Artículo publicado en Rojo y Negro nº 394, noviembre 2024
Admiro a mi hijo. Lo admiro porque su fortaleza nos inspira a los demás. También porque no se deja intimidar ante un proceso judicial en el que ha sido encarcelado simplemente por manifestarse.
Mi hijo está en la cárcel por su visión política y eso lo convierte en un preso político. Es el único hecho demostrado. La única prueba en su contra es que decidió manifestarse contra una banda conocida como VOX que es la escisión de unos que no prosperaban en el PP y decidieron ocupar el nicho del trumpismo en este país. Esta banda mezcla en su discurso mensajes de odio racial contra los inmigrantes, ataques a las personas trans y posiciones retrógradas respecto a la mujer mientras desprecian a las víctimas del terrorismo del Estado franquista. Estos mensajes no solo son violentos en su contenido, sino que fomentan ataques en la calle contra las personas de colectivos vulnerables, lo que debería ser perseguido bajo el delito de «incitación al odio» tal como lo recoge el Código Penal, pero salen impunes.
Por lo expuesto, considero a los de esta banda unos presuntos delincuentes, al igual que presuntos seres humanos. Cuando un rapero menciona al rey o alguien porta un símbolo feminista como el Coño Insumiso la policía y la judicatura actúan de inmediato. En cambio, los mensajes intencionados que buscan la ruptura social con bulos y promueven el odio no tienen consecuencias. La ultraderecha parece intocable y esto es preocupante. ¿Qué intereses tiene un gobierno progresista en mantener esta situación? ¿Es el miedo a la amenaza de los «ultras»? Pero, ¿de qué sirve gobernar si no se es capaz de derogar leyes como la Ley Mordaza o reformar el Código Penal que criminalizan a quienes salen a manifestarse contra la extrema derecha?
Mi hijo salió a manifestarse un 17 de enero de 2019
La policía, bajo las órdenes de la delegada del Gobierno del PSOE, disolvió la protesta a golpes y empujó a los jóvenes hacia la Ciudad Universitaria. Se produjeron incidentes, pero no hubo detenciones en el lugar de los hechos. Horas más tarde, seis jóvenes fueron detenidos, incluyendo a mi hijo. Los antidisturbios alegaron que los habían reconocido, a pesar de las evidentes dificultades para ver a través de los visores de sus cascos y del tiempo transcurrido. No fue necesario investigar ni recopilar pruebas: bastó con su «memoria fotográfica», digna de unos superpolicías, para joderles la vida a los seis chavales. Durante el juicio, confundieron a mi hijo con otro manifestante que tenía una cresta —mi hijo, Javitxu, siempre ha tenido el pelo largo— y también se equivocaron con el color de la ropa que llevaba ese día. A pesar de las contradicciones en los testimonios, el juez Carlos Lasala decidió basar la sentencia en la palabra de los agentes sin que se presentaran pruebas materiales concluyentes o ignorándolas, como hizo con un vídeo de las cámaras de seguridad del recinto universitario que mostraba claramente a los responsables de los disturbios y que ninguno de los cuales era mi hijo, ni tampoco ninguno de los otros cinco acusados. El juez consideró que las imágenes eran «borrosas» y no las peritó. La presunción de inocencia que, básicamente, es un principio fundamental en los sistemas legales de muchos países y se basa en el derecho a un juicio justo asegurando que la carga de la prueba recae en la acusación y no en el acusado, en este caso parecía ser al revés y eran los acusados los que debían defender su inocencia.
En resumen, tenemos un proceso que termina con una condena de privación de libertad de seis años donde unos policías no hacen todo lo posible por detener a los que han provocado los disturbios y un juez no pide un peritaje ante la única prueba material. No diré algo que me pueda meter preso, por muchas ganas que tenga de estar con mi hijo, pero, cuando menos, esta actuación suena a perezosa porque si habláramos de mala praxis señalaría una intención condenable… y aquí dejamos de leer.
Las familias pagamos un peritaje del vídeo en el primer recurso ante el TSJA y quedó demostrado, en opinión de los expertos, que los acusados no estaban en los disturbios. Pensamos que eso bastaría para que les absolvieran. Sin embargo, el tribunal decidió no tomar la prueba en cuenta argumentando que podían haber estado fuera del ángulo de la cámara. Un argumento que propondría como posibles responsables a los casi ocho mil millones de habitantes de la Tierra que no estábamos en ese momento dentro de la grabación. El alto tribunal sumó un año por el uso agravado de objetos peligrosos a los seis y dejó la condena en siete años. El «regalo» de un año adicional parecía el mismo mensaje que recibió Woltz en esa escena de El Padrino cuando se despierta con una cabeza de caballo en su cama. Agotamos todos los recursos, incluido el Tribunal Supremo, que redujo la condena a cuatro años y nueve meses al considerar que algunos cargos debían agruparse, una pena que cumple actualmente. Tres sentencias diferentes, en tres instancias judiciales, todas sin pruebas reales en su contra, pero con una a su favor que no quiso tomar en cuenta:
HAMLET
¿Qué te parece, Horacio? ¿Está el aire cargado de temor?
HORACIO
No, amigo, no hay nada en el aire que no sea nuestro miedo.
MARCELO
Lo siento, amigos. Algo huele mal en Dinamarca.
Decía al principio que admiro a mi hijo, y, además, estoy profundamente orgulloso de él. Y también de todos los que se manifiestan para defender a los más vulnerables poniendo su cuerpo y su voz al servicio de la justicia social. Sin embargo, necesitamos organizarnos para ejercer este derecho libremente sin poner en riesgo nuestra integridad. Y señalando al gobierno que lo consiente y alimenta, sea el más o el menos progresista de la historia. Javitxu lleva más de cinco meses en prisión. Sigue fuerte, mantiene su mente ocupada y ha retomado sus estudios de Filosofía. Cuando el vicepresidente de Aragón, Alejandro Nolasco, de la banda de VOX, convocó una rueda de prensa solo para celebrar la entrada en prisión de los jóvenes comprendí lo que estaba ocurriendo. Pero también vi la complicidad del PSOE en permitir que esto sucediera. Por eso, aunque pedimos —no, exigimos— el indulto, sabemos que los poderes que realmente controlan este país no emanan del pueblo y no tenemos acceso a ellos. Esta condena responde a un disciplinamiento de la protesta y pretende ser ejemplarizante. El PSOE actúa como una medicina alternativa que cura lo que no está enfermo, la socialdemocracia es la homeopatía del pueblo.
Nos bombardean desde todos los medios para que odiemos al migrante, al okupa, al que roba en el supermercado para alimentar a su familia, al que duerme en la calle. Nos intentan convencer de que son los responsables de nuestras desgracias. ¡Basta ya! No todas las opiniones son respetables. ¿O vamos a permitir que se respete la opinión de un pedófilo porque «tiene derecho a expresarse»? Contra este tipo de perversión de la justicia social luchaba mi hijo cuando salió a manifestarse. Pero las conexiones de la extrema derecha lo han llevado a prisión.
Las familias seguimos fuertes
Tenemos altibajos, como es normal, pero con la cabeza alta porque ningún fantasma envuelto en banderas nos va a enseñar lo que es la dignidad ni lo que significa ser un buen padre. Mi hijo, dentro de la cárcel, y muchos de los presos que comparten esos muros en Zuera, encarcelados por delitos vinculados a su condición social, tienen más decencia y dignidad que todos esos señoritos de apellidos compuestos que militan en VOX. ¡Que no se os olvide de dónde venimos! ¡Abajo los muros de las prisiones!
Ahora esperamos que el Gobierno actúe. Y haremos todo lo posible para que lo haga. Apelamos para ello al votante socialista. El pueblo votó por opciones de izquierda, pero vemos cómo nos tiran migajas con grandes titulares, y mi hijo sigue en la cárcel. Si esto es lo mejor que puede ofrecer el gobierno de coalición entre PSOE y SUMAR, entonces, ¿qué podemos esperar cuando regrese la derecha? ¿Les pediremos a ellos, después de seis años de gobiernos de izquierdas, que intervengan los alquileres, que den papeles a todos, que ofrezcan asilo a nuestros hermanos saharauis, que no comercien con Israel, que deroguen la Ley Mordaza y reformen el Código Penal? Sería como reírse de tus votantes. La izquierda mira demasiado a su derecha, algo que no ha hecho históricamente nunca la derecha, me refiero a lo de mirar a la izquierda, porque más a su derecha siempre se puede mirar.
La Plataforma para la Libertad de los 6 de Zaragoza está compuesta por militantes de Anticapitalistas, donde militamos mi hijo y yo. Nos han dado una lección a todas de lo que se puede conseguir con la organización horizontal y el pensamiento colectivo. Todo lo que hemos logrado en esta campaña ha sido gracias a la Plataforma, a la Coordinadora Antifascista de Zaragoza y a las personas que se han ido sumando por el convencimiento de que estos chavales son inocentes y la defensa de sus valores. No aspiramos a convencer, trabajamos para vencer. Para garantizar que dejen de vulnerarse derechos y que se eliminen las partes más lesivas del Código Penal que permiten, por ejemplo, criminalizar la participación en una manifestación o un desahucio. Y tenemos que ganar por los seis de Zaragoza y por las que vendrán.
A la manifestación en Zaragoza del pasado día 26 de octubre vinieron gentes de toda España. ¡Ojalá hubieras estado también tú! Si no quieren que nos manifestemos, nos tendremos que manifestar más ¿no te parece?
Que no se os olvide de dónde viene nuestra fuerza: NUESTRO AMOR, CONTRA SU ODIO.
Javitxu también dijo algo con lo que quiero cerrar y que me parece importante: «Me niego a que me quiten la sonrisa; no tienen ese poder sobre mí».
Salud y lucha, siempre.
Francho Aijón
padre de Javitxu
Fuente: Rojo y Negro