Casi nada, hay que juntar no pocas ganas para disponerse a la lectura del impresionante tocho de más de 600 páginas que con el denso nombre de “La Democracia y el Triunfo del Estado: Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora” (Ed. Manuscritos), constituye la obra más completa y ambiciosa hasta el momento de Félix Rodrigo Mora.

En Tortuga AA-MOC

Si denso es el título no lo es menos el
estilo y contenido del libro. Aún así pensamos que vale, y mucho, la
pena hacer el esfuerzo de leerlo. Las razones que nos hacen pensar así
quedarán expuestas a continuación.

Félix Rodrigo Mora desde hace unos
pocos años está dando mucho que hablar en determinados ambientes
políticos, y su nivel de producción literaria viene siendo incesante.
Casi tanto como su activismo a la hora de viajar a presentar sus libros,
a dar charlas, conferencias, mantener encuentros etc.

Si denso es el título no lo es menos el
estilo y contenido del libro. Aún así pensamos que vale, y mucho, la
pena hacer el esfuerzo de leerlo. Las razones que nos hacen pensar así
quedarán expuestas a continuación.

Félix Rodrigo Mora desde hace unos
pocos años está dando mucho que hablar en determinados ambientes
políticos, y su nivel de producción literaria viene siendo incesante.
Casi tanto como su activismo a la hora de viajar a presentar sus libros,
a dar charlas, conferencias, mantener encuentros etc.

En Alasbarricadas.org se escribe sobre él:
“Colaborador del extinto colectivo Los Amigos de Ludd, Félix Rodrigo
adquirió notoriedad con la publicación del libro Naturaleza, ruralidad y
civilización (Brulot, 2008), momento en el que comenzó a prodigarse con
multitud de charlas y jornadas en todo el estado español. A ese libro
han seguido La democracia y el triunfo del Estado (Manuscritos, 2008),
Crisis y utopía en el siglo XXI (Maldecap, 2009), Borracheras no
(Aldarull/Distri Maligna/Maldecap/Rompe la norma, 2010), O atraso do
nacionalismo autonomista galego (Unión Libertaria, 2010), Seis estudios.
Sobre política, historia, tecnología, universidad, ética y pedagogía
(Brulot, 2010) y El giro estatolátrico (Maldecap, 2011), así como
infinidad de textos más breves aparecidos en otros soportes.”

Por cierto que toda esta actividad
literaria y discursiva también ha creado su polémica y ha generado la
publicación de un libro “anti–Félix” que, con la intención de desmontar
sus teorías, se anuncia en la misma reseña de Alasbarricadas.org de
donde tomamos el texto anterior. (Ver reseña). (Ver polémica sobre la reseña).

Félix Rodrigo, en palabras de su misma web hablando del libro que aquí reseñamos afirma que
“La Democracia y el Triunfo del Estado, es fruto de más de 17 años de
reflexión y estudio, una vez convencido de que las teorías obreristas
urdidas en el siglo XIX están ampliamente superadas por las
circunstancias. Lejos de cualquier ánimo perfeccionista y dogmático
respecto del conjunto de ideas planteadas, su fin consiste en esbozar,
lo que se podría considerar como una posible y necesaria revolución
democrática, axiológica y civilizadora.»

Temas tratados

El libro está estructurado en seis
capítulos, más prólogo y epílogo.
El capítulo primero aborda cuestiones sobre todo de tipo histórico.
Centrándose fundamentalmente en el ámbito geográfico del estado español,
analiza un periodo que comienza en la segunda mitad del siglo XVIII y
se extiende hasta la actualidad. Félix Rodrigo contempla la Historia
Contemporánea de España como el relato secuencia del nacimiento,
expansión, consolidación y triunfo del Estado liberal burgués, una
realidad política controlada y al servicio de las élites, -como se verá-
profundamente antidemocrática, y estrechamente ligada al desarrollo del
sistema económico que conocemos: el capitalismo. El Estado liberal
crecerá de forma continua acumulando propiedad y poder, en un dinamismo
que llega perfeccionado a nuestros días. Ni siquiera la alabada 2ª
República será otra cosa que un jalón en ese camino. Su prosperidad lo
será a costa de los modelos sociológicos anteriores: Las realidades
comunales, de apoyo mutuo y las formas tradicionales de vida del mundo
rural serán progresivamente desmanteladas y devastadas. Sistemas
democráticos tradicionales como el Concejo Abierto o realidades de Apoyo
Mutuo como los ejidos y otras propiedades comunales irán siendo
sustituidos, no sin resistencias y fuerte represión, por el sistema
parlamentario no-democrático y al servicio de las élites que conocemos
hoy, y por el trabajo asalariado respectivamente.

En segundo lugar el libro se detiene
para realizar un pormenorizado análisis de los mecanismos que el Sistema
(definido en toda la obra como “par capital-estado”) emplea actualmente
para obtener la obediencia acrítica y el seguidismo de la mayor parte
de las personas de la sociedad. La que denomina “sociedad del
adoctrinamiento” viene a ser la resultante de, entre otros, los
siguientes mecanismos, que son analizados: 1/ Los sistemas de
educación-formación pública de la infancia y la juventud, con mención
especial al papel de las universidades. 2/ El monopolio de la ciencia el
saber y la cultura por parte de una casta intelectual academicista, a
sueldo y obediente por tanto a los designios del poder político.
Nuevamente el papel de la universidad sale a relucir. También se habla
en términos similares de la “estetocracia”, refiriéndose a las élites
culturales que crean las modas y paradigmas de consumo. 3/ La prensa
(periódicos, radio, televisión, cine de masas, Internet, publicidad
comercial…). Todos estos medios son analizados con numerosos datos e
interesantes perspectivas.

El capítulo tercero es el más proceloso
del libro, dedicado todo él a las bases filosóficas e ideológicas sobre
las que se asienta y legitima el actual orden de cosas. Remontándose a
los clásicos griegos va recorriendo de forma harto crítica distintos
momentos de la Historia de la Filosofía. Ockham y Spinoza, la
Ilustración en pleno, Hegel o la que denomina “filosofía de la praxis”
(las escuelas marxistas) son analizados y discutidos en lo que tienen de
aportación doctrinal a la construcción del Estado liberal y de negación
de la única democracia real posible, definida por Félix Rodrigo como
“una red de asambleas libres”. También cuestiona filosofías de “la
modernidad” como las de Nietzsche o Heidegger, y algunas de las más
recientes corrientes de pensamiento. Capítulo aparte merece la llamada
“Escuela de Frankfurt”, responsable en gran parte, según Félix Rodrigo,
de la conversión de gran parte de la izquierda, sobre todo a partir de
mayo del 68, en estatólatra, esto es, defensora de la existencia y
fortaleza del estado liberal-capitalista en su forma denominada “de
bienestar”, y por lo tanto no-revolucionaria.

En cuarto lugar, analizando la voz
“Revolución”, se realiza una crítica histórica, si bien no muy
minuciosa, de diferentes experiencias revolucionarias, desde la francesa
de 1789 hasta las últimas revoluciones “antiimperialistas” de la
segunda mitad del siglo XX, pasando por la bolchevique de 1917 o las
experiencias más avanzadas de la República española, antes y durante la
guerra. La tesis del autor es que ninguna de estas “revoluciones”
perseguía (ni persigue) la verdadera democracia sino que más bien han
sido utilizadas por las élites de cada país para el fin de desarrollar
al máximo la liberticida institución estatal. El capítulo concluye con
una extensa e interesante propuesta de lo que debe y no debe ser llamado
“revolución” y sobre las perspectivas actuales para lograrla (la de
verdad).

El capítulo quinto, titulado “del Estado
y de la Estatolatría” dedica 150 páginas a reflexionar sobre la actual
naturaleza de la institución estatal pormenorizando sus principales
realidades. En numerosos casos se distingue “lo que hay” de “lo que
debería haber”, siendo así éste un capítulo que ofrece no pocas
alternativas, y de hecho concluye con una exposición de “criterios
ordenadores de la vida económica en una sociedad bien constituida”. A lo
largo del capítulo se habla sin prisas de nacionalidades, municipios,
libertades formales y reales, trabajo asalariado, “democracia
representativa”, “Estado del Bienestar”, “Estado de Derecho” y de las
instituciones coactivas que salvaguardan la totalidad de la institución:
poder judicial, policía y ejército. Todo ello aderezado, como decimos,
con cavilaciones sobre la libertad, la sociabilidad, la justicia… y cuál
sería “el acuerdo fundacional de una futura sociedad democrática”.

El sexto capítulo concluye con una
prolija y demoledora crítica a la evolución en los países desarrollados
de “la izquierda y el izquierdismo”. Ni siquiera el anarquismo sale
airoso del riguroso examen. Dicha evolución, según afirma Félix Rodrigo,
ha llevado a estas fuerzas a ser profundamente defensoras de lo estatal
en sus formas actuales y por ello a constituir uno de los principales
apoyos que hacen que el par capital-estado haya culminado a día de hoy
casi al 100% el programa que viene persiguiendo desde hace casi dos
siglos. Dicho programa incluye la institucionalización masiva tanto de
formas políticas no-democráticas como de la concentración de la riqueza
en pocas manos y la organización del trabajo en, fundamentalmente,
“asalariado”. Todo ello posibilitado por los importantes mecanismos
adoctrinadores antes expuestos, y con el resultado de una sociedad de
individuos fuertemente acríticos, incapaces, desinteresados de lo
colectivo, no-amantes de la libertad y con un nivel “axiológico” (de
valores, de lo que a los humanos nos hace ser tales) que está en mínimos
históricos.

Precisamente la “axiología” está muy
presente en este sexto capítulo en el que, antes de realizar tan severo
juicio al izquierdismo, se analiza desde el punto de vista ético y
moral al ser humano en sí, estableciendo comparaciones entre el tipo de
individuo y de sociedad propios de las colectividades rurales previas a
la irrupción del Estado liberal, y el actual. También se propone cuál
debería ser la apuesta “axiológica” de los individuos y grupos que
realmente aspiran aún a realizar una verdadera revolución, en
condiciones tan desfavorables como las actuales.


Por mejorar

En primer lugar el estilo. Si ya es un
esfuerzo leer tan largo volumen, la redacción desde luego ayuda poco.
Estilo denso donde los haya, lleno de cultismos, en el que además el
uso de las frases subordinadas emula los más señeros capítulos de Camilo
José Cela o Juan Benet (por cierto que un servidor suele incurrir en el
mismo fallo). En serio que éste es un defecto grande. Se nos ocurre
mucha gente cercana para la que sería un auténtico descubrimiento
conocer los planteamientos del libro, pero que no podrá acceder a ellos
de primera mano al no estar capacitada para enfrentarse a un “ladrillo”
semejante. Imaginamos que al autor ya le habrán reconvenido más de una
vez en este sentido. Sin embargo el hecho de que se empeñe en nombrar
alguna de sus últimas creaciones con títulos de auténtico juzgado de
guardia como «El giro estatolátrico, repudio experiencial del Estado de
Bienestar», no da a entender que haya hecho especial propósito de
enmienda.

Siguiendo con los aspectos criticables
de tipo formal, también resulta en ocasiones incómodo el tono. A veces
entre airado y displicente (aunque sin llegar a los excesos en tal
sentido de “Borracheras No”, y desde luego bastante mejor redactado que
ese librito). Demasiadas veces con un toque de soberbia y dogmatismo.
Resulta a menudo decepcionante ver coronada una interesante y reveladora
reflexión de dos o tres páginas con una corta conclusión imprudente,
pasada de frenada, a menudo ni siquiera fundamentada en datos. Ya
sabemos que potencia sin control…

Del tono también podemos decir que
resulta pesimista y en ocasiones derrotista. Pareciera a veces que no
hay nada que hacer, que el triunfo del Estado liberal ha convertido a
los seres humanos bajo su administración en definitivos sub-humanos
(expresión empleada en el libro) incapaces definitivamente de revertir
la situación.

Otra cosa que incomoda son las
abundantes repeticiones que se dan de ideas y conceptos que ya quedaron
aclaradas en capítulos precedentes.

Pasando a los contenidos, entramos en
terrenos infinitamente subjetivos. Como hemos dicho antes Félix Rodrigo
está creando pensamiento, sus escritos son recientes, y encuentran tanto
admiradores como críticos enconados. Aunque algunos/as por aquí estamos
más bien entre los primeros, sí encontramos algunas cuestiones que no
vemos ni de lejos tan claras como él.

En primer lugar nos da que pensar la
visión tan positiva que Félix R. ofrece de las antiguas comunidades
rurales. Sin negar sus innegables rasgos positivos en línea con lo
expuesto en el libro, pensamos que se peca un tanto de idealización. Más
si cabe cuando al abordar estas realidades tan amplias y complejas sólo
se reflejan luces y en absoluto sombras. Seguro que en esas
colectividades más o menos ajenas al control omnímodo, que luego fue,
del estado, hubo muchos elementos democráticos, de apoyo mutuo, de vida
ecológica etc. Pero nos consta que no todo el monte era orégano y que
sus deficiencias importantes, no nombradas en el libro, también habíalas
allí.

Por otra parte nos parecen discutibles o
matizables algunas de las afirmaciones-conclusión repartidas a lo largo
de todo el libro sobre aspectos tan diversos como el cine, la
izquierda, el comunismo, el epicureísmo, las revoluciones marxistas… y
una infinidad de cuestiones de orden menor con respecto a las tesis del
libro. Muchos de los temas están abordados de forma muy sumaria y las
conclusiones, que son muy categóricas en ocasiones, no se corresponden
en cuanto a su contundencia con el espacio concedido para el análisis
preliminar de cada una de ellas. Un botón de muestra es la cuestión
varias veces tratada a lo largo del libro que se refiere al concepto de
“felicidad”, el cual es negado y vilipendiado por el autor, de forma
reduccionista y con argumentaciones con las que no coincidimos.

Otro tema discutible, relacionado con la
cuestión de la felicidad, es su visión del activista militante
revolucionario. Como si de un monje o asceta se tratara, el paradigma de
ser humano capacitado para el verdadero activismo transformador, según
el autor, es un ser que renuncia a cualquier tipo de deleite o disfrute y
se consagra a la causa por la que trabaja, poniendo en ella todo su ser
y arrostrando todos los riesgos que puedan sobrevenir. Algún lector del
libro “Borracheras no” se queja del puritanismo del autor. Y no va muy
descaminado. No vamos a decir aquí ni que todo vale, ni que los ritmos y
procesos personales ni que patatín patatán, toda esa argumentación
acomodaticia (hippy la llaman algunos/as) para el activismo facilón y
descomprometido que únicamente pretende diversos tipos de
autosatisfacción. Pero como que ni tanto ni tan calvo. ¿No?

Aportaciones

Como se dice en algún sitio, Félix
Rodrigo Mora está realmente revisando la teoría izquierdista empleada
por estos lares desde hace más de un siglo y la está actualizando
generando una nueva cosmovisión tanto a nivel de análisis como de
práctica. Podrá tener sus carencias, inexactitudes e incluso errores,
pero ese mérito es suyo.

A nivel formal permítasenos decir que el
libro está publicado en una bonita edición, con una tipología agradable
y elegante que invita a enfrascarse en la lectura. Y poco más que decir
de lo formal.

En cuanto a los contenidos sí hay muchas cosas que comentar.

En primer lugar la profusión de citas de
autores. Félix Rodrigo afirma en el prólogo huir de academicismos y
deber su formación a lo que denomina “la lectura de los clásicos”. Todo
el libro está trufado de párrafos entrecomillados de esos “clásicos”,
entre los que hay filósofos, sociólogos, políticos, intelectuales… de
diferentes lugares y épocas. Estas citas enriquecen sobremanera la
lectura y suelen estar más que bien traídas. Fundamentar las
argumentaciones con estos párrafos hace que en “La Democracia y el
Triunfo del Estado” sea un libro profuso en cuanto a notas a pie de
página, y que éstas sean muy amplias. Es común que el exceso de
anotaciones haga tediosa una lectura o que el lector se las ahorre para
poder dedicarse a recorrer la obra de forma más lineal. Sería un craso
error hacerlo así en este caso, ya que las notas a pie de página, como
decimos oportunamente dispuestas, y que suponen un impresionante
despliegue de erudición, aportan informaciones tan valiosas, si no más,
que el texto principal, y son muy amenas e interesantes.

En segundo lugar cabe hablar de la
profundidad, extensión y ambición de esta obra. Dice el autor que es la
culminación de diecisiete años de trabajo. En el prólogo se lamenta de
haber tenido que cortar y resumir numerosas argumentaciones. Miedo da
imaginar la extensión que hubiera cobrado el libro para que su autor
quedara tranquilo con respecto a haber dicho todo lo necesario para que
sea comprendida cada afirmación. El resultado por tanto es un tratado
que lo contiene “todo”: lo que se quiere decir se fundamenta en términos
históricos, ideológicos, morales, de análisis de la realidad, de
valoración y ponderación de la misma, de contraste con su referencia
“ideal” y finalmente de propuesta de actuación. Un gran esfuerzo que
logra definir una visión global, una cosmovisión. Y por cierto una
cosmovisión sorprendentemente novedosa –tal vez ilusionante- para esta
izquierda radical del estado español confusa, derrotada y en regresión
permanente desde hace décadas.

A nivel de conceptos las principales aportaciones del libro podrían ser estas:

a/ La Democracia.
Para quienes llevamos tantos años comprendiendo la realidad en los
términos del materialismo dialéctico (la casi totalidad de la izquierda
no institucional) nos resulta novedosa la perspectiva de que no todo lo
que sucede tiene porqué reducirse a la causa de la explotación económica
y acumulación de riqueza en pocas manos, o sea, a una lucha –de clases
si se quiere- por la propiedad. Félix Rodrigo pone el acento en el poder
político y no tanto en la concentración de riqueza material que,
estando estrechamente vinculada a lo anterior, sería más bien su
consecuencia inevitable. En todas las épocas hubo clases dominantes que
trataron de acaparar el poder político y, en inexorable sucesión, la
riqueza. La Historia Contemporánea es el relato de un cambio de manos en
la detentación del poder político, el cual, de las élites
aristocráticas pasa a las élites burguesas a lo largo del siglo XIX (las
llamadas revoluciones burguesas). Esta nueva oligarquía se organiza y
blinda frente a la mayoría de la población, despojada de poder y
riqueza, en torno a la institución del estado-nación. Dicho estado asume
el liberalismo como su programa ideológico y el capitalismo –también
llamado “liberal”- como su modelo económico. Desde el punto de partida
de este proceso, datado en la Revolución Francesa, hasta la actualidad,
esa institución creada para asegurar el monopolio político en las
correspondientes manos va atravesando diversas fases que combinan
periodos “constitucionales” con otros que son netamente autoritarios,
incluyendo incluso dictaduras militares y guerras. Sin embargo, con el
tiempo, en todos los estados se va desembocando en las llamadas
“democracias de representación”, las cuales consisten en un sofisticado
sistema político que combina el bombardeo-adoctrinamiento masivo de la
población con un simulacro de soberanía popular ejercido mediante
votaciones periódicas a candidatos y partidos políticos de entre los
cuales emanan los legisladores y gobernantes. El Sistema asegura en
todos los casos que el poder político siempre esté monopolizado por las
élites burocráticas y financieras herederas de la antigua burguesía y
que la gran mayoría de la sociedad no solo no pueda participar en modo
alguno en la gestión de absolutamente nada sino que además permanezca en
el error de creer vivir en una sociedad libre y democrática.

Como ya se dijo arriba, sólo existe en
propiedad la democracia cuando cada persona de la sociedad tiene la
facultad de participar directamente en la toma de cualquier decisión que
le afecte. Félix Rodrigo formula una serie de propuestas
sorprendentemente concretas para extender este principio a la
organización de una sociedad amplia. La premisa básica es que nada que
no sea una red de asambleas libres puede denominarse democracia. La
segunda idea es que tal cosa es perfectamente realizable en la
actualidad a escala pequeña, media y grande, y que si no se da no es a
causa de su imposibilidad material fáctica sino por voluntad determinada
y espuria de las élites en el poder.

b/ La crítica a la estatolatría.
Algún amigo arruga la nariz al escuchar este palabro. Y sin embargo nos
parece de lo más apropiado. Si partimos de la idea de que las élites
que acaparan el poder de decisión y los bienes económicos poseen su
principal instrumento para realizar y defender dicho expolio en la
figura del estado-nación liberal, cabe pensar que quienes se cuentan en
el campo de los despojados/as no deberían desear con más fuerzas nada
que no fuera la desaparición de esa formidable herramienta. Tal cosa era
así en muchos de los círculos de pensamiento obrerista de finales del
siglo XIX y principios de XX. Sin embargo una vez concluida la segunda
guerra mundial y, especialmente después del fracaso del llamado
“socialismo real” tras la caída del muro de Berlín, el grueso de la
izquierda europea y norteamericana, en virtud de causas y mecanismos
bien descritos, fue pasándose paulatinamente a una ideología que
podríamos denominar “defensa del Estado de Bienestar”. Así hoy los
partidos socialistas o comunistas, los sindicatos y los llamados
movimientos sociales no tienen por regla general en su programa un
cambio radical del orden vigente sino solo algunas mejoras puntuales y
concretas a alcanzar sin forzar apenas los límites del marco político y
económico imperante. Dada por perdida la batalla verdaderamente
revolucionaria, el nuevo icono no es el Socialismo, sino el Estado,
entendido como “lo público” frente a “lo privado”, lo “de todos” frente a
lo “de algunos”. Ese Estado comprendido en términos casi teológicos (de
ahí lo de –latría) del cual se espera, como el maná, todo tipo de justa
redistribución de bienes y servicios, es contemplado cerrando
deliberadamente los ojos a la realidad de que es la élite empoderada y
no el pueblo quien lo controla de cabo a rabo, lo utiliza para su
interés, y lo define de unas y otras formas según le interesa a cada
momento. Entre la izquierda existe fe casi religiosa en las
posibilidades del “pueblo” organizado para lograr que el Estado sea
justo y, a causa de ello, se trabaja políticamente –de forma ingenua e
incluso suicida- para que dicho Estado sea fuerte frente a los poderes
económicos. Éstos no se quieren ver como lo que realmente son con
respecto al Estado: su otro lado de la moneda. Tal es la falsa dicotomía
que arrastra como imán camino del sumidero los esfuerzos
transformadores de esta izquierda reconvertida.

A más fortaleza del Estado, mayor
control social, mayor adoctrinamiento, mayor concentración económica y
menos espacio para cualquier organización social, económica y política
de base, para la democracia real en una palabra.

c/La propuesta.
Félix Rodrigo es pesimista y desliza en numerosas ocasiones
desesperanza y dudas acerca de si el triunfo del par estado-capital
liberal no será ya irreversible. Opina que dado el largo trayecto
recorrido en la destrucción sistemática de todo tipo de realidades
horizontales, populares y democráticas, de los modelos ecológicos y
naturales de vida, de los modelos relacionales, y todo ello unido al
espectacular esfuerzo adoctrinador, la actual población de nuestras
sociedades occidentales ha perdido en general buena parte de sus
características humanas.

Aún así desarrolla su programa para el
caso de que queden seres humanos que “amen la libertad” y estén
dispuestos a luchar y sacrificarse por ella. La propuesta es primero
axiológica, y por ello se trata de distanciarse y dar la espalda tanto a
las realidades que manipulan nuestra ideología, como a los hábitos y
costumbres corrompidas que educan nuestra manera de ser. Es bajo este
punto de vista que formula los asertos que resultan “puritanos” a más de
uno. En segundo lugar se hace prioritario recomponer, primero a pequeña
escala pero sin renunciar a nada, un tejido social sano; generar
realidades colectivas democráticas, autogestionarias, cooperativas, de
apoyo mutuo, de coeducación, y desde ahí ir tejiendo redes y
desarrollando fórmulas organizativas democráticas en lo político y
económico que puedan funcionar en rangos geográficos superiores. El
tercer y definitivo momento vendría a ser la pugna o batalla entre la
nueva realidad que trata de eclosionar y las estructuras opresoras del
Estado liberal que, evidentemente, harán cuanto esté en su mano por
impedirlo. Para esta batalla, que, de darse, el autor imagina difícil y
sacrificada y que quizá pudiera acabar en derrota, no prescribe medios
concretos.

En conclusión

Se trata de una obra valiente, ambiciosa
y tremendamente reveladora. Con muchas más luces que sombras, aunque,
como quedó dicho, de estas últimas también tiene. A pesar de sus
momentos pesimistas podemos decir que, abarcándolo como un todo,
finalmente acaba resultando un libro esperanzador, puesto que desbroza
netamente la comprensión del complejo momento en el que estamos y
propone vías concretas de avance. Ambas cosas son elementos de los que
veníamos careciendo en gran manera. Hay que agradecer a Félix Rodrigo
Mora estas largas reflexiones que ha tenido a bien pensar y poner por
escrito, las cuales están dando mucho que hablar y es de creer que van a
influir en mayor o menor medida en la orientación ideológica y la
práctica de no pocos colectivos. Ojalá que todos estos conceptos sean
recibidos y escuchados desde la mejor crítica constructiva para que
puedan ser discutidos, mejorados y desarrollados. No es faltar a la
verdad decir que en el momento actual hace mucha falta algún tipo de
consenso ideológico claro y eficaz que galvanice esfuerzos, frene la
sangría de activistas sociopolíticos y, en definitiva, saque del atasco
la rueda del carro. A ver si esta es una buena punta para tirar del
ovillo.

Salut.

________


Reseña de este mismo libro, escrita por Félix Rodrigo para Tortuga (orientada a la cuestión militar): El ejército, intolerable agente de los últimos 250 años de nuestra historia

Materiales de y sobre Félix Rodrigo Mora en Tortuga:


Fuente: Tortuga