Según el estudio realizado por Noelia Navarro Gómez de la Universidad de Almería, el suicidio es la tercera causa de muerte en el grupo de edad entre los 15 y los 29 años, superado sólo por las causas externas de mortalidad y los tumores, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística. En los últimos datos disponibles se pone de manifiesto que 310 niños y jóvenes menores de 30 años se quitaron la vida, lo que supone un 7,77 % del total de víctimas del suicidio.

Se discuten las causas que pueden desembocar en este tipo de actos, señalando, entre otras, la presencia de trastornos psicológicos, variables concretas de personalidad, la alta carga de estrés emocional y, especialmente, el bullying –últimamente desplazado por nuevas vertientes como el bullying electrónico o el sexting–.

El suicidio, como escape extremo de una situación vital angustiosa, no es sino producto de la confluencia de múltiples factores, reflejo no sólo de la idiosincrasia e historia de cada individuo –historial familiar de suicidio, de abuso físico o social, tentativas previas de suicidio, trastornos emocionales, acontecimientos estresantes como las rupturas, pérdida de seres queridos, conflictos con personas allegadas y amistades, problemas legales, financieros o relacionados con el trabajo, así como los acontecimientos que conducen al estigma, a la humillación o a la vergüenza…– (OMS 2006), sino también de factores sociológicos propios del contexto en el que éste desarrolla su vida. Por tanto, no debería obviarse el papel que la presión de los demás ejerce en la persona, los cánones impuestos de belleza y valores vitales o los efectos colaterales de la situación de crisis que atraviesa el país, que sitúa a los jóvenes con escasas perspectivas de inserción en el mundo laboral, a la par que aumenta el desarraigo familiar, desestructurando familias por razones económicas, provocando emigraciones en busca de mejoras en las condiciones laborales o una disminución de la atención de las familias hacia sus menores al tener que pluriemplearse dada la precariedad de los contratos. El abuso de sustancias y la influencia del grupo de iguales también propician la ausencia de control sobre afectos y actos.

Analizando las tasas de suicidio por comunidades, nos encontramos la tasa más elevada en Galicia (7,16 suicidios por cada 100.000 jóvenes), seguida de Navarra, La Rioja y Ceuta (7,04, 6,09 y 5,71 suicidios por cada 100.000 respectivamente). Andalucía está en sexto lugar, con 4,78/100.000. Las tasas más bajas se dan en Cantabria, Castilla León y Cataluña (1,17, 2,74 y 3,13 por cada 100.000 para cada una de estas comunidades).

La generalización y el fácil acceso a nuevas formas de comunicación, junto con la expansión masiva de redes sociales como Facebook o WhatsApp, permiten la difusión viral de contenidos vejatorios. Consideramos que su potencial como arma de abuso reside, entre las razones expuestas, en su posibilidad de anonimato, lo que permite al abusador ocultar su identidad, dificultando las posibilidades de intervención para frenar este tipo de conductas.

Desde CGT llevamos años diciendo que es insuficiente el personal que existe para atender la creciente demanda de los centros por el aumento del alumnado con problemas de salud mental. Urge (además de bajar las ratios para dar una atención más personalizada) ampliar, de manera inmediata, las plantillas de Orientación, así como dotar de personal sanitario y trabajadores/educadores sociales a los centros educativos. ¿A qué espera la consejería?

NO TE CONFORMES


Fuente: FASE-CGT