Artículo publicado en Rojo y Negro nº 387 de marzo

Según la RAE, se dice despropósito al “dicho o hecho fuera de razón, de sentido o de conveniencia” y, me parece que, dentro de todo el abanico de posibilidades existente en la lengua castellana, no se me ocurre otra palabra que esa (sin meterme en un problema legal) para definir las últimas declaraciones del secretario general de UGT, Pepe Álvarez.

Y es que este personaje, hace unos días y en nombre de la organización que representa, hacía pública la intención de pedir al Gobierno y, en particular, al Ministerio de Seguridad Social que ahora dirige Elma Saiz que los trabajadores que hayan hecho horas extra a lo largo de su vida laboral tengan derecho a jubilarse antes en la misma proporción que las horas realizadas.
Es decir, que una organización sindical, cuya finalidad ha de ser la defensa de los derechos de la clase trabajadora, su empoderamiento y la lucha por el reparto de la riqueza se le ocurre, y lo dice públicamente sin ningún tipo de pudor, que la manera que llevar a cabo todo esto es proponer al Ejecutivo que las horas extras computen para que una persona trabajadora se pueda jubilar antes.
Vamos a poner en contexto la importancia del asunto y las graves consecuencias que puede llegar a tener. Durante el año 2023 se realizaron una media de seis millones de horas extras semanales, tanto remuneradas como no remuneradas, que pensándolo en términos de creación de empleo, para cubrir todas las horas extras realizadas, supondría la friolera de unas 150.000 contrataciones aproximadamente. Podemos, pues, afirmar que la realización de horas extraordinarias impide la creación de 150.000 empleos dentro del contexto del Estado español que superó la cifra 2,9 millones de parados este mes de febrero pasado.
Teniendo en cuenta estos datos, las declaraciones del secretario general de UGT suponen, cuanto menos, un despropósito. No se nos ocurre otra palabra para definir que uno de los sindicatos mayoritarios del Estado español, del que depende la inmensa mayoría de las negociaciones en materia laboral, proponga que, en vez de limitar, controlar o incluso eliminar la realización de horas extraordinarias en algunos sectores fomente la realización de las mismas para que las personas trabajadoras se jubilen antes. El despropósito es aún mayor cuando quien lo propone es uno de los culpables del aumento de la edad de jubilación hasta los 67 años, es decir, que primero pacta para que te jubiles más tarde y, acto seguido, propone que te puedas jubilar antes trabajando más horas al día. La propuesta en sí merece un premio, lo que no sé es si ese premio habría que dárselo en forma de medalla o en forma de Magefesa.
Pero más allá de expresar nuestra indignación ante esto, lo que debemos de poner encima de la mesa en primera instancia son las alternativas existentes. La CGT y el sindicalismo combativo tienen bien claro que ya solo el contexto laboral, económico y social nos debería llevar a una reducción de la jornada mucho mayor que la pretendida por el Gobierno y que esta reducción de la jornada ha de ser sin una merma económica en nuestros salarios. Solo pensar en que llevamos con una jornada laboral de ocho horas más de cien años y una jornada semanal de cuarenta horas más de cuarenta, el simple contexto histórico debería conducirnos a pensar que esa reducción de jornada se tiene que llevar a cabo de forma inmediata. Una reducción de jornada que sirva, principalmente, para recuperar nuestra vida, arrebatada en los últimos años por una productividad que solo ha servido para seguir generando beneficios millonarios a unos pocos, pero también una reducción de jornada para que seamos nosotras, las personas trabajadoras, las que podamos gestionar nuestro tiempo y emplearlo para conciliar mejor nuestra vida personal y familiar con la laboral o simplemente en utilizar nuestro tiempo en lo que nos plazca.
Estos cambios en el sistema laboral no se van a producir solos ni van a venir de la mano de quien propone que “quienes hagan horas extras se jubilen antes”, este cambio en nuestras condiciones laborales ha de venir de las bases, de las fábricas y talleres, de los centros de trabajo grandes y pequeños, del comercio, de la hostelería… en definitiva, de todo el entorno laboral. Este cambio ha de venir de la organización de la clase trabajadora, algo que, seamos realistas, a día de hoy está lejos de conseguirse.
Sí, hay que decir cómo son las cosas y hay que analizar cómo están las cosas. Hoy en día, la clase trabajadora del Estado español está muy lejos de llevar a cabo esa autoorganización necesaria para recuperar tanto los derechos perdidos como para conquistar nuevos derechos necesarios para la mejora de nuestras vidas. Estamos muy alejados porque nos hemos dejado comer la tostada por quienes se dedican a fomentar los mensajes catastrofistas previos a los pactos que alcanzan y que, poco a poco, van dinamitando nuestros derechos: han sabido hacer calar en gran parte de la sociedad ese mensaje haciendo que una parte de los trabajadores y trabajadoras den por bueno aquello de “es un mal menor”.
Frente a esto, la CGT tiene mucho que decir, pero sobre todo mucho que hacer. Tenemos dos opciones, seguir alimentando el ego de aquellos que pretenden dinamitar por completo la Organización para de nuevo controlarla y manipularla a su antojo enzarzándonos en disputas internas o, como organización de clase y combativa que somos, tomar las riendas y encabezar la lucha no solo por la recuperación de los derechos de la clase trabajadora, sino aquella que encabece un cambio en el Sistema y consiga el empoderamiento de esa clase trabajadora que en los últimos años se ha echado a dormir.

Miguel Fadrique Sanz
Secretario General de CGT


Fuente: Rojo y Negro