Artículo de Desiderio Martín Corral, publicado en la sección Ideas del Rojo y Negro 254, de febrero 2012.
El Acuerdo entre estos agentes sociales (patronales y CC.OO y UGT)
para el empleo y la negociación colectiva, no deja de ser, un “acta
notarial” acerca de la precariedad política, moral y social en que se
nos ha sumido a la mayoría de la población en general y específicamente a
los 23 millones de trabajadores y trabajadoras que constituimos la
población activa, aunque 5,3 millones estemos parados y paradas y, 17,8
millones de ocupados y ocupadas –por ahora-, vayamos a tener que transitar nuestras vidas laborales y sociales, por el camino de la desposesión de los derechos laboral
El Acuerdo entre estos agentes sociales (patronales y CC.OO y UGT)
para el empleo y la negociación colectiva, no deja de ser, un “acta
notarial” acerca de la precariedad política, moral y social en que se
nos ha sumido a la mayoría de la población en general y específicamente a
los 23 millones de trabajadores y trabajadoras que constituimos la
población activa, aunque 5,3 millones estemos parados y paradas y, 17,8
millones de ocupados y ocupadas –por ahora-, vayamos a tener que transitar nuestras vidas laborales y sociales, por el camino de la desposesión de los derechos laborales que aún tenemos con la herramienta, vehículo técnico se le llama de la desregulación.
Que el PP pueda cerrar el círculo del autoritarismo, por medio de una reforma laboral aún más bestia, no deja de ser sino, una consecuencia de la derrota y fracaso absoluto de las estrategias sindicales y de las impotencias y ausencias de alternativas transformadoras creíbles y aceptadas por las clases populares, no sólo en estos cuatro años de “gran estafa”, sino y, sobre todo, en los últimos 30 años en los cuales se viene desregulando el mercado de trabajo y desmantelando lo público, lo común de todos y todas.
En los modelos constituidos de relaciones laborales actuales, el trabajador/a entra en el mercado de trabajo, permanece y sale, como una mercancía desnuda de derechos: carece de libertad de contratación, su capacidad de negociación en todo lo referido a sus condiciones de trabajo (jornada de trabajo, tiempo de trabajo, medios adecuados, intensidad, etc.) se encuentra muy disminuida y en cualquier momento, tanto desde la forma jurídica como de la realidad, abandona el mercado de trabajo, engrosando nuevamente las listas del desempleo y pasa a ser empleable (empleabilidad), de donde procede.
La organización flexible del empleo, no sólo fomenta la utilización de mano de obra precaria, -lo cual debe de verse como una consecuencia necesaria para la producción del beneficio-, sino que, sobre todo persigue que la fuerza de trabajo sea utilizada de tal manera que se adapte a las exigencias de la empresa, lo cual necesariamente comporta un aumento en la capacidad de disciplinar dicha fuerza de trabajo.
El trabajador, hombre – mujer, se encuentra indefenso ante la capacidad de disciplina inherente a la relación salarial en la gestión de la fuerza de trabajo. Indefensión que abarca las dos dimensiones de las relaciones sociales de poder en el interior de la relación salarial: por un lado, la de las gerencias y, por otro, la fuerza sindical o el nivel individual y/o colectivo de negociación de las condiciones de trabajo.
Es una fuerza de trabajo a la que se le hace casi imposible romper el círculo de la inestabilidad e incertidumbre: arbitrariedad e inestabilidad en el acceso, permanencia y salida del mercado de trabajo.
La ausencia de derechos genera una determinada identidad de la fuerza de trabajo que fomenta los valores insolidarios, la competitividad, la desconfianza y, el miedo a “perder” lo que no se pose (empleo variable, salarios escasos y condiciones indignas).
El miedo paraliza la acción tanto de la auto-defensa (lucha individual), como la defensa de los derechos colectivos, constituyéndose un proceso individualizante y de espera de “un algo externo” sin nombre y sin elementos objetivos que lo expliquen. Que las cosas vayan a mejor, pero sin la intervención del sujeto o sujetos sociales.
La misma incertidumbre sobre el futuro, no sólo el laboral, sino el social del individuo, aumenta las dificultades para conformar y afianzar identidades individuales y colectivas en torno al trabajo. Pero ésta no- identidad (del trabajo), no se hace desde la crítica a la relación salarial o dicho de otra forma, desde la ruptura con la relación salarial obligatoria, sino que la misma, no se constituye por la ausencia de continuidad o permanencia del trabajo.
El conflicto no desaparece pero se complejiza al disolverse en una red de telaraña, cuyo efecto social más inmediato no es otro que el de acrecer la posición de fuerza de las gerencias, de las empresas, del capital.
Enfrentarse al capitalismo exige no sólo combatir el trabajo asalariado en su forma social actual y en su manera de gestión, sino que requiere de una voluntad práctica de combatir la asignación obligatoria del trabajo, de repartir el trabajo, de acortar drásticamente el tiempo de trabajo obligatorio, de la obligación de un modo de comportamiento social con pautas de consumo material y relacional, distintos, donde todos cuidemos y seamos cuidados, donde la austeridad sea sinónimo de suficiente para todos y todas y, seamos capaces de generar contrapoderes que se muevan en otras lógicas de constitución de las relaciones sociales.
Si bien es cierto que la precariedad material y moral es lo “común” de gran parte de la población, también es cierto que esta condición de miserabilidad contiene en sí misma el principio de esperanza, de posibilidad de rebelarse, de levantarse del suelo, de ser sujetos autónomos de nuestra propia historia.
Desiderio Martín Corral
Fuente: Desiderio Martín Corral