Artículo publicado en Rojo y Negro nº 394, noviembre 2024
Los lobbies agroganaderos han aprovechado las movilizaciones de agricultores de principios de año para imponer su agenda desreguladora. Afortunadamente hay personas y organizaciones que plantan resistencia desde el campo. Se reunieron a mediados de octubre en Galicia.
Los primeros meses de este año asistimos a una oleada de protestas de agricultores de toda Europa que bloquearon carreteras y fronteras mientras se manifestaban ante edificios gubernamentales. Las imágenes de estas protestas, sobre todo las de agricultores enfurecidos en Bruselas, enviaron un poderoso mensaje que caló en las agendas de muchos políticos justo antes de las elecciones europeas.
Los lobbies agroganaderos, junto a políticos conservadores y de extrema derecha, aprovecharon la oportunidad para utilizar como chivo expiatorio la normativa medioambiental de la UE. En los meses siguientes consiguieron que se desecharan los planes para reducir el uso de plaguicidas, mejorar el bienestar animal, elevar las normas de protección de la naturaleza en la Política Agrícola Común (PAC) y casi lograron congelar los planes comunitarios para restaurar la naturaleza.
Existen datos contrastados que evidencian cómo en los últimos años el número de personas dedicadas a la agricultura y ganadería familiares en Europa desciende. De forma paralela, aumenta la superficie de las explotaciones de gran tamaño. Los datos recogidos por Eurostat muestran la realidad de un modelo imperante en España: el predominio de una agricultura sin agricultores, controlada por grandes terratenientes, por políticas y tratados de libre comercio diseñados a medida de la agroindustria.
En este contexto de industrialización agraria, los discursos politicosociales de la extrema derecha se están apropiando, además, de los problemas del campo. Afortunadamente hay personas y organizaciones que se organizan para defender una agricultura familiar y social, basada en la agroecología, que garantice la cohesión social y la vida a las zonas rurales.
200 personas de 50 colectivos de todo el Estado se reunieron en Allariz (Ourense) entre el 18 y el 20 de octubre en el segundo encuentro anual de ‘Nos Plantamos’. A lo largo del encuentro se llevaron a cabo diferentes dinámicas y formaciones con el fin de establecer estrategias para denunciar los impactos sociales y ambientales del modelo agrario y ganadero y poner sobre la mesa los próximos pasos para avanzar en colectivo hacia una transición agroecológica en el marco de la soberanía alimentaria como alternativa a la agroindustrialización de la producción de alimentos.
Se realizaron talleres en materia de comunicación y estrategias de movilización en los que las personas participantes se articularon en grupos de trabajo sobre temas específicos como las luchas territoriales en la defensa de una alimentación sana y saludable para las personas y el medioambiente o las amenazas sistémicas que dificultan el avance de los modelos de producción agroecológicos.
‘Nos Plantamos’ no deja de insistir en que el problema de los productores no son las leyes ambientales ni las restricciones al uso de fitosanitarios ni que las instituciones digan que hay que comer menos carne. Tampoco lo es el ecologismo ni el animalismo ni el antipatriotismo ni la Agenda 2030. El problema del campo viene de la especulación agroindustrial, del negacionismo climático y de quienes dominan a su antojo lo que se produce, distribuye, vende y consume llámense Mercadona, Danone, Lactalis, El Pozo, BASF, Bayer y tantos otros nombres.
Por su parte, Greenpeace nos recuerda que abordar los retos económicos a los que se enfrenta la agricultura a pequeña escala requiere un cambio profundo en la estructura del sector agrícola y alimentario que permita un cambio hacia prácticas y dietas más sostenibles junto con un mayor apoyo financiero a los pequeños agricultores con mentalidad ecológica. Los beneficios de toda la cadena alimentaria pueden redistribuirse para garantizar que los agricultores reciban una compensación justa por lo que producen. Los agricultores también deberían poder obtener mejores ingresos produciendo menos productos de alta calidad a través de cadenas de suministro más cortas, en lugar de limitarse a aumentar la producción cada vez más barata.
Andrés R. Amayuelas
Fuente: Rojo y Negro