La historia de Europa en este siglo XXI en lo referente a las migraciones, el refugio y el asilo, es una historia de vergüenza y deshumanización.

La Organización Internacional para la Migraciones estima que desde 2014 se han ahogado en el mar Mediterráneo en torno a 27.000 seres humanos. El último naufragio en el mar Jónico junto a las costas griegas, ante la impasibilidad de las fragatas del Estado griego, ha dejado en el fondo del mar a la mayoría de las 700 personas que viajaban en el barco, siendo rescatadas solo ciento cuatro.

Quienes perecen pierden la vida, el nombre y la dignidad humana, y las personas migrantes que se salvan, no son tratadas como náufragas, sino por el contrario son devueltas a la fuerza a sus países de origen, o encerradas en Centros de Internamiento, o entran en el circuito de explotación laboral o simplemente son condenadas a la delincuencia para sobrevivir.

La políticas migratorias de la Unión Europea y de Europa han pasado de ser políticas de frontera a políticas de MUROS, para impedir que cientos de miles de personas que tienen que migrar de sus países por causas no deseadas (desertificación de sus territorios por el expolio de las multinacionales; cambio climático; guerras exportadas por las potencias occidentales; hambrunas, represión, persecución política…), accedan a las economías europeas, las cuales son sustentadas en una gran parte por esa mano de obra explotada, invisible, sin derechos, que las políticas estructurales califica de ilegales.

La estructura política elabora en los despachos de Bruselas, en los Parlamentos y en acuerdos internacionales las políticas migratorias.

Medidas como el acuerdo migratorio de la UE con Marruecos, Turquía, Libia, Túnez y Egipto, o Frontex, que fortalece, blinda y cierra aún más la fortaleza europea son decisiones políticas y dispositivos de control. Todo esto se sigue haciendo en nombre de la economía, la cual es garantía del bienestar de una ciudadanía europea, a la que se hace cómplice de esta deshumanización y estos crímenes.

Este capitalismo, que produce cadáveres y ahoga y entierra en vida los Derechos Humanos, no duda en destinar partidas mil millonarias para que países, estados autocráticos y dictaduras controlen sus fronteras e impidan por cualquier medio la entrada de migrantes, refugiados, personas perseguidas… etc., a la vez que lamentan las muertes en la retórica mentirosa de la política institucional.

La ciudadanía europea tenemos que dejar de ser complacientes y cómplices de estas necro políticas que violan sistemáticamente los Derechos Humanos y generan sociedades de odio, desprecio y xenofobia, vaciándonos de los valores que definen una sociedad decente y humana: la solidaridad, la cooperación y la libertad.

Consentimos las políticas que esquilman, roban y se apropian de los recursos de millones de personas obligándoles a migrar. Y ni siquiera les facilitamos la entrada a nuestros países. Corriendo serios riesgos en ese viaje. Después, a su llegada, encuentran que no se les reconoce la ciudadanía de pleno derecho.

A escasos días del primer aniversario de la tragedia de la valla de Melilla, donde decenas de personas migrantes fueron asesinadas, y pocas horas después de que cerca de cuarenta personas hayan perdido la vida mientras esperaban ser rescatadas durante horas a pocos kilómetros de la costa canaria, desde CGT denunciamos que nadie, absolutamente nadie debiera perder la vida por estos motivos. La única manera de salvarnos como personas es salvar a las otras y cuidarlas como a nosotras mismas.

Secretariado Permanente del Comité Confederal


Fuente: Secrerariado Permanente del Comité Confederal de la CGT