Muchos de nosotros no sabemos cómo conseguiremos mañana sobrevivir dignamente con tanto robo a ley armada.

Decir que esto es un crimen, es quedarse tibio con el lenguaje.

Quien no vea a la bestia convirtiendo la realidad en un feo cadáver, demuestra su falta de conciencia, su egoísmo salvaje.

 

Quien insista machaconamente, como una letanía, en la sinvergonzonería de muchos políticos es porque mira con un solo ojo para eludir la pelea más difícil, la más arriesgada, la única que puede llevarnos a la victoria.

Porque los políticos van y vienen, se instalan por un rato para obedecer órdenes de quienes permanecen.

Obtienen prebendas a cambio de borrar las huellas de los que son aún más alimañas, de esos que desde la sombra no arriesgan su riqueza si no que buscan la manera de aumentarla a costa de nuestra salud, de nuestra libertad, de nuestras letras.

Quien insista machaconamente, como una letanía, en la sinvergonzonería de muchos políticos es porque mira con un solo ojo para eludir la pelea más difícil, la más arriesgada, la única que puede llevarnos a la victoria.

Porque los políticos van y vienen, se instalan por un rato para obedecer órdenes de quienes permanecen.

Obtienen prebendas a cambio de borrar las huellas de los que son aún más alimañas, de esos que desde la sombra no arriesgan su riqueza si no que buscan la manera de aumentarla a costa de nuestra salud, de nuestra libertad, de nuestras letras.

Estos asesinos en serie están siempre, estuvieron antes y ahora son los mismos pero viven más saludables.

Tienen menos miedo porque en las urnas han sido elegidos los borregos, los dóciles con la oligarquía, los crueles herederos del legado de un caudillo que murió de viejo.

De momento andan contentos porque saben que los que están en la diana son sus voceros, sus peleles más fieles.

Saben que ellos estarán a salvo mientras la rabia de la multitud se dirija únicamente contra ese puñado de aspirantes a mandamases.

Y si no aullamos sus nombres, si no damos luz a su sombra, si no les obligamos a rendir cuentas, a dar la cara, a mostrar sus sucias conspiraciones, no habrá revuelta ni revolución que los ponga definitivamente en su sitio, es decir, en el patíbulo.

Silvia Delgado y Kalvellido


Fuente: Silvia Delgado y Kalvellido