Artículo de opinión de Rafael Cid.

La dramática singladura del Open Arms parece abocada a un triste desenlace, pero la verdadera pesadilla empieza ahora. Ni se puede olvidar la criminal inanidad de la Unión Europea (UE) ante la crisis ni relativizar las responsabilidades concurrentes que han hecho del caso una suicida carrera de obstáculos. Al contrario, es el momento de levantar acta.

La dramática singladura del Open Arms parece abocada a un triste desenlace, pero la verdadera pesadilla empieza ahora. Ni se puede olvidar la criminal inanidad de la Unión Europea (UE) ante la crisis ni relativizar las responsabilidades concurrentes que han hecho del caso una suicida carrera de obstáculos. Al contrario, es el momento de levantar acta. Salvini y Sánchez han terminado admitiendo que fueran asistidos los menores no acompañados (tras negarles asilo la embajada española en Malta) y ceder un puerto para el desembarco de los restantes náufragos, respectivamente, a regañadientes y en el minuto de la agonía. Solo rectificaron después de comprender que el creciente malestar de la opinión pública podía perjudicar sus estrategias de poder (moción de censura el italiano y nueva investidura el español).

Si Salvini, al impedir atracar al barco de salvamento en la cercana isla de Lampedusa en contra de lo dictado por la judicatura, tiene la mayor culpa, la postura de Sánchez no es irrelevante, puesto que se trata de una ONG española y de un navío fletado bajo nuestro pabellón. En ese grado de complicidad se evalúa un xenófobo sin escrúpulos de un político escrupulosamente calculador. La autorización española vino después de sucesivas negativas de la portavoz del Gobierno Isabel Celaá, la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, y el titular de Fomento José Luis Ábalos, terna ministerial de guardia cuyo mantra en todo momento consistió en cargar contra el histriónico Matteo Salvini. Y ello a pesar de que previamente varios presidentes autonómicos y alcaldes de diferentes ideologías (Euskadi, País Valenciano, Andalucía y Barcelona) se habían ofrecido para acogerles, y cuando el flamante Alto Representante de Relaciones Internacionales y Seguridad Común de la UE, Josep Borrell, es el ministro de Exteriores del actual Gobierno socialista. Aquí sí ha pasado algo.

Para encontrar una desvergüenza parecida habría que remontarse hasta aquel “la calle es mía” de Fraga o al despropósito de Aznar “había una problema y lo hemos solucionado”, esgrimido para solapar la deportación exprés de “sin papales” dopados con ansiolíticos. Dos testimonios que figuran en la galería de trofeos de la caverna, a los que ahora habrá que añadir lo perpetrado desde la orilla progre por Ábalos. “Me molestan los abanderados de la humanidad que no tienen que tomar nunca una decisión”, ha argumentado en la retórica chusca y denigratoria de Salvini el ministro de Fomento en funciones como respuesta a la petición de refugio para los náufragos rescatados por los socorristas del Open Arms. Ristra de desalmados donde los haya, que en el caso del matonismo verbal del también secretario de Organización del PSOE suponemos un reflejo inconsciente de su experiencia en el servicio de orden del carrillismo durante la transición. Cuando reprimir a los camaradas que criticaban la renuncia del PCE a los valores republicanos en favor de la Monarquía del 18 de Julio puntuaba como mérito para la tómbola institucional que inauguraba la transición. Quien tuvo retuvo.

Por su catadura moral, la afrenta de Ábalos a los solidarios de la ONG Proactiva recuerda lo ocurrido con la postura del felipismo ante el contencioso saharaui a finales de los años sesenta del pasado siglo. Un antes y un después, como hoy hace Sánchez ante la cuestión migratoria. En la oposición, Felipe González enfatizó como propia la lucha del Frente Polisario frente al déspota marroquí al visitar sus campamentos del Aaiún. Para cambiar de bando nada más alcanzar el poder, fichando por las tesis del rey Hassan II, experto violador de los derechos humanos. Algo que recuerda al vaivén de Sánchez en lo que va del Aquarius al Open Arms.

Por lo demás, se trata de una canallada envuelta en una colosal tomadura de pelo. Porque inicialmente Pedro Sánchez se cruzó de brazos ante el drama del Open Armas mientras se hacia la foto con diferentes colectivos de la sociedad civil a los que había convocado para conformar su “agenda social”. ¿Cabe mayor cinismo? Si en estos críticos momentos hay una organización que represente como nadie a la sociedad civil española esa es la ONG Proactiva Open Arms. Un buque privado con una altruista tripulación dedicado a salvar vidas en el Mediterráneo a riesgo de resultar multados con 900.000 euros por burlar el bloqueo en dique seco impuesto por Fomento. Eso es a lo que el antiguo mamporrero Ábalos califica de gentes que “no tienen que tomar nunca una decisión”.

El episodio del Open Arms ha demostrado el verdadero calado del rapto de Europa a que asistimos y de la incapacidad de la actual clase dirigente para actuar por encima del marco de sus ambiciones partidistas. Aunque el vicepresidente italiano y ministro de Interior Salvini es el gran canalla de esta siniestra película, hay otros que también han hecho méritos, y en esa lista figuran Pedro Sánchez y su “gobierno con más mujeres del mundo”. Hasta incondicionales de Ferraz como el escritor Javier Cercas han denunciado su impostura en el conflicto migratorio. Estamos ante el Sánchez que para avalar la venta de armas a Arabia Saudita en plena guerra del Yemen sostuvo sin complejos que “lo mejor es que no se utilicen esas bombas ni esos proyectiles”.

Igual que las mentiras de la invasión de Irak por el trío de las Azores comprometían a todos los ciudadanos de los países implicados, y no solo a sus gobiernos electos (y por eso se levantó una ola de protesta generalizada), ahora la actitud de los Salvini y los Sánchez, cada uno en su justa y distante dimensión, nos concierne a todos. Porque no se trata solo del radical y tramposo cambio de actitud en cuanto a las campañas de salvamento de náufragos. Es que siguen en pie las concertinas y las devoluciones en caliente antes tan justamente denunciadas cuando gobernaba el PP. La única diferencia es que hoy, como ayer hizo Felipe González respecto al pueblo saharaui, el partido socialista ha reactivado a su socio de Rabat para externalizar el trabajo sucio. Ha convertido su frontera norte en un campo de concentración a cambio de millones de euros para el Mohamed VI y su infame corte.

Más allá de estos repudiables personalismos, lo acontecido con el Open Arms, con toda su carga de iniquidad política, revela el fracaso de unas instituciones europeas ajenas al interés común de una ciudadanía que oficialmente representan. Esta es la segunda vez desde la debacle económico-financiera del 2008 en que una crisis de seguridad y convivencia se ceba sobre la población más débil sin que se mutualicen medidas para enfrentarla con diligencia y eficacia. La emergencia social desatada entonces la sufrieron sobre todo aquellos países del Sur más vulnerables (los PIGS, “cerdos” en su desgraciado acrónimo). La actual de la migración de los “condenados de la tierra”, forzada en buena medida por la nefasta huella colonial y neocolonial dejada en el continente africano, sigue idéntica pauta insolidaria, autoritaria y represiva. Al margen de una política monetaria integral en manos de un organismo no elegido (el Banco Central Europeo) y de una serie de competencias de carácter sectorial cedidas a Bruselas por los Estados miembros, todo lo que podía permitir avanzar hacia una verdadera cohesión del espíritu europeo está balcanizado en la práctica. Caminamos a zancadas en la dirección opuesta al deseo de “pequeños pasos audaces” que pedía Jean Monnet, uno de los padres del proyecto, como divisa para una auténtica Unión Europea de las personas y los pueblos.

Tiene razón Ábalos. Las personas que hacen posible los Open Arms del mundo son abanderados de la humanidad. Solidarios socorristas que resisten contra viento y marea frente a cuantos, como el lunático negrero Kurtz de la novela de Conrad “El corazón de las tinieblas”, siguen predicando su patriotismo al grito de “¡exterminad a los salvajes!”

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid