Carlos Taibo es entrevistado por Pedro Maceiras, el escritor nos habla sobre ‘Que no se apague la luz. Un diario de campo del 15-M’ (Catarata, Madrid, 2012).
Pedro Maceiras
¿Qué has intentado hacer con este nuevo libro?
Creo que tenía que aprovechar la condición de observador privilegiado de una realidad tan sugerente como es el 15-M, y que era una tarea interesante la de recoger ideas y debates con los que he tomado contacto al calor de muchas de las asambleas populares del movimiento. En ese sentido, mi propósito ha sido utilizar esos conocimientos, en su caso esas intuiciones y anécdotas, para levantar acta de lo que yo entiendo que es hoy el movimiento del 15 de mayo.
Pedro Maceiras
¿Qué has intentado hacer con este nuevo libro?
Creo que tenía que aprovechar la condición de observador privilegiado de una realidad tan sugerente como es el 15-M, y que era una tarea interesante la de recoger ideas y debates con los que he tomado contacto al calor de muchas de las asambleas populares del movimiento. En ese sentido, mi propósito ha sido utilizar esos conocimientos, en su caso esas intuiciones y anécdotas, para levantar acta de lo que yo entiendo que es hoy el movimiento del 15 de mayo.
El libro, ¿es en realidad un ‘diario de campo’?
No. Interpretemos lo del diario de campo como una metáfora. Yo no he llevado nunca un diario de lo que acontecía en las asambleas populares. Me guío, sin más, por mi memoria, a buen seguro que interesada.
Has acompañado al 15-M durante un año y medio. ¿Cuáles son a tu entender los cambios principales que se han registrado en su condición?
Creo que han sido tres. El primero se produjo al desmantelarse las acampadas, en junio de 2011: la expansión del movimiento en la forma de asambleas de barrios, ciudades y pueblos perfiló una realidad mucho más compleja que la del momento inicial. El segundo se ha verificado con el paso del tiempo: muchos de los jóvenes que, integrantes de las clases medias en activo proceso de desclasamiento, en inicio defendían propuestas meramente ciudadanistas hoy abrazan un discurso claramente anticapitalista. El tercero nos habla, en fin, de una creciente apuesta de las activistas por la creación de espacios de autonomía autogestionados y desmercantilizados, mucho más allá de los Estados del bienestar y del juego institucional.
¿En qué estás pensando cuando hablas de espacios de autonomía?
En realidades como las que ofrecen los grupos de consumo, las cooperativas integrales, muchas de las ecoaldeas, las fórmulas de banca ética y social, o, por proponer un ejemplo, más, el incipiente movimiento de trabajadores que se hacen con la dirección de sus empresas en régimen cooperativo-autogestionario. Creo que la perspectiva de la expansión de la autogestión es hoy mucho más hacedera que la que aportan las fórmulas socialdemócratas tradicionales.
¿Crees que el 15-M es un movimiento anticapitalista?
Creo que la mayoría de sus integrantes abrazan esa perspectiva. Esto es, y por decirlo de otra manera, que no se contentan con contestar el neoliberalismo: van al núcleo de lo que suponen el trabajo asalariado, la mercancía y la explotacíón.
En tu libro no ocultas, sin embargo, las carencias del movimiento.
Sería imperdonable hacerlo. Y ello al menos en dos sentidos. Es evidente, por lo pronto, que el 15-M tiene una presencia reducida en el mundo del trabajo y en el mundo rural. Como lo es, en otro plano, que no siempre otorga el relieve que merecen a la lucha de las mujeres, a los derechos de las generaciones venideras y a los habitantes de los países del Sur.
Utilizas a menudo el adjetivo ‘libertario’ para describir al 15-M.
No es exactamente así. Lo que suelo decir es que para explicar un rasgo fundamental del 15-M hay que invocar un impulso libertario, como es el que da en defender orgullosamente la asamblea, la democracia directa, la autogestión y el rechazo de los liderazgos. Siempre he señalado que a mi entender, y para describir todo eso, es preferible el adjetivo ‘libertario’ al mucho más ideológico ‘anarquista’. Me quedo con las gentes que en virtud de su experiencia vital han sabido percatarse de las lacras que acarrean la delegación, las separaciones o los liberados en organizaciones que dicen luchar por la emancipación.
¿Consideras cerrada la posibilidad de que el 15-M se convierta en un partido?
Un movimiento es lo que quieren sus integrantes, y yo no soy quien para dar por cerrado nada. Simplemente creo, como tantas otras personas, que, de convertirse en un partido, el 15-M perdería muchas de sus virtudes. Esto aparte, no hay ninguna garantía de que no acabase por reproducir las taras que suelen acompañar a los partidos al uso. Así las cosas, me quedo con lo que significa que la delegada del Gobierno en Madrid, la pulida señora Cifuentes, lleve muchos meses buscando un interlocutor en el 15-M… Afortunadamente no lo encuentra.
¿Y cuáles son esas virtudes que atribuyes al movimiento?
Ha permitido gestar una nueva identidad contestataria, ha abierto espacios de reencuentro de personas que estaban alejadas, ha hecho posible que reaparezcan debates que el sistema había conseguido arrinconar, le ha dado alas a muchas iniciativas acompañantes y, por encima de todo, ha facilitado que las gentes descubran que pueden hacer cosas que un par de años atrás parecían estar fuera de su alcance. No me parece poco.
A tu entender, ¿qué es lo que distingue al 15-M de otras muchas realidades?
Más allá de sus formas de hacer y organizarse, creo que el 15-M ha decidido contestar con firmeza la lógica de la competición y contraponer orgullosamente la de la solidaridad. En un segundo terreno, creo que es un movimiento mucho más consciente de lo que supone el riesgo del colapso que está a la vuelta de la esquina.
Fuente: Pedro Maceiras