Tres jóvenes inmigrantes han muerto abrasados en las chabolas que se encuentran junto al CETI de Melilla. Son tres números más de una larguísima estadística de muertes de jóvenes trabajadores, que vienen a Europa huyendo de las deplorables condiciones de vida de sus países; jóvenes que mueren o desaparecen en el desierto o en el mar.

    Los ahora
    fallecidos era afortunados, habían conseguido entrar en una ciudad
    europea, estaban cerca de finalizar el camino, y mientras podían
    esperar en el CETI, un lugar aceptable con las necesidades básicas
    cubiertas. Pero esta vida es soportable durante unos meses, no
    cuando hay que esperar cinco años para salir de Melilla, sin saber
    si el destino de cada uno es residir en Europa o volver por la
    fuerza al punto de partida.


      Los ahora
      fallecidos era afortunados, habían conseguido entrar en una ciudad
      europea, estaban cerca de finalizar el camino, y mientras podían
      esperar en el CETI, un lugar aceptable con las necesidades básicas
      cubiertas. Pero esta vida es soportable durante unos meses, no
      cuando hay que esperar cinco años para salir de Melilla, sin saber
      si el destino de cada uno es residir en Europa o volver por la
      fuerza al punto de partida.

      Durante
      estos años han de vivir con un régimen de vida muy distinto al que
      tendría un joven en cualquier lugar del mundo. Sin lugares para el
      esparcimiento y el ocio, desintegrados de la población local, sin
      posibilidad de vivir unidas las familias, acostándose cada noche
      pensando que despertarán de madrugada detenidos, esposados, para a
      su expulsión, …, no resulta descabellada la idea de montar una
      chabola para vivir con un poco de libertad.

      Ahora
      podemos discutir, acusar, sobre las responsabilidades a unos y a
      otros, si la tragedia la pudo evitar el Delegado del Gobierno, el
      Alcalde o la Justicia; si la gestión de éste servicio ha sido el
      adecuado, pero tres familias están de luto por la muerte de los que
      eran su esperanza.

      También
      podíamos hablar de la responsabilidad de ongs. o de ciudadanos, que
      nos acostumbramos a cohabitar con el riesgo para vidas humanas,
      especialmente las de los mas desprotegidos y necesitados. ¿Podemos
      hacer algo más para que desastres como éste no ocurran?.

      Es urgente
      ponerse manos a la obra para que no haya nuevas tragedias. Las
      discusiones estériles entre responsables públicos, eximiéndose de
      responsabilidad o culpando al de distinto color político, deben
      terminar. El encierro en Melilla para estos cientos de hombres y
      mujeres, que residen en el CETI, ha de finalizar; y ha de finalizar
      para ellos una incertidumbre de años sobre su futuro, porque será
      la única manera de que tragedias como ésta no se repitan, y
      también será el mejor homenaje a tres jóvenes que no pudieron
      cumplir su sueño.

      ASOCIACIÓN
      PRO DERECHOS HUMANOS DE MELILLA