El anarquismo, como posibilidad, tiene muchos enemigos. Sin embargo, uno de sus más encarnizados contrarios han sido los regímenes autoritarios que, falsificando todas las nociones de socialismo, históricamente se han promovido a sí mismos como la verdadera cristalización de los valores de libertad, igualdad y fraternidad.
En cada una de las situaciones, los gobiernos
capitalistas de Estado, en sintonía con la secularización del
pensamiento religioso construida en la modernidad, han infantilizado
y dividido el conflicto entre “fieles” –quienes los apoyan- y
“herejes” –quienes los adversan.
En cada una de las situaciones, los gobiernos
capitalistas de Estado, en sintonía con la secularización del
pensamiento religioso construida en la modernidad, han infantilizado
y dividido el conflicto entre “fieles” –quienes los apoyan- y
“herejes” –quienes los adversan. En esta supuesta confrontación
de dos modelos civilizatorios, en términos religiosos la lucha del
“bien” contra el “mal”, los autoritarios necesitan afirmar,
aunque no sea cierto, que todos y todas las revolucionarias del mundo
están con ellos, y por tanto, enfrentados a las fuerzas que los
adversan.
Como
bien sabemos ahora, desde la Revolución Rusa de 1917 las izquierdas
autoritarias y nacionalistas que han gobernado han desarrollado
diferentes estrategias para desarticular, cooptar y fragmentar al
resto de organizaciones revolucionarias que pudieran, precisamente,
constituir una opción de izquierda a su proyecto, y que realizaran
diferentes denuncias de las contradicciones y abusos al proceso
progresivo de centralización del poder. En el caso del anarquismo,
actitud y cuerpo de pensamiento más refractario al reordenamiento
burocrático del poder y la autoridad, sobran ejemplos trágicos. En
Rusia –y posteriormente la Unión Soviética-, China, España y
decenas de ejemplos, los anarquistas han sido sistemáticamente
perseguidos y exterminados por los estatistas. El homicidio, no
obstante, ha sido acompañado por la mentira, la tergiversación y la
creación de apoyos fantasmas para confundir e inmovilizar al
movimiento anarquista internacional.
Cuba
1961
Cualquiera
que conozca la historia del anarquismo en América Latina sabe que en
Cuba se desarrolló, junto a países como Argentina, Chile, Perú y
Uruguay, un movimiento anarcosindicalista importante y con incidencia
en los conflictos obreros de su tiempo. Como bien ha documentado el
libro “El anarquismo en Cuba” de Frank Fernández
(http://bit.ly/kEkeac), el movimiento ácrata isleño poseía
protagonismo en diferentes sindicatos, producía periódicos y
revistas de discusión, propaganda y agitación, así como diferentes
locales que servían de puntos de encuentro e intercambio. El
anarquismo y los anarquistas cubanos, como podrán corroborarlo los
interesados, se sumo a la lucha popular contra el dictador Fulgencio
Batista y, el derrocamiento de este en 1959, despertó en los
militantes las mismas expectativas sobre el futuro de la isla que al
resto de sociedad. Como relata Fernández, las publicaciones
libertarias de esos días, Solidaridad Gastronómica y El Libertario,
reflejaron en sus ediciones una actitud al mismo tiempo favorable,
cautelosa y esperanzadora con relación al nuevo gobierno.
Rápidamente, a finales de 1959, las críticas al gobierno, no
importa donde vinieran, comenzaron a calificarse como
“contrarevolucionarias” por la nueva nomenclatura en el poder. El
castrismo comenzó a invitar a la isla a representantes de todas las
tendencias revolucionarias mundiales para convencerlos de las
bondades de su régimen. Es por ello que en el verano de 1960 visita
La Habana el libertario Agustín Souchy para conocer la experiencia
de reforma agraria. El resultado de la visita sería la publicación
oficial de un extenso artículo en donde el alemán contara al mundo
lo que había visto. El resultado fue un folleto titulado
“Testimonios sobre la Revolución Cubana” (http://bit.ly/xCSeZy),
sin pasar por la censura oficial, con un tono diferente al esperado
por las autoridades, en donde se advertía el giro autoritario de la
nueva administración. El libelo fue recogido por el Partido
Comunista Cubano (PCC), sin embargo pudo ser conocido gracias a una
edición de la editorial Reconstruir de Buenos Aires. Los anarquistas
no eran fácilmente impresionables, hacía falta una nueva
estrategia.
Una
buena parte de los anarquistas cubanos de la época estaban
organizados en la Asociación Libertaria de Cuba (ALC). Para 1961 su
Secretariado de Relaciones era ocupado por Manuel Gaona Sousa,
controlando los contactos de la orgánica con el mundo anarquista
internacional. Gaona, sin embargo, había mostrado un temprano
entusiasmo tanto por el Movimiento 26 de Julio (M26J) como por Fidel
Castro. Su prestigio y su historial en el anarquismo, su rol clave
dentro de las comunicaciones con el exterior y su deseo de colaborar
con un gobierno al que apoyaba fueron aprovechados al máximo por las
autoridades cubanas. Gaona redactó un comunicado, titulado “Una
aclaración y una declaración de los libertarios cubanos” (que
puede leerse íntegro en http://bit.ly/AtRLVI) en el que afirmaba que
“la casi totalidad de la militancia libertaria, se encuentra
integrada en los distintos organismos de la Revolución Cubana”,
negando paralelamente la existencia de presos por su activismo
libertario, situación que era denunciada insistentemente por las
publicaciones anarquistas de la isla.
El
manifiesto de Gaona, que fue enviado a todas las publicaciones
libertarias de la época, contenía cinco ideas clave: La primera que
no existía ningún anarquista detenido por sus convicciones; dos, no
existía persecución política o religiosa en Cuba; tres, los
anarquistas apoyaban al gobierno castrista; cuatro, el castrismo
representaba los ideales por los cuales peleaban los libertarios y,
la quinta parte era una burda y literal copia de la propaganda del
régimen acerca de sus pretendidos beneficios sociales, políticos y
económicos. Finalmente, el documento expresaba: “queremos alertar
a los compañeros del Movimiento Libertario de México, de América
Latina y del Mundo y a los compañeros españoles exilados en
América, para que no sean sorprendidos por las mal intencionadas y
mentirosas informaciones que reciban de quién o quienes, al
servicio, conscientes o inconscientes, de la contra-revolución
cubana”. El texto, para ser representativo del anarquismo cubano,
apenas estaba firmado por 25 nombres, y después se conoció que
algunas firmas fueron conseguidas por engaño de Gaona. Algunos
libertarios consultados por este y que se negaron a firmar lo que
significaba renunciar a los principios básicos del anarquismo, como
el conocido compañero Marcelo Salinas y López, posteriormente
fueron perseguidos de tal manera que fueron obligados a irse al
exilio.
La
orfandad de los anarquistas
El
documento de Gaona generó varias terribles consecuencias para el
anarquismo de la isla. Por un lado los dividió, a los ojos de las
autoridades cubanas, en “buenos” –el reducido grupo que apoyaba
la postura Gaona- y “malos”, el resto. En segundo lugar sembró
la confusión en las organizaciones anarquistas internacionales,
especialmente en las latinoamericanas. En tiempos de la ofensiva de
Estados Unidos contra Cuba, el prestigio de la lucha guerrillera en
el continente que tenía a los barbudos del M26J como referentes y la
escasa comunicación con los militantes dentro de la isla,
literalmente paralizaron las críticas y cuestionamientos anarquistas
sobre el nuevo régimen. Y en los hechos, la orfandad de los
anarquistas cubanos favoreció su persecución y exterminio. Algunos
nombres: Augusto Sánchez, prisionero y asesinado; Rolando Tamargo y
Ventura Suárez, fusilados; Sebastián Aguilar hijo, asesinado a
balazos; Eusebio Otero, muerto en su habitación; Raúl Negrín,
quemado vivo. Detenidos y condenados a penas de prisión: Casto
Moscú, Modesto Piñeiro, Floreal Barrera, Suria Linsuaín, Manuel
González, José Aceña, Isidro Moscú, Norberto Torres, Sicinio
Torres, José Mandado Marcos, Plácido Méndez y Luis Linsuaín.
Algunos compañeros no resistieron las torturas infligidas en
prisión: Francisco Aguirre, muerto en la celda; Victoriano
Hernández, enfermo y ciego por los maltratos, se suicida; y José
Álvarez Micheltorena, fallecido a las pocas semanas de salir del
cautiverio.
Manuel
Gaona fue promotor activo de la persecución activa de sus viejos
compañeros. A pesar que las acusaciones contra los verdaderos
libertarios eran adjetivos típicos del stalinismo –“miembro de
la CIA” entre el más común-no dejaron de ser eficaces. En opinión
de Fernández “La información, o mejor, la confusión
internacional en el caso cubano dentro del campo anarquista, la
inicia el aparato propagandístico del régimen cubano con enormes
recursos, talento, imaginación y mucha habilidad política”.
Incluso los intentos de agrupamiento de los anarquistas cubanos en el
exilio, como el caso del Movimiento Libertario Cubano en el Exilio
(MLCE), fueron acusados por los propios anarquistas y
antiautoritarios de ser “contrarevolucionarios”, como fue el caso
de Daniel Cohn Bendith, quien en el Congreso Internacional Anarquista
de Carrara, en 1968, acusó al MLCE de “estar financiado por la
CIA”. El abandono del anarquismo cubano por parte de sus pares
constituye uno de los peores errores en la historia del movimiento
anarquista. No fue sino hasta 1978, con la publicación del libro “La
revolución cubana: Un enfoque crítico” de Sam Dolgoff que el
mundo libertario comenzó a entender lo que verdaderamente había
pasado en la isla. Pero ya era demasiado tarde.
Medio
siglo después, la comedia
50
años después del “manifiesto de Gaona” la estrategia intenta
repetirse. En tiempos en que en el continente han llegado al poder
varios gobiernos autodenominados de izquierda y progresistas, las
nuevas burocracias intentan difundir que todos los revolucionarios,
incluyendo a los anarquistas, están de su parte. De la mano de
algunos conversos, e inventando organizaciones e iniciativas
fantasmagóricas, se difunde por internet que los “verdaderos
anarquistas” apoyan a los gobiernos de Rafael Correa, Evo Morales,
Cristina Kirchner y Hugo Chávez, entre otros, y que los “anarquistas
falsos” los critican, y por tanto están “lejos de las luchas
populares”. Uno de los intentos más extravagantes lo constituye
una efervescente “Federación Anarquista Revolucionaria de
Venezuela”, cuya primera declaración expresa su apoyo al gobierno
bolivariano de Hugo Chávez (http://bit.ly/A2UG4M)
y afirma la necesidad de integrar su coalición electoral, el “Gran
Polo Patriótico” de cara a los próximos sufragios presidenciales
(http://bit.ly/y8ZTJM).
Sin embargo, hay una gran diferencia con la época de Manuel Gaona.
Las tecnologías de la información hacen casi imposible la
incomunicación que permitió dudar sobre la naturaleza del gobierno
de Fidel Castro. Para cualquier interesado e interesada es posible
conocer a las diferentes opiniones e iniciativas, que del campo
popular y revolucionario, evidencian las contradicciones de estos
gobiernos y su progresivo acoplamiento al capitalismo globalizado de
nuestros días, la criminalización de los luchadores sociales y el
amparo de nuevas burguesías por el capitalismo de Estado. La
historia se repite, primero como tragedia y después como comedia.
Rafael
Uzcátegui
Fuente: Rafael Uzcátegui