Artículo publicado en Rojo y Negro nº 394, noviembre 2024

El mercado es un mecanismo de distribución, y punto… en una sociedad con una intensa división del trabajo se necesita el mercado, porque yo, profesor, no puedo vender lecciones al carnicero a cambio de solomillo… Hace falta un mecanismo de distribución, pero con eso no se asegura automáticamente un mecanismo que oriente hacia lo más justo, hacia lo más equitativo, hacia lo más eficaz a largo plazo.

En el mercado domina el más fuerte y se acabó. ¿Quién gana en el mercado? El que acapara, el monopolista. En el mercado no hay libertad… vaya usted al mercado sin dinero y podrá comprobar qué libertad tiene usted: no tiene ninguna
(José Luis Sampedro – Economista).

El Diccionario de la Academia de la Lengua, acerca del término competitividad, refiere de ésta que es la “capacidad de competir”, es decir, la rivalidad para la consecución de un fin. Y competir, no es sino una contienda, una pelea, un batallar entre sí, aspirando unas y otras a una misma cosa.
El capitalismo utiliza la contienda, la competencia, para la consecución de fines, los cuales se resumen en un fin finalista: las ganancias y la rentabilidad, con independencia de las consecuencias que esto suponga1.
Darwin vino a poner en cuestión ese universalismo “buenista” que pretendía regir el concepto o la concepción de la humanidad. Reveló que la naturaleza no se rige por ninguna teleología2, ni se ajusta a las leyes de la razón: evoluciona según una única ley, la de la prevalencia de individuos y especies capaces de adaptarse al medio, y la de la eliminación de individuos y especies en competencia.
Según el darwinismo social, el mercado es el lugar de la selección natural: quien es más fuerte, quien se adapta mejor y más deprisa a las condiciones del medio en donde se compite de manera despiadada, prevalece por un tiempo, hasta que la “evolución”, genere alguien más fuerte, destruya o elimine a quienes son más débiles y pase a prevalecer por un tiempo… ¿hasta?
La pregunta no es baladí: ¿cuánto tiempo le queda a la humanidad (como especie), de continuar con esa “ley de la selección natural” que el capitalismo viene haciendo suya desde sus orígenes?
Y la otra pregunta para buscar alguna respuesta a la anterior es ¿Qué papel juega el ser humano, las personas?
Los individuos, de manera compleja, nos encontramos subsumidos en la lógica de una organización social regulada por el capital3, dentro de una estructura clasista (nuestra posición en la división social del trabajo) y en las ideas dominantes con sus efectos de subjetividad, y necesaria y estratégicamente articulada nuestra subsunción con el sistema de propiedad privada, la estructuración en el Estado, el desarrollo de las fuerzas productivas, la generalización del intercambio (globalización) y la consolidación de la gran “fábrica mundial de producción e intercambio de mercancías”.
El trabajo en estas sociedades de hoy, cada vez se encuentra más subsumido en el capital, lo cual es condición imprescindible para favorecer y posibilitar el desarrollo y control de los nuevos modos de producir ese valor de más (plusvalor), revolucionando las condiciones técnicas, sociales, del proceso de trabajo y, por tanto, el modo de producción mismo, la productividad del trabajo y las relaciones entre el capitalista y la persona trabajadora.
La clave en este momento se encuentra en el desarrollo complementario de la máquina y de la fábrica, confiriendo al capital una capacidad cada vez mayor de control tanto sobre el proceso como, sobre todo, de quienes lo ejecutan.
No solo son fundamentos técnicos organizativos —los que sustentan el cada vez mayor control del capital sobre el proceso y sobre quienes lo ejecutan— sino que además se incorporan un conjunto de normas, como la norma del consumo por medio de la regulación de las condiciones de reproducción (formas de vida que determinan unas determinadas categorías de necesidades), así como normas que interiorizan en la propia estructura “fabril” las condiciones sociales, políticas y psicológicas de las propias transformaciones de la fuerza de trabajo.
Preguntarse, preguntarnos, cómo operan hoy esas interiorizaciones, es un recorrido necesario para buscar algunas claves de cómo vencer la derrota o, expresado de otra manera, cómo salir de esa subsunción real del trabajo en el capital.
Porque, de lo contrario, seguiremos utilizando el cálculo racional de optimizar “beneficios”, cuando las personas asalariadas utilizamos la misma lógica de la competitividad, entramos en contienda contra las otras personas tan dependientes, tan vulnerables y tan precarizadas como nosotros.
Por ejemplo, como inversoras de fondos de inversión, pensiones, seguros, rentas variables, etc.4, o como votantes de opciones políticas neoliberales y/o ecofascistas (PP, Vox, PSOE), lo cual aparentemente les proporciona un mejor proyecto “social”.
Otro ejemplo, el sindicalismo del primer mundo (a)occidentalizado no se hace la pregunta ni mucho menos se cuestiona que el Estado de Bienestar, del cual Europa gozó con mucha amplitud durante unas décadas y que aún quedan elementos de ese Estado asistencial, se basó en la expoliación y esquilmación del denominado tercer mundo y en el trabajo de las mujeres.
Hoy, nuestro diferencial de bienestar sigue basándose en el intercambio desigual y la misma esquilmación, explotación y muerte. El problema de este sindicalismo institucional es considerar el bienestar social como tener empleo (se sigue pensando que fundamentalmente para los hombres) con un buen salario que permita un alto consumo.
Por eso, la izquierda en general no sustenta una retórica diferente a la de los partidos liberales y por eso la desmovilización y consentimiento es tan abrumadoramente existente. Las tres cuartas partes del mundo, de la población, son “excluidas” políticamente de estas retóricas y en consecuencia las vuelven a condenar a la muerte política, cultural, civil y social.
La riqueza es una relación social y en consecuencia tiene que ser una garantía de lo esencial para todos y todas. La riqueza consiste en una vida común estable y segura para todos y todas. Exige tener en cuenta a los otros seres humanos y a la naturaleza en nuestros propios deseos. Es decir, todo lo contrario a la contienda y a la competitividad.
La riqueza material no depende de tener mucho, porque eso es el sistema acumulativo del capitalismo que nos ha llevado a la actual situación, sino desear como seres humanos lo esencial y suficiente para la vida, para todos y todas.
Un sindicalismo alternativo y transformador tiene que plantearse estos problemas y actuar consecuentemente en sus prácticas.

NOTAS
1 Parece, con los datos físicos, materiales y subjetivos que hoy en día “tenemos en la mano”, que la especie humana podría llegar a extinguirse, debido a las consecuencias “no deseadas” de la acción del capitalismo.
2 Teleología: doctrina filosófica o científica que trata de explicar el universo en función de sus propósitos o fines.
3 Nuestras vidas son organizadas desde nuestro origen (en qué clase, barrio, ciudad nacemos), hasta nuestro desarrollo como seres humanos (colegios, guarderías, institutos, universidad) y nuestras inserciones en el trabajo (empleos), vivienda, ocio, pensamiento, afectos, etc.
4 En EE.UU. cerca del 50% de las rentas de los trabajadores americanos no provienen del salario, el cual ha disminuido en ganancias totales anuales con respecto a los años 80 y encima se trabaja un tercio más, sino que provienen de las inversiones en renta variable (bolsa) o inversiones a largo plazo (fondos de pensiones).

Desiderio Martín Corral
Gabinete de Estudios Confederal de la CGT


Fuente: Rojo y Negro