absolutamente maravilloso y totalmente politizado, hacen todos los procesos creativos de trabajo y de producción de manera comunitaria y es algo que envidio en el mejor sentido de las palabras y lo aplaudo. Necesitaré otra vida para explorar estos otros ámbitos.
Entonces, haces tus obras por militancia…
Mira, por militancia soy capaz de irme una semana y estar colgado 10 horas al día de un muro a 6 pisos de altura, como fue el caso de Gijón, porque me parece que es un acto de militancia reivindicar y poner en valor y que perduren en el espacio público cosas como la revolución de Asturias. Por militancia nos juntamos cuatro y organizamos temas solidarios con Pablo Hassel, contra la censura. Por solidaridad hago carteles y material gráfico para el Congreso de la Vivienda en Cataluña e intento aportar con mis herramientas…
Ahora no estoy militando oficialmente en ningún colectivo, pero me siento afín a muchos, a todo un espectro de colectivos, movimientos libertarios y antagonistas e intento ir manteniendo un flujo de colaboraciones con todos ellos, con el ateneo libertario de mi barrio o con el caso de X. No sé, dentro de poco, por ejemplo, estaré trabajando con gente de Castellón para ir a pintar un gimnasio popular que va a alquilar gente de la Cosa Nostra… hace un año estuve pintando en Motril colaborando con la CGT que toca en el tema de La Desbandá.
Aquí se abre un poco el debate sobre cuando esa militancia significa muchas horas, mucho esfuerzo físico y me tengo que pasar 15 días trabajando hay que ponerle un precio, aunque siempre intento que si me veo obligado a poner un precio no dejar ningún proyecto fuera por falta de dinero, explorar vías de autogestión y, por ejemplo, cuando veo algún Verkami o algún proyecto que está intentando autogestionar un documental sobre el movimiento libertario, un colectivo que está sacando dinero para una causa antirrepresiva… intento aportar material y cederlo de forma gratuita para que puedan ponerlo como recompensas, el espectro es muy amplio pero lo que me resulta más funcional y creo que como mejor puedo aportar es con mi trabajo artístico creativo.
¿Qué opinas de la IA?
Mira, yo sobre el tema de la inteligencia artificial, igual que internet en general, creo que es una herramienta con un potencial ilimitado y que, si se hace un buen uso, puede llegar a ser algo que nos mejore y nos facilite la vida. Creo que hay ámbitos de la inteligencia artificial que cubren, agilizan y facilitan procesos o partes de procesos que son altamente complicados o casi improbables de hacer. Con un mal uso no ético de este potencial y de esta maquinaria o de esta tecnología, como con todo, se puede convertir rápidamente en algo que solo beneficie a los poderosos y que perjudique a las clases alternas y trabajadoras.
En lo referente al ámbito que tocamos nosotros y en la ilustración la imagen generativa me parece que es un ataque directo a los derechos de autor y que comportará una devaluación de la calidad en tanto que se retroalimenta. Es un poco como cuando me preguntaban sobre cómo veo la tendencia artística actual, creo que la inteligencia artificial incide en cosas que en primera instancia pueden ser muy atractivas y funcionales y esteticistas visualmente y pueden parecer resultados prácticos, pero que en un análisis un poco más profundo significan un estancamiento o un producto vacío porque nunca va a tener esa capacidad disruptiva, rompedora, innovadora de la creatividad de un individuo a parte de la cuestión de la sustitución profesional y laboral.
Es decir, creo, y esto lo hago extensivo a todo el progreso, que como especie humana hemos llegado a altas cuotas de significación y creo que la gran mayoría de ellas no se han utilizado para mejorar la calidad de vida, la equidad ni un futuro más igualitario para todos, sino para acrecentar esas diferencias. Entonces, bueno, pues eso, si realmente tuviéramos la capacidad de poner toda esta tecnología y todo este progreso para el bien de la humanidad pues sería estupendo. En definitiva, en sí misma no la encuentro ni bien ni mal, es más el uso que se haga de ella y evidentemente quienes tienen los medios para poner en marcha la inteligencia artificial son las grandes tecnológicas que vienen a posicionarse como las grandes potencias neoliberales destinadas a ser controladas por los poderosos que estarán teniendo las riendas del nuevo orden mundial. Entonces, en ese sentido, no puedo más que oponerme, oponerme a ella.
¿Qué opinas de los derechos de autor?
Creo que los derechos o el reconocimiento me parecen incuestionables. Es imprescindible que haya un reconocimiento de la autoría, pero, como en todas las preguntas anteriores, depende de qué uso y cuál sea la finalidad de poner por delante los derechos de autor porque podríamos discutir de una forma un poco más intensiva, es decir, evidentemente, si yo hago una obra y alguien va a enriquecerse con esa obra y va a lucrarse creo que tiene que haber una proporcionalidad y una justicia sobre el trabajo tanto intelectual como práctico que supone la creación de esa obra y, evidentemente, vivimos en un mundo donde las fuentes primarias, sea un campesino o sea el ilustrador quien está haciendo el trabajo, suelen ser el último peldaño de ese proceso de enriquecimiento, la mayoría de las veces absolutamente precarizado, y son las distribuidoras o los que se encargan de la logística y la comercialización los que se llevan gran parte de los beneficios que pueda generar ¿no? En este sentido, no comparto la gestión que se hace de los derechos de autor.
Por otro lado, estoy totalmente a favor del libre acceso a la información, a la comunicación y a la cultura. Creo que ese es uno de los potenciales de internet, por ejemplo, y entonces, de la misma manera que yo me nutro y me alimento y sostengo todo mi trabajo en base a tener acceso a esa información, me parece no solo legítimo sino justo y necesario también ponerla al alcance de todo el mundo y no al alcance solo de quien se lo pueda permitir o lo pueda pagar. Así entramos en un pequeño bucle del que tampoco tengo una solución concreta.
Justamente por eso me gusta al arte urbano y trabajar de muralista. Cuando me planteo los derechos de autor como artista, y no creyendo en las estructuras como los Estados o las administraciones, entiendo que, inserto en este modelo social, mi cliente más coherente sería la administración pública, que es quien tiene el deber y la obligación de gestionar el espacio público y además lo hace con los recursos de toda la comunidad, sería la fórmula perfecta para mí que con los recursos públicos, en el espacio público pudiera hacer una obra que quedase al alcance de todo el mundo de forma libre, de libre acceso, todo cuadraría.
Esto es lo que, puntualmente, por ejemplo, he hecho cuando he querido autogestionar algún proyecto, una colaboración con un colectivo o con alguna entidad, hacerlo de una forma o con unos precios más o menos reducidos y luego, por ejemplo, sacar láminas o reproducciones y ponerlas a la venta entendiendo que la obra sería un poco el espacio público, hecha a un precio asequible para la comunidad o hecho gratis en colaboración con algún colectivo y, luego, si tú la quieres tener en el comedor de tu casa, en ese espacio privativo para tu consumo propio, pagas por ella. Es la fórmula que he usado para autogestionar proyectos… está un poco pillado por los pelos, pero, bueno, como todo en esta vida, es un juego de intentar poner en la balanza siempre las contradicciones, los valores y tener claras también unas líneas rojas que no cruzar.
Por ahí irían un poco los tiros. Evidentemente, con lo que no estoy nada de acuerdo es con pintar un mural y que luego venga el Banco Santander o La Caixa y lo use en un spot publicitario y se convierta en algo de lo que se va a lucrar, pero tampoco puedo hacer nada para evitarlo y si pasa me lo tengo que comer. Pues cuando hablo de que trabajaría para la administración pública sé que, el trabajo que yo vaya a hacer, el ayuntamiento o el partido de turno lo que va a hacer es instrumentalizarlo y usarlo en beneficio propio y no en un servicio o respondiendo a una necesidad cultural y social de la comunidad, ¿no? Siempre digo que menos de 3 o 5 contradicciones es demagogia, siendo anarquista entonces hay que subirlo a 10 contradicciones porque esta sociedad va totalmente a la contra.
María Paredero Pérez
(Instagram: #mpainkoil)
Fuente: Rojo y Negro