Artículo publicado en Rojo y Negro nº 396, enero 2025
La historia del anarcosindicalismo está marcada por el desarrollo de un fuerte compromiso político y social. La militancia anarcosindicalista, durante más de un siglo, ha demostrado, una y otra vez, su vinculación con las necesidades y anhelos de la clase trabajadora, con el proyecto de construcción de una sociedad mejor y una humanidad más igualitaria, libre y fraternal.
Por eso voy a aprovechar este espacio para explicitar los cuatro grandes compromisos que comporta la militancia en nuestros espacios sindicales. Compromisos que han de expresarse en prácticas concretas y reales, y en un pensamiento a la altura de este turbulento siglo que vivimos.
En primer lugar, la militancia anarcosindicalista comporta un compromiso inquebrantable con la clase trabajadora. Las gentes que trabajan, con o sin empleo asalariado, son las que crean la riqueza que nos rodea, las que nos cuidan en nuestros momentos de vulnerabilidad y las que dan sentido al mundo para que podamos convivir en él.
El compromiso anarcosindicalista con la clase obrera no es parcial ni condicionado. Es un compromiso con el conjunto de la clase, no sólo con la gente de nuestra empresa o nuestro territorio. Implica tener siempre presente que la unión hace la fuerza y que todos los cantos de sirena que nos lanzan sobre que la clase trabajadora ya no existe no son más que rumores adormecedores que pretenden convertirnos en individuos aislados e impotentes. La solidaridad de clase es primordial para la supervivencia de la dignidad personal y colectiva de las gentes que trabajan. La conciencia de clase es el sustrato básico del compromiso con el sindicato y con el proyecto de transformación social que incorpora.
En segundo lugar, el anarcosindicalismo implica un fuerte compromiso con la humanidad en su conjunto. Con el bienestar y los derechos sociales y políticos de los pueblos y las individualidades. Esto convierte en necesaria la solidaridad con migrantes y poblaciones del Sur Global, así como la lucha por la igualdad de género o la libre expresión de la identidad individual, en lo que no entre en conflicto con los derechos básicos del resto de la humanidad. El anarcosindicalismo se define como un movimiento humanista y libertario, que entiende que el trabajo no es la única dimensión vital de los seres humanos.
El anarcosindicalismo busca la expansión de la autogestión productiva, la democracia directa y el protagonismo de los pueblos más allá de las fronteras nacionales. Incorpora, también en este aspecto, la solidaridad humana como clave de bóveda de una visión global de la sociedad poscapitalista, que, como producto de nuestras luchas, construirá una civilización enteramente nueva, basada en el goce, la alegría, el desarrollo de las potencialidades de todos y todas, y la justicia social,
En tercer lugar, la militancia anarcosindicalista ha asumido un compromiso coherente con la defensa de la naturaleza y la vida en nuestro planeta. Proponemos una sociedad que supere la acumulación de plusvalor del capitalismo, que implica un ciclo de crecimiento infinito de la producción de mercancías innecesarias que destruye el ecosistema, y la sustituya por una economía de lo cercano, lo sostenible y lo gozoso. Nos comprometemos con la creación de otro tipo de riqueza, otra forma de abundancia. En lugar de multiplicar los cachivaches que pueblan los escaparates de los centros comerciales de nuestras metrópolis, expandiremos la cultura, los afectos y los cuidados. Nuestros sindicatos están buscando ya las formas adecuadas para reivindicar el respeto a la naturaleza desde nuestra acción cotidiana en las calles y en las empresas.
En cuarto lugar, el anarcosindicalismo se compromete con una cultura de avanzada. Con la expansión de la formación y la creatividad entre las gentes trabajadoras. Con la creación de espacios de todo tipo para libre expresión de los anhelos, sueños y necesidades de las clases populares. Una cultura popular es una cultura desde abajo, desde lo mejor y lo más profundo de la creatividad de la clase trabajadora. El anarcosindicalismo da la batalla de las ideas dándoles voz y protagonismo a quienes quieren desbordar la decadente cultura capitalista, y a quienes quieren expresar de manera fidedigna la energía creativa de la juventud y el pensamiento crítico de la militancia social.
Nuestras revistas, nuestras redes sociales, nuestros locales, deben ser el jardín opulento donde crezcan todas las formas vivas de la crítica social y del arte comprometido. El pensamiento, la creación artística, la producción cultural, la formación de la militancia son necesidades perentorias para el sindicato en un mundo que parece encaminarse a una etapa de caos y oscuridad. Debemos mostrar a la población el sentido vital de la esperanza y la lucha por la justicia. Debemos ser la luz que continúa iluminando el mejor camino para la humanidad cuando se multiplican las sombras.
Nuestro compromiso es con la vida, con la clase trabajadora, con el bienestar y la justicia, con la humanidad oprimida, con la riqueza cultural y afectiva.
A nuestro alrededor, mucha gente magnífica es incapaz de encontrar un sentido a su vida cotidiana y a sus mejores virtudes. Las mejores energías de nuestra clase no pueden manifestarse, ahogadas en un marasmo de pesimismo y frustración. Pretenden empujar a la clase trabajadora a la resignación fatalista y al odio a sí misma. El fascismo es, precisamente, eso: el impotente desprecio de la clase trabajadora por sus mejores días, por sus más profundas virtudes, por sus momentos de lucha y conciencia.
Nuestro compromiso es con una humanidad orgullosa de sus mejores sueños y sus mejores luchas. Nuestro compromiso es con el triunfo de la vida.
José Luis Carretero Miramar
Fuente: Rojo y Negro