Necesitaba dinero urgente. No era que mi situación económica fuera mala sino algo coyuntural, de poca importancia, 60.000 € que podría devolver en el plazo de un año a razón de 5.500 € mensuales, lo que hacía un total de 66.000 €. El banco no me ponía ninguna pega, pero me hizo la muy razonable proposición de que esa financiación a un año me iba a llevar excesivamente apretadito y que, sin embargo, si lo financiaba a 10 años, me quedaba una cuota para mí muy cómoda de 700 € mensuales y que, además, ese préstamo me permitía hacer una desgravación fiscal de 1.800 € anuales.
Eché cuentas: los
700 € anuales durante 10 años suponía que yo desenvolsaba un total de 84.000 €
que, restandoles las deduccciones fiscales de 18.000 €, me quedaban en los
66.000 € que hubiera pagado con el préstamo a un año. Ciertamente una propuesta
muy razonable que acepté rápidamente.
Eché cuentas: los
700 € anuales durante 10 años suponía que yo desenvolsaba un total de 84.000 €
que, restandoles las deduccciones fiscales de 18.000 €, me quedaban en los
66.000 € que hubiera pagado con el préstamo a un año. Ciertamente una propuesta
muy razonable que acepté rápidamente.
Demasiado
rápidamente. Era verdad que para mí era muy cómoda y no perjudicial para mis
intereses, pero realmente el beneficiado era el banco y el perjudicado el
erario público. Con mi aceptación lo que había conseguido era el trasvase de
18.000 € de dinero público a la banca privada. Es un trasvase que provocamos
frecuentemente, unas veces de forma forzosa, quedando atrapados en el tinglado
que nos tienen montado, y otras, buscándolo intencionadamente. Cada uno
defendemos nuestros intereses –individuales y normalmente pequeños- y, entre
todos defendemos los del mundo financiero. El tinglado está así, y nosotros nos
incorporamos a él con facilidad, cuando no con entusiasmo fervoroso.
Podremos decirnos
que “esto es lo que hay”, pero no podemos olvidar de que es perverso (para
muchas personas y desde hace mucho tiempo terriblemente perverso) y que cada
vez se convierte en más crudo. Vendiéndosenos que la economía tiene sus reglas
que hay que acatar, venimos admitiendo la economía capitalista, que ha arrasado
recursos y generado enormes desigualdades mundiales. Hoy, el centro de ese
capitalismo lo constituye la economía financiera, la que provocó, quizás
intencionadamente, el inicio de la crisis. Como su papel es tan central hubo
que salvar las entidades financieras con dinero público, nuestro dinero, dado
gratis. Los estados se empobrecieron, las entidades financieras, ahora
mercados, se enriquecieron y empezaron su acoso a lo público, comprando deuda
pública al interés que marcan, provocando la bancarrota de lo público,
exigiendo la privatización de todo lo público, el deterioro de las condiciones
laborales y salariales, y el desmantelamiento de todo lo social.
La crisis ya es
nuestra y seguirá apretándonos si no somos capaces de hacerle frente y pararla,
si no somos capaces de presionar a nuestros gobernantes que, demasiado
gustosamente, se someten al dictado de los poderes económicos. Al “esto es lo
que hay” tendremos que oponerle nuestro “aquí estamos y tendréis que tenernos
en cuenta” en defensa del empleo, de los salarios, del estado de bienestar.
Seguimos viviendo
en una sociedad con un nivel de recursos importante, pero con unos niveles de
desigualdad escandalosos y crecientes, en beneficio de una minoría cada vez más
pequeña y en perjuicio de una mayoría cada vez más amplia. Necesitamos impulsar
el reparto, así de sencillo o así de difícil. Atender en primer lugar a las
necesidades más básicas de quienes más necesitan, caminando hacia sociedades en
las que nuestros derechos, esos inherentes a todas la personas, estén
garantizados, aun perdiendo en consumos individuales superfluos. Los recursos
existen, necesitamos el reparto. Depende de nosotras y nosotros.
En esa línea, CGT
Nafarroa llevó a cabo una concentración el pasado día 25, a las 18:30 h, en la
Plaza de las Merindades de Iruñea, para reclamar el cese de los recortes y el
reparto de los recursos y del trabajo.
Manuel Velasco Valladares, Secretario General de la CGT en Navarra
Fuente: Manuel Velasco Valladares, Secretario General de la CGT en Navarra