Artículo publicado en Rojo y Negro nº 378, mayo 2023

Para las personas que odian oír discursos incomprensibles y palabras raras.

Algunas personas escriben como si del futuro Karl Marx se tratara, no faltan palabras que ni la RAE recuerda y tres términos de la lucha de clases. Otras, simplemente repiten el discurso de que la clase trabajadora se tiene que unir y luchar y algunas hacen lo mismo, pero en neutro, en las múltiples formas del neutro: hay quien desdobla, quien pone X o @, quien evita los sujetos no genéricos y quien pone E o I en donde van Aes y Oes. Entonces, ¿habiendo tantas formas de hablar por qué siempre hay algo que está mal? Pues muy simple, porque al final depende de a quién le hables (y qué quieras decir) y, como todavía no hemos inventado nada realmente universal a parte del mando de la tele, no tenemos ni idea de cómo hacerlo. Así que, por la regla de tres, alguien siempre se quedará de lado.
Así que, como buena ególatra que soy, vengo a defender por qué escribo como escribo y por qué la CGT debería bajarse del carro del discurso infumable de los teóricos del siglo pasado. Empecemos por la CGT, así para cuando hable de mí ya habréis dejado de leer.
¿Alguna vez habéis leído los comunicados de la CGT? ¿A quién creéis que va dirigido? Dentro de mi plano teórico de la fantasía y la especulación, casi aseguraría que son para las secciones sindicales, aunque muchas veces son leídos por personas no afiliadas y que supuestamente comparten el marco ideológico —spolier: no—. Podría asegurar que las personas que entienden lo que pone son casi en su plenitud afiliades y peña de la CNT (o del rollo). Entonces, si se escribe para gente de fuera porque queremos conseguir ser la principal fuerza sindical conflictiva del Estado y esta gente no nos entiende… ¿por qué seguimos escribiendo así? A ver cómo os lo digo… pues por costumbre, porque es la jerga del gremio y… ¿ya he dicho costumbre? Vamos, que esto no lo hemos pensado bien.
Comprendo que hay un marco teórico que se quiere fomentar, un discurso sobre los problemas de las personas de tu barrio que cada vez ganan menos y todo cuesta más, hablar de que no hay que tener miedo a exigir lo justo o, al menos, respetar el contrato que tienes, y si enfrentar a tu superior te genera inseguridades, pues mejor hacerlo acompañades. Hablar de la sensación de estrés, frustración o tristeza que nos genera nuestra vida y romper con el concepto de que la culpa es nuestra, sino de todo el contexto en que nos encontramos. ¿Verdad que todo esto suena coherente? Pues en jerga militante sería algo así como: “Tenemos que luchar contra la precarización de la vida y contra le explotación de la clase trabajadora. Politizar el malestar y acabar con el sistema capitalista neoliberal que nos oprime. ¡Apoyo muto!”.
¿Veis lo que decía? ¿De verdad creéis que esto va a cuajar en vuestra vecina de al lado? Lo que intento decir es que, viviendo en el mundo actual donde nadie lee cosas de más de 250 caracteres y solo leen nuestros eslóganes en las manis, no podemos pretender que esto se entienda. Y muchísimo menos que alguien se sienta interpelade.
Entonces, ¿cómo encaja el lenguaje neutro en todo esto? Porque ya veo a algune pensando que tu vecina de al lado tampoco dice todis, todes, todxs. Y por desgracia tenéis razón, aunque os aseguro que mi vecina os sorprendería. Es una cuestión de poner en la balanza las cosas que te importan y con cuales ganas más. Querría pensar que escribo como si de una conversación de terraza se tratara… por suerte o desgracia, hablo así de mal en mi día a día. Tener un lenguaje recargado nunca me ha servido de nada más que para marear a alguien con quien no quiero charlar. Así pues, como mi plan es ayudar a transformar la CGT (como podéis ver nada avaricioso ni egocéntrico por mi parte) más me vale que queden claras las cosas que quiero decir. Por tanto, hablar sin complicarme y, ante todo, con cercanía (sí, la academia nunca me va a contratar).
Y, venga, de vuelta al drama del neutro. Nuestro lenguaje refleja nuestras actitudes y, además, define nuestra manera de pensar. Por ejemplo, pensemos en rosas… ¡a que hemos visualizado una rosa roja! Porque en los dibujos siempre vemos esas rosas y esas son las que se han acabado fomentando en el mercado, pero rosas hay de muchísimos colores. Ahora pensemos en qué pasa si el lenguaje siempre es en masculino y hablamos de hombre como humanidad. Pues que acabamos asociando el hombre como concepto universal de personas y se nos olvidan las necesidades del resto de personas que no son hombres. Estos ejemplos se producen a muchísimas escalas y con miles de temas.
¿Podemos cambiar nuestra forma de hablar completamente de hoy para mañana? Pues claro que no (si yo soy incapaz de hacerme el café por las mañanas cuando estoy dormida, ven tú a pedirme que de repente vuelva a aprender a hablar). Vamos, improbable. Es por eso por lo que cada une aplica el cambio que considera prioritario y/o asumible. En mi caso, poner en el centro el lenguaje inclusivo desde una perspectiva trans. Para que no se os haga bola tremenda frase, lo que quiero decir es que no solo hay mujeres y hombres, sino otras muchas identidades que quiero tener en cuenta. A mí, con que una palabra os resuene rara y os haga pensar me basta. Demuestra lo profundamente ancladas que tenemos ciertas ideas.
El lenguaje no es una herramienta perfecta porque entre lo que quiero decir, lo que digo, lo que oyes y lo que crees entender hay muchísimos pasos. Es en este juego en el que hay que dejar claro qué priorizamos. Me parece clave la dinámica de charlar en el bar, el poder hablar de varios temas sin pelos en la lengua, mientras nos reímos de las contradicciones y nuestras chapuzas. Interpelar a todas las personas y aceptar que nuestro propio discurso puede cambiar. Un discurso de calle, de palabras de nuestro día a día y, sobre todo, un discurso de todes.
Tranquis, no me alargo mucho más que si no me hago pesada. Mirad, tal cual os lo digo, sabiendo que existe gente en el mundo que no sabe qué es ETA, muchísimo menos el proletariado. Ergo, o la CGT cambia el discurso o seguiremos siendo gente rara para el resto. Siempre se tratará de saber priorizar entre contenido y formas. Y como creo que para hablar de lo mal que estamos no hace falta hablar como 100 años atrás, podemos relajarnos por ese lado. Y si después de tremenda chapa os parece mal como escribo, pues a ver, cómo os lo digo… que me da igual.

PD: Si tenéis dudas o comentarios o queréis debatir algún tema me podéis escribir a mapache@rojoynegro.info. Próximamente el horóscopo de la CGT o la sección de drama.

Ester M.
Joven enfadada y mordaz


Fuente: Rojo y Negro