Roma, Milán, Nápoles, Cagliari, Catania, Turín, incluso Madrid y la isla de Lipari. Los estudiantes italianos se movilizaron ayer de forma masiva contra la Ley de Educación, que ya se conoce por el nombre de la ministra del ramo, Maria Stella Gelmini, y el recorte del presupuesto y las plantillas de la escuela y la Universidad aprobados por el Gobierno de Silvio Berlusconi. Más de un millón de personas, alumnos en su mayoría, pero también padres, profesores y alcaldes, participaron en manifestaciones, sentadas y ocupaciones que paralizaron las ciudades.
La huelga en el sector de la educación fue casi total y se extendió a más del 90% de los institutos, según los sindicatos. Para el ministerio, sin embargo, la incidencia del paro entre los profesores no pasó del 57,1%. Fue una jornada de protesta festiva, y apenas hubo incidentes. La huelga había sido convocada por todas las siglas sindicales de forma unitaria, hecho insólito y definido por los propios sindicatos como «el milagro Gelmini».
En Milán hubo cortes de tráfico y una concentración ante la Bolsa de Piazza Affari. En Turín y Nápoles los estudiantes bloquearon andenes de la estación. En Roma, donde los organizadores contaron un millón de personas, miles de estudiantes rodearon el Ministerio de Educación y pidieron la dimisión de la ministra.
Galvanizados a través de Facebook, Twenti, los móviles y páginas de Internet como stopgelmini.org, los estudiantes italianos parecían felices y unidos, viviendo su Mayo del 68. «Mis padres dicen que si hemos empezado ya no podemos rendirnos», contaba Sandra, una estudiante del Liceo Virgilio de Roma.
Los manifestantes romanos cantaron el himno italiano, portaron fotos de Gelmini y Berlusconi con orejas de burro, y culparon del recorte del gasto en Educación (7.800 millones de euros en tres años) al ministro de Economía, Giulio Tremonti. Padre del concepto «finanzas creativas» y político inspirado en el lema «Dios, patria y familia», Tremonti ha diseñado los presupuestos de los que parte la reforma educativa. Su plan prevé trasvasar partidas del gasto de Educación a Defensa, y abrir la financiación de la Universidad pública a empresas privadas.
Las protestas han obviado uno de los puntos más populares del decreto, la prohibición de reeditar los libros de texto durante cinco años en la primaria y seis en la secundaria. Las editoriales de manuales ven en la norma, vendida como un loable ahorro para las familias, un nuevo conflicto de intereses de Berlusconi. Como dueño de la generalista Mondadori, el primer ministro posee una docena de editoriales de libros de texto y copa más del 50% del mercado escolar. Según los editores de manuales, la norma aniquilará a las casas especializadas, que viven sólo de los libros de texto, y eso desembocará en el oligopolio de Mondadori.