Artículo publicado en Rojo y Negro nº 399, abril 2025
Recuperando la historia de un combate y tiempo silenciado
En los años setenta del siglo XX, España era el Estado con más conflictividad obrera y laboral de toda Europa. En las fábricas, construcción, metal, en todos los sectores laborales se protagonizaron muchas luchas que pusieron en una situación difícil a la Dictadura. El número de huelgas aumentó muchísimo en aquellos años, por ejemplo, en 1970 hubo 1.547 huelgas y en 1976 subió a 3.662. En Barcelona, en esos mismos años, los conflictos laborales pasaron de 250 a 400. Además, toda la sociedad aspiraba a conseguir las libertades perdidas y la justicia social secuestrada por los fascistas del franquismo.
Por tanto, personas combativas y militantes se organizaron para cambiar una sociedad que rechazaban. No querían el régimen franquista, evidentemente, pero tampoco el capitalismo que se iba imponiendo. De entre todos ellos, hubo un grupo formado por trabajadores y trabajadoras de entre 17 y 25 años con unas ideas muy claras sobre la lucha de clases, el poder y el capital. Estaban influenciados por diferentes movimientos europeos y sudamericanos (Mayo del 68 francés, guerrilla urbana de los Tupamaros de Uruguay, Autonomía italiana) y sabían que existían otras formas de vivir más libres e igualitarias. Ellos decidieron organizarse y cambiar el sistema.
Ahora, la editorial Descontrol ha publicado un libro donde se describen todas las acciones que hizo este grupo autónomo y las razones por las cuales lo hicieron. Se titula Segon homenatge a Catalunya. Un combat de l’autonomia obrera (Segundo homenaje a Cataluña. Un combate de la autonomía obrera) y, al igual que hizo George Orwell en su libro, la autora hace un homenaje a esos jóvenes revolucionarios de los años 70.
Este grupo no tenía nombre, quería ser anónimo. De hecho, rehusaban totalmente cualquier sigla. No creían en los dogmas ni en las jerarquías. Ellos se unían para hacer acciones concretas y luego volvían a sus vidas dentro de la masa trabajadora. Es cierto, sin embargo, que la policía, cuando los detectó, los llamó Organización de Lucha Armada (OLLA) y muchas personas se refieren a ellos con esta sigla.
Se creó en Barcelona en 1972 y estuvo activo hasta 1988. En ese tiempo, sus métodos evolucionaron al igual que lo hacía la sociedad. Inicialmente luchaban contra la opresión obrera pero después hicieron acciones para acabar con la represión de la mujer, a favor de la ecología y para encontrar nuevas formas de vida colectiva y de autogestión. Todos estos temas, en España, eran muy nuevos en esa época y lo hacían gracias a las colaboraciones con otros grupos, sobre todo de Europa.
Ellos querían actuar para cambiar las cosas y utilizaron la agitación armada. Es decir, usaron armas como instrumento de intimidación y de defensa, pero siempre tuvieron presente que no querían hacer terrorismo. Su lucha era drástica porque el momento político y social lo requería. Había otros grupos autónomos en Barcelona, no eran los únicos, pero su excepcionalidad está en la gran infraestructura que llegaron a tener y las ganas de radicalizarse.
El grupo autónomo tuvo varios puntos de inflexión a lo largo de los 16 años de existencia, pero hay dos que marcaron claramente su rumbo. El primero fue en septiembre de 1973 cuando detuvieron a miembros del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación). Ellos y el MIL tenían relación y habían hecho dos expropiaciones a bancos juntos. Entre los detenidos estaba Salvador Puig Antich, que estaba acusado de la muerte de un policía. Todo el mundo sabía que eso significaba que tendría una pena muy dura, por lo que el grupo se puso en marcha y crearon el Comité de Solidaridad con los presos del MIL. Querían dar a conocer al MIL a todo el mundo y, sobre todo, conseguir el indulto para Puig Antich. Durante los 6 meses que estuvo preso, hicieron muchas acciones coordinadas con otros comités europeos y también idearon planes de fuga, que no se llevaron a cabo.
El segundo punto de inflexión fue en abril de 1974 cuando la policía detuvo a tres miembros del grupo. A raíz de eso, algunos compañeros decidieron exiliarse a Perpiñán por seguridad. Esto no significó el fin, sino que continuaron luchando entre Barcelona y Francia. Algunos miembros se quedaron en Cataluña y allí siguieron las acciones armadas contra el Estado y el capitalismo. Además, en 1977 (después de la muerte de Franco y con las Jornadas Libertarias como telón de fondo) crearon un espacio cultural alternativo en una masía de un pueblo a 60 kilómetros de Barcelona. En esta masía pasaba mucha gente buscando refugio, inspiración creativa y una forma de vida alternativa. Personas del mundo de la cultura como Nazario, Ocaña, Pau Riba y la Fura dels Baus estuvieron allí, aunque probablemente ellos no sabían que, además de una casa contracultural, también era una casa donde se llevaba a cabo lucha revolucionaria.
Mientras tanto, los miembros del grupo que estaban en Francia, a finales de los 70, crearon una imprenta clandestina donde falsificaban documentación y también cheques de viaje que cambiaban en bancos para conseguir dinero sin tener que utilizar armas. Era otra forma de sabotear el capitalismo y, además, ayudaban a gente que quería vivir fuera del sistema establecido. Lo hacían a gran escala, con operaciones muy organizadas, con mucha gente y por toda Europa. En Francia también hicieron una campaña ecologista y contra la energía nuclear. La más importante fue la que realizaron junto con el Comité Malville en 1982 para evitar la construcción del reactor Superphenix.
En 1988, el grupo se planteó si debían continuar la lucha tal y como la estaban haciendo. Los métodos estaban cambiando: la vida política se diversificaba y también se imponía dentro de la sociedad. Surgieron muchas entidades de carácter social, ecologista, vecinal, feminista… que tenían mucha aceptación. Es en este contexto que decidieron que era el momento de autodisolverse.
Hasta ahora, la vida de este grupo solo se había escrito a través de informes policiales, expedientes judiciales y artículos de prensa. Una única visión que siempre los había criminalizado, marginado, encarcelado y silenciado. Con el libro Segon homenatge a Catalunya, se pueden conocer muchos más detalles, y lo que es más importante, explicados por los protagonistas. Las experiencias de lucha revolucionaria merecen ser contadas y difundidas para que no se olviden. Conocerlas nos ayuda a tener espíritu crítico y a saber interpretar el presente. Además, ya sabemos que, si un hecho no se explica, parece que no haya existido. No caigamos en este error. Con estas modestas aportaciones, desde Memoria Libertaria CGT, mantenemos este reciente recuerdo de las luchas libertarias contra aquel oscuro tiempo dictatorial y autoritario.
Astrid Solé Jordà
Joan Pinyana Mormeneo
Fuente: Rojo y Negro