Artículo publicado en Rojo y Negro nº 399, abril 2025

(Ley de Memoria Histórica = Manipulación de la Historia)

Cuando hice la mili, en el cuartel me destinaron a la Secretaría del Regimiento. Al llegar a la oficina, los compañeros me explicaron lo que se hacía, me dijeron que a mayores llevábamos los archivos del Regimiento Burgos n.º 36 (ya disuelto) y que si lo quería llevar yo ya que el que lo llevaba se había licenciado.

Pregunté de qué se trataba: llegaban cartas, visitas y llamadas de antiguos soldados que sirvieron en el regimiento y que habían luchado en la Guerra Civil (en el bando sublevado) y habían sido heridos; también familiares de soldados muertos. Se trataba de investigar el asunto y hacer un certificado en el que constasen las circunstancias pues les daban una pequeña pensión (que no debía de llegar ni para el pan).
Parece que “me vino a ver Bakunin”. Por supuesto que dije que sí y empezaron a llegar cartas y visitas. Todas, las unas y las otras, venían de Galicia. Con los datos que me daban y recordaban empezaba la investigación. Todos los muertos y heridos que yo comprobé lo habían sido en la Sierra del Espadán, en Castellón. Entre otros documentos para las comprobaciones estaban el libro de Muertos y Heridos por fechas, los diarios de Operaciones, los archivos de oficios de los Hospitales y los expedientes personales.
La segunda o tercera vez que me encontré con que no aparecía ningún rastro pregunté al “viejo soldado” que vino a verme si los datos que me había dado estaban bien. Contestó que sí. Le hice venir conmigo al archivo para que viese que no constaba nada, pero le dije que no se preocupase pues él se iba a llevar el Certificado solo por el viaje que se había hecho. Dándome las gracias montones de veces estuvimos hablando casi una hora y —para mi sorpresa— terminó contándome que los Falangistas y la Guardia Civil de su pueblo anduvieron buscando a un hermano suyo (afiliado a la CNT) que estaba huido y a un tío suyo (afiliado a la “Casa del Pueblo”) también huido y no dejaban en paz a la familia ni un sólo día. No vio otra salida que alistarse voluntario para que les dejaran en paz. También había casos en los que les reclutaron “por cojones” porque no decían nada sobre los que buscaban… por su comarca hubo unos cuantos además de él. Cuando se marchó “el viejo soldado” busqué los expedientes de los soldados a los que no les envié el certificado por carecer de datos; los redacté y al día siguiente les pasé a la firma del coronel y se los envié.
Cuando recibían el Certificado, tanto por carta como en persona, ya hubiera sido con datos o sin ellos, todos, absolutamente todos, preguntaban que “cuánto se debía”. Como les decía que eso no se cobraba, todo su empeño era que cogiera el dinero que querían darme diciendo “que por el tiempo gastado, que por el interés que había puesto, que para una comida con los compas del archivo o para tomar unas cervezas…”. Algunas veces recibía cartas con dinero dentro el cual por la tarde volvía camino a Galicia.
En un primer momento hice una relación maléfica de por qué no había datos de algunos soldados, pero la descarté ya que en los diarios de Operaciones algunos días hasta ponían el nombre de los heridos del bando republicano recogidos en el campo de batalla. A partir de entonces TODOS LOS VIEJOS SOLDADOS tuvieron su Certificado de Herido.
Lo que más me impresionó fue que muchos jóvenes que se jugaron la vida (y bastantes la perdieron) por amor a los suyos seguían llevando LA HUMILDAD en las formas y LA DIGNIDAD EN LA MIRADA. Todo esto también ocurrió en el bando republicano; que no piense nadie que en el lado de la República era todo muy legal y muy bonito y que vivían en el paraíso, hubo excesos, bastantes, y, además de con los fascistas, también se cebaron con los anarquistas y anarcosindicalistas.
Por eso, desde entonces, para mí, los Soldados de los dos bandos TODOS FUERON HÉROES.

Carlos Román
Ourense

 


Fuente: Rojo y Negro