Artículo publicado en Rojo y Negro nº 384 de diciembre

Encuentro de Baladre en Salamanca, sábado 4 de noviembre de 2023

Comenzamos la sesión “Juntes para estar. Generando espacios comunitarios” con una dinámica de creación colectiva que, a través del juego y el movimiento, nos ayude a visibilizar nuestra propia capacidad de escucha y observación, nuestra tendencia de ser primeras o últimas a la hora de aportar, de ser líderes, de tratar de dirigir o, por el contrario, la facilidad para dejarse llevar. Sentir si la presión del grupo nos influye para dar por bueno un resultado. Este tipo de dinámicas nos ayudan a traer a la conciencia aspectos presentes en el trabajo comunitario, a veces de manera inconsciente.

A continuación, intentamos profundizar en el concepto de comunidad partiendo de las propias experiencias vividas y buscando las claves que hayan hecho funcionar un proceso comunitario. Se realizó otra dinámica que ayudó a concretarlas: la importancia de los cuidados, dando prioridad a las relaciones, una buena comunicación y unos objetivos comunes consensuados y transversales; se destacó también la necesidad del compromiso y apareció en varias ocasiones la importancia de favorecer y buscar la diversidad.
Para seguir avanzando, se inició un debate sobre dos aspectos de la vida en comunidad que ya venían apuntándose en encuentros anteriores. Estas son las preguntas que incitaron el debate:
Experiencias de comunidad diversa: ¿Cómo convivimos en la diferencia? ¿Somos capaces de generar puentes, tener empatía, escuchar, vencer resistencias, miedos, reconocer privilegios? ¿Damos valor a que estén presentes diferentes puntos de vista y visiones del mundo, especialmente aquellos que no están de acuerdo con la visión dominante? ¿Nos damos tiempo a construir de forma colaborativa un marco común (con los valores, intereses, conocimientos que intervienen en nuestra forma de interpretar la realidad)? ¿Hacemos un esfuerzo por tomar consciencia de nuestros marcos de referencia implícitos y, al deconstruirlos, lograr interpretar los marcos de las otras personas y construir un “sentido común” compartido?
La cotidianidad como lugar común: ¿Podemos describir maneras de hacer que favorezcan el buen trato y fortalezcan los lazos y la confianza en la convivencia cotidiana? ¿Somos corresponsables en el proceso de comunicación de forma dialógica? Es decir, ¿hay un reparto del poder y de la responsabilidad en un sentido no jerárquico? ¿Tratamos de entender y ser entendidas y no de convencer y desmontar los argumentos de los demás? ¿Comprendemos los marcos de referencia que están detrás de las posiciones?
Se llegó a la conclusión de que no podemos separar diversidad y cotidianidad. La comunidad es como un puzle con piezas “defectuosas”, pero todas válidas y fundamentales. Teniendo en cuenta, por tanto, que la vivencia de la diversidad es cotidiana señalamos a continuación el resto de reflexiones aportadas:
Con respecto a la diversidad: Dependiendo del contexto, puede crear frustración, hipocresía, indiferencia o puede generar enriquecimiento. Nos limitamos al pensar que nuestra verdad es la única correcta. Vivimos en un relativismo permisivo, tolerante, pero a veces marcamos límites infranqueables. Tendemos puentes desde la ternura y el amor partiendo de que cada persona hace lo que puede porque carga con su propia mochila, hay que dedicar tiempo. Una cualidad es la adaptabilidad. El amor nos deja ver a las otras. Ante la diferencia, horizontalidad y derechos. Hay que crecer en diversidad, ser una comunidad abierta.
En cuanto al buen hacer en la cotidianidad: Es más fácil reconocer los límites personales que los comunitarios. Nos preguntamos cómo podemos desarrollar prácticas de “reducción” y “prevención” de daños. La comunidad nos aporta seguridad: afectos, cuidados, lo material (alimento, techo). La vida se comparte, la confianza se trabaja y la seguridad se anhela y se busca. Cuanto más se establezcan marcos comunes, más facilidad para la buena vida cotidiana. Para mejorar la comunicación: asegurar la igualdad en la información y buscar el consenso, evitar la jerarquía, incentivar el intercambio de roles; respetar ritmos y autonomía. Es importante la sinceridad, pero cuidado con el sincericidio. Tener capacidad y actitud de escucha, buscar momentos y dar importancia a las estructuras de cuidados y la creación de espacios seguros. Sobre el tema de los espacios seguros hubo cierto debate, concluyendo que no se trata de construir burbujas en las que no pueda entrar nada amenazante, sino en ir creciendo en confianza, en habilidades para la solución de conflictos apoderándonos de las herramientas de comunicación.
En un último bloque tratamos las opresiones y contradicciones mirándonos hacia dentro. Nos preguntamos cómo evitar la reproducción de esquemas de dominación presentes en nuestra sociedad y cómo prevenir situaciones de fragmentación grupal aumentando la motivación hacia las tareas colaborativas, hacia la vida comunitaria. Tenemos presente que muchas veces perdemos nuestro camino comunitario a causa del contexto neoliberal que nos vende inmediatez en el consumo, de las redes sociales que dificultan mantener el tejido social y perdemos la mirada integral y de proceso.
Tratamos de tener presente la mirada antirracista, feminista y decolonial que nos ayude a situar nuestra posición en el mundo ante las situaciones de opresión racistas, heteropatriarcales, de explotación y expolio. A través de una dinámica llamada «El Termómetro de las Opresiones» analizamos cuáles son nuestros privilegios: podríamos situarnos en una escala graduada que va desde la total ignorancia y despreocupación hasta la toma de conciencia de los privilegios, las primeras actitudes de solidaridad, el intento de relacionarnos en horizontalidad y la meta de llegar a una vida comunitaria plenamente cohesionada. Analizamos nuestra situación ante la explotación y el expolio y nos situamos, en un principio, entre la solidaridad y la horizontalidad, más en la primera que en la segunda. Se explicaron los porqués de cada persona y fuimos viendo que la situación no había sido siempre la misma y que puede depender de la cantidad de privilegios que se disfruten, la forma en que nos situamos en el mundo. A continuación, analizamos de manera rápida nuestra situación ante el racismo y nos quedó claro que la mayoría nos reconocemos en la solidaridad.
Este análisis de nuestros privilegios, cómo nos reconocemos, es un primer punto de partida. Quedan pendientes muchos interrogantes: ¿podemos usar nuestros privilegios para proteger, solidarizarnos y, con el tiempo, llegar a procesos verdaderamente comunitarios?, ¿debemos deconstruirnos, transformarnos a nosotras mismas y a nuestros entornos?, ¿es cuestión de despojarnos de nuestros privilegios?

Gentes de Baladre


Fuente: Rojo y Negro