Artículo publicado en Rojo y Negro nº 383 de noviembre

El planteamiento, en el mentado artículo (sindicalismo tradicional versus sindicalismo renovador), no es sino una construcción, creada de manera instrumental por el autor, donde de antemano no se busca sino un único resultado… lo bueno del “sindicalismo renovador” (¿????), frente a lo agobiante de su contrario.
Y este resultado obtenido porque sí, sin ningún aval analítico, práctico, histórico, contexto, etc., se basa en una metodología tramposa (típico del razonamiento instrumental), al igual que el que jugando al juego del “solitario” si las cartas que saca no le son propicias, se hace trampas, hasta que se obtiene el resultado deseado: ganar.
El artículo se basa en cinco puntos2, todos ellos conexionados, sabiendo de antemano que, entre los dos modelos, el lector o lectora encontrará no una síntesis de ambos, superadora de las “contradicciones”, sino la “victoria del segundo —sindicalismo renovador— sobre el “malvado, trasnochado y tapón del primero”.

“Prioridad de la acción sindical:
Para el modelo sindical tradicional, la actividad debe centrarse en las personas trabajadoras estables, porque ahí el sindicato puede crecer más rápido y lograr mejoras. Aunque las mejoras se concentren en los sectores con más estabilidad laboral, se considera que sirven como ejemplo para los sectores precarios y que los animan a organizarse y a luchar.
El modelo renovador entiende que los colectivos más precarios (temporales, subcontratas, contratos a tiempo parcial…) no luchan por imitación, sino cuando tienen un espacio seguro en el que poder organizarse. Para construir ese espacio seguro las delegadas de las empresas con más estabilidad y derechos tienen que hacer un esfuerzo y dedicar parte de su actividad a los sectores precarios.
Esto que se afirma acerca de los modelos que supuestamente “confrontan” en la CGT, simplemente o bien se desconoce el sindicalismo practicado en los últimos 22 años3 y en consecuencia no se ha enterado del tipo de sindicalismo teorizado y practicado por la CGT en los sectores laborales y en la realidad social, o bien se “hacen y nos hacen trampas” con algún fin predeterminado, que quien sustenta este tipo de análisis sí debe conocer y al resto de la afiliación nos esconde.
El tipo de sindicalismo que viene realizando y practicando la CGT, si hay que ponerle algún adjetivo o seña identitaria, es el anarcosindicalismo, que decidió ya hace ya muchas décadas (acuerdos congresuales y conferencias sindicales lo constatan), “saltar los muros de las fábricas”4 y no hacer una dicotomía entre lo que es la intervención laboral por una parte y por otra, la acción social.
Se entendía por parte de los sindicatos —y se sigue entendiendo—, que nos encontramos enfrente de un sistema capitalista que utiliza el mando en un doble sentido: control y conformación del orden social, a la vez que explotación y extracción (robo por desposesión) de los cuatro “baratos”: tierra, trabajo, recursos y energía.
Si la CGT puede definirse en su tipo de sindicalismo, insisto por práctica y teoría (acuerdos de los sindicatos), sería en un “sindicalismo que intenta y pretende terminar con el sistema capitalista” a través de enfrentarlo en todas sus manifestaciones de dominio, que impiden no solo tener una vida digna a la inmensa mayoría de la población, sino que, de no terminar con él, la vida se encuentra seriamente amenazada.
La CGT en el mundo laboral decidió que nuestro accionar debiera no solo tener en cuenta las nuevas realidades de explotación: precariedad in crescendo de la mano de legislaciones flexibles que introducen las ETT primero, las contrataciones temporales —reformas laborales años 80 y 90 del siglo XX—, para a renglón seguido dar la puntilla a los mercados de trabajo con las nuevas formas de organización del trabajo denominada “descentralización productiva” (contratas, subcontratas, externalizaciones, etc.), sino que los sectores “estables” estaban igualmente amenazados y la organización debiera tender puentes entre el mundo laboral precario y sin estatutos protectores y los sectores “estables” que cada vez eran más diezmados con ERE, prejubilaciones y expulsados del mundo de los derechos para ser sustituidos por trabajadoras sin derechos.
La CGT, sus delegados y delgadas, se pusieron al servicio —con todos sus medios sindicales— de las asalariadas precarias (ETT, contratas, subcontratas, migrantes, etc.), haciendo posible lo que hoy es la realidad sindical más importante de CGT: gran parte de los sectores que utilizan las contratas y subcontratas pertenecen al mundo laboral y productivo de la energía, las telecomunicaciones, la automoción, los servicios, y ahí CGT se ha constituido como un auténtico contrapoder sindical, con verdaderos quebraderos de cabeza para el empresariado.
No se ha hecho sino llevar a la práctica el sindicalismo anarcosindicalista que tiene en el apoyo mutuo y la pelea y el conflicto (lucha de clases), su mejor “haber” y la autoorganización de estos sectores en el sindicato.
El resto de polémicas ficticias que desde mi punto de vista se instrumentalizan (feminismos, debate interno, actitudes ante las nuevas realidades laborales, relaciones con otras organizaciones…), daría para un artículo entero simplemente con datos y prácticas del sindicalismo de CGT, tanto en los sectores “clásicos”, como en las nuevas realidades laborales (no tan nuevas, pues la economía colaborativa o de plataforma UBER, GLOBO, etc. llevan ya muchas realidades de años), donde el trabajo sindical y social de la CGT, tanto en la autoorganización de esas personas trabajadoras como el prestar medios para su autoorganización y conflicto, ha sido una constante estratégica de los sindicatos y las personas sindicalistas.
Sugiero que se debe ser más analítico y abrir el foco, investigando en los prolijos materiales y teorizaciones de CGT: boletines sindicales jurídicos; materiales de reflexión; cursos de formación; decenas de jornadas formativas y de debate; etc.), así como en la práctica de los cientos de conflictos habidos tanto en las “realidades laborales tradicionales, como en las nuevas”. Y en las decenas de campañas y trabajo cooperativo con otras organizaciones, donde CGT ha trabajado desde hace muchos años.
Y otra sugerencia, investigar en los acuerdos de los sindicatos aprobados en los congresos y conferencias sindicales (después de un debate abierto, respetuoso, democrático, participativo), suele tener efectos balsámicos para nuestros posicionamientos como sindicalistas de CGT y evita falsas polémicas y enfrentamientos inútiles: nos enteramos de lo que hacemos y decimos y nos compromete a trabajar de manera cooperativa entre todas.
Por último, se nos plantea la “síntesis” entre los dos “sindicalismos”, a la manera “jesuítica” (tramposa)5, donde sí se destapa lo que parece ser “la apuesta del planteamiento”: denosta el “sindicalismo tradicional”, al cual le atañe una sola virtud, “ser un fin en sí mismo” al modo de los sindicatos institucionales, para llegar a la conclusión que solo el “sindicalismo, renovador”, permite intervenir “más y mejor, ser más feminista, más democrático, más cooperativo y además transformar y contributivo de cambios sociales profundos”… ahí es ná… que dicen los clásicos (como yo).
Vamos, que se ha ganado la partida.

Desiderio Martín Corral
Gabinete de Esudios Confederal de la CGT

1 Debate sobre el artículo “Sindicalismo tradicional, sindicalismo renovador” del último RyN 382, octubre 2023.
2 Prioridad de la acción sindical. Estrategia sindical. Feminismos. Debate interno. Actitud ante las nuevas realidades laborales.
3 Digo los últimos 22 años, pues es el tiempo que llevo militando en la CGT y por lo tanto hablo con conocimiento de causa.
4 Expresión que se utilizaba muy mucho en el análisis de las relaciones laborales y cómo el sindicalismo tenía que insertarse e intervenir en la realidad social, en los miles de conflictos que a diario acometíamos: migraciones, feminismos, globalización, U€, ecología política, estados autoritarios, etc., etc.
5 Expresión dialéctica no insultante.

 


Fuente: Rojo y Negro