Las regiones kurdas del oeste de Irán, llamadas Rojhelat, están pobladas por entre 8 y 10 millones de personas kurdas que sufren una política discriminatoria y represiva por parte del régimen iraní, que reprime ferozmente toda contestación política y reivindicación identitaria. Para mantener a la población en una situación de precariedad, ha restringido el desarrollo económico de la región, en la que apenas ha instalado ninguna industria, redirigiendo la producción de recursos en interés de las regiones centrales del país. Allí, el desempleo es endémico y la gente joven, que no encuentra oportunidades laborales, tienen que marchar masivamente al exilio en las grandes ciudades iraníes.
La frontera entre Irak e Irán ofrece la única alternativa económica para las miles de personas que habitan Rojhelat: el kolbari, esto es, al intercambio de bienes a través de las fronteras, a través de las montañas, llevados por hombres o por mulas. Con un alto riesgo, todo tipo de bienes son transportados desde Irak hasta Irán, desde pañales de bebé a aparatos domésticos como ropa, mantas, neumáticos o té, así como productos que están prohibidos en Irán como antenas parabólicas, alcohol o cigarros. Estos bienes suministran luego los mercados de las grandes ciudades, incluida Teherán.
La frontera entre Irak e Irán ofrece la única alternativa económica para las miles de personas que habitan Rojhelat: el kolbari, esto es, al intercambio de bienes a través de las fronteras, a través de las montañas, llevados por hombres o por mulas. Con un alto riesgo, todo tipo de bienes son transportados desde Irak hasta Irán, desde pañales de bebé a aparatos domésticos como ropa, mantas, neumáticos o té, así como productos que están prohibidos en Irán como antenas parabólicas, alcohol o cigarros. Estos bienes suministran luego los mercados de las grandes ciudades, incluida Teherán. A lo largo de la frontera, miles de trabajadores, entre los que se encuentran niños y gente mayor, hacen cada día el viaje, arriesgado sus vidas para ganar apenas lo suficiente para mantener a sus familias de un día para otro. Solo los empresarios que contratan a los kolbars se enriquecen. La actividad de los kolbars se desarrolla en una zona gris, sujeta a las veleidades de la policía y a la buena voluntad de las autoridades: a veces se asume como legal, a veces se tolera, otras se ilegaliza.
Además de los peligros de las montañas, el frío del invierno y el calor abrasador del verano y las minas que infestan sus suelos, los kolbars sufren una fuerte represión por parte del gobierno iraní. Dependiendo de su buena voluntad, y de los sobornos que se les paguen, los guardias fronterizos pueden decidir cerrar los ojos en las actividades de los kolbars o, por el contrario, dispararles cuando los avistan so pretexto de defender la “seguridad del estado” y la lucha contra el contrabando. En 2019, 79 kolbars murieron, 57 de los cuáles asesinados por guardias fronterizos, y 165 fueron heridos. A muchos se les condena a penas de prisión o a cuantiosas multas que no pueden pagar. Cuando las autoridades iraníes establecieron un sistema de permisos de trabajo, estos se distribuyeron de manera insuficiente y con condiciones muy restrictivas, en particular en lo que se refiere al número de viajes que cada persona podía realizar, lo que les impedía ganar lo suficiente para vivir dignamente. De hecho, supuso un argumento adicional para eliminar el resto de la actividad de los kolbars que trabajaban sin licencia.
El destino de los kolbars sintetiza el impacto de los estados-nación y sus políticas asimilacionistas sobre el pueblo kurdo, los efectos extremos del neoliberalismo para alimentar la sociedad de consumo en Irán a cualquier precio a la vez que se mantiene a la población en la más extrema precariedad, y el efecto pernicioso de las sanciones de los EUA en Irán, que solo logran precarizar más a poblaciones que ya sufren la presión del régimen.
Como sindicatos, denunciamos las políticas represivas del régimen iraní hacia los kolbars y, de manera más general, contra los kurdos. Queremos llamar la atención de los trabajadores y las trabajadoras y de la comunidad internacional al desastre humanitario y social en el que se encuentran los kolbars. El gobierno iraní debe poner fin a la represión de los kolbars y a su asesinato, respetar los derechos humanos y permitir el desarrollo de alternativas económicas reales para la gente de Rojhelat.
http://www.laboursolidarity.org/IRAN-Los-kolbars-no-deberian-ser?lang=es
Fuente: Red Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas