Artículo publicado en Rojo y Negro nº 384 de diciembre

Haremos bien en repensar nuestras formas propias de organizarnos que, según solemos declarar, se basan en la democracia directa. Decimos directa porque sino será indirecta, es decir, delegada, representativa, etc.

Quiero enlazar con el artículo Asambleas o Plenarias, recientemente publicado en RyN. Coincido con él en lo fundamental, pero quisiera añadir algunas consideraciones más. Siendo partidario de reforzar la Asamblea como órgano colectivo de decisión, necesitamos repensar si, por una parte, no podemos mejorarla y, por otra, ver si la gestión de sus acuerdos no implica también la posibilidad de ser un poder real separado.
Afirmamos que el objetivo último del anarcosindicalismo es la emancipación de la clase trabajadora que traería consigo un cambio social radical. Lógicamente, implica la emancipación total, por tanto, del capitalismo y del Estado, así como de cualquier posible modo de dominación, sea ideológica, de género, sectaria, relacional, etc. Es evidente que este objetivo es titánico, por lo imbuida que está la sociedad en los valores contrarios, pero al mismo tiempo hay un deseo, muchas veces reprimido, de querer tener otra forma de vida más humana, de acabar con las injusticias y de alcanzar una mayor igualdad. Deseos estos que, en las ocasiones en que les trabajadores se deciden a luchar, aparecen como posibles. Sin esta actitud no habría esperanza de cambio, pero, además, el recuerdo de algunos ejemplos de historias no lejanas nos hace pensar que, más allá de deseable, es también posible.
Nos resulta evidente que, para caminar en ese sentido, necesitamos ayudarnos de todo lo que favorezca nuestro objetivo y procurar alejar lo que obstaculiza. Decimos que el anarcosindicalismo debería ser una escuela si queremos que alguna vez se materialice. Esta pedagogía supone que practiquemos lo más posible nuestras ideas y deseos en el quehacer diario y, por tanto, en nuestras formas organizativas y de acción. Tal deseo lo hemos de reflejar dentro y fuera.

Actuación externa
1- Los motores de interés serán temas concretos, claros y sentidos. No importa que sean reivindicaciones elementales económicas, aunque es mejor incluir otras sociales, pero la clave está en que le demos una explicación que refuerce nuestra conciencia de clase, que vaya más allá de querer más dinero para consumir, y destaque las diferencias entre los trabajadores y los privilegiados: los directivos y los propietarios de la empresa. Que no sea una simple petición, sino que predomine la actitud de exigencia de nuestro derecho y la fuerza de nuestra unidad. En las reclamaciones sociales —sobre el trato, despidos, ritmos de trabajo, horas, necesidad de más empleos, etc.— se verá más claramente la necesaria conciencia igualitaria y la solidaridad, por ser temas más profundos.
2- La forma de construir la acción directa es que ayudemos a que se impliquen todos. Que no se acepte la dirección de las reivindicaciones por los militantes que saben más y tienen experiencia. ¡Ojo! No es solo por hacer más fuerza, sino por conseguir el objetivo número uno: la acción directa, no es la participación y dirección en los acontecimientos por una vanguardia, sino por un número amplio de las personas interesadas —por ser directamente afectadas o por solidaridad/apoyo mutuo—. La tendencia a delegar en los abogados es nefasta, los necesitamos como auxiliares, imprescindibles en juicios, pero el diseño y la marcha de nuestras luchas es nuestra solo.
3- Además, hay que hacer un esfuerzo en facilitar la participación de cuantos más mejor. Dada la inicial resistencia para afiliarse, hemos de esforzarnos en acercar también a las trabajadoras/es sin afiliar a nuestra sección sindical como compañeras/os cercanos o simpatizantes, donde comprueben el compañerismo que debemos irradiar teniendo en cuenta sus opiniones y el interés de lo que tratemos. Es fundamental alejar la idea de que el sindicalismo lo hacen solo los delegados consiguiendo generar actividades que puedan hacer —aunque sea con la ayuda de veteranos— cualquier trabajador interesado/a.

Actuación Interna
1- Hay que cuidar la Asamblea pues es el órgano fundamental de la soberanía de las y los trabajadores. En primer lugar, es necesario que pueda ser propuesta además de por los SP, por las secciones sindicales o por los afiliados, no exigiendo un número excesivo de firmas. Tener claro que, al empezar la Asamblea, ella es la representación del sindicato, luego debe autodirigirse nombrando la mesa. Lo ideal es que los temas sean pocos y de interés de los afiliados para animar su presencia, dejando las decisiones de aspectos meramente técnicos o burocráticos para las plenarias. En nuestro funcionamiento se ha ido configurando, en aras de la eficacia, un peligroso sistema que rompe el objetivo de estimular la participación: utilizar la plenaria como órgano habitual de funcionamiento, ya que, teóricamente, sería solo para la simple gestión de acuerdos y, en la práctica, es donde se toman constantemente acuerdos y decisiones.
2- Además, hemos creado una infraestructura organizativa llamada Secretariados Permanentes que se constituye en un instrumento de dirección. Desde la Sección Sindical al Comité Confederal de CGT y pasando por todos los niveles, Sindicato, Federación Local, Confederación Territorial, Federación Sectorial, los SP en el fondo suponen una cierta dirección de la Organización a través de las Plenarias, que es el nombre de sus reuniones (la Plenaria es la reunión de SP y Secretarios/as Generales de los entes correspondientes). En la práctica, dichos SP se pueden coordinar fácilmente, estructurados en orden de niveles, donde la figura del Secretario/a General y/o el/la de Organización ocupan una posición relevante, al pertenecer mínimo a dos niveles, el de origen y el siguiente. Hace años se alargaron los tiempos de mandato, lo que aumenta la inercia burocratizadora.
3- Lo que es peor, hay casos de pertenencia simultáneamente a SP diferentes o a encadenar secretarías mandato tras mandato. El mecanismo perverso que produce esto se debe a un círculo vicioso. En principio la no participación, como ya vimos, predomina fruto de la ideología dominante y los que inicialmente se involucran acaban conociendo mejor que los demás afiliados las formas de funcionamiento interno y las cuestiones generales del sindicalismo convirtiéndoles en especialistas, parecido a profesionales del sindicalismo. Los afiliados los ven como más preparados y aceptan su continuidad, desincentivando al mismo tiempo la participación de otros. Entonces, cuanta menos participación más se repiten los mandatos y se aumenta el desinterés, así se autorreproduce la estructura dirigentista. Estas prácticas nos llevan a sufrir la formación de grupos de presión basados en pequeños privilegios y en el desarrollo del ego, lo que nos puede alcanzar a cualquiera.
4- Para facilitar el activismo de la afiliación deberíamos actualizar el actual Comité del Sindicato, que se podría definir por analogía con el Comité Confederal, único que explicitan los Estatutos. Según nuestros Estatutos, el Comité estaría formado solo por el SP del sindicato y los secretarios/as generales de cada sección sindical o, excepcionalmente, quien autorice éste. En cualquier caso, es casi imposible que actúen trabajadores que no tengan un cargo o sean delegados sindicales o electos y menos todavía para ir más allá de la acción sindical en la empresa con lo que no facilitamos a simples afiliados/as el que se vayan acostumbrando a ser miembros activos. Sería importante que dicho Comité se enriqueciera con la presencia de toda la afiliación que quiera actuar, por ejemplo formando grupos de trabajo, apartando así la idea de que solo ocupando un cargo del Secretariado Permanente se es militante.

Enrique Biosca

 


Fuente: Rojo y Negro