“El feminismo como idea pura, es esencialmente revolucionario, y precisamente por ello, la mujeres feministas y conservadoras carecen de íntima coherencia”. “Ni calco ni copia. Creación heroica”. José Carlos Mariátegui. Lima, 1924.
-¿Qué está pasando en los últimos años con la unidad latinoamericana, con la unidad por abajo? ¿Con la unidad de los feminismos latinoamericanos? Lo primero que podemos plantear es que hay un cambio cualitativo de integración y coordinación entre los movimientos políticos-sociales, de mujeres, feministas de América Latina y el Caribe.
¿Esta articulación se debe, solamente, a que hay procesos latinoamericanos a nivel de estados con una mirada y algunas políticas públicas más progresistas? ¿Se debe a la creación de herramientas como el Alba de los Movimientos Sociales?, ¿A un mayor desarrollo en la formación y las demandas de organizaciones populares latinoamericanas? ¿A una mayor participación de las mujeres en los movimientos sociales?
No hay una sola respuesta, seguramente son todas y otras más….
Para ayudarnos a responder estas preguntas hay que hacer una breve historización de las luchas:
¿Esta articulación se debe, solamente, a que hay procesos latinoamericanos a nivel de estados con una mirada y algunas políticas públicas más progresistas? ¿Se debe a la creación de herramientas como el Alba de los Movimientos Sociales?, ¿A un mayor desarrollo en la formación y las demandas de organizaciones populares latinoamericanas? ¿A una mayor participación de las mujeres en los movimientos sociales?
No hay una sola respuesta, seguramente son todas y otras más….
Para ayudarnos a responder estas preguntas hay que hacer una breve historización de las luchas:
El movimiento de mujeres en el continente latinoamericano y del Caribe presenta diferencias en función de la región, pero hay luchas y reivindicaciones en común, que nos permiten coordinar y articular las luchas a nivel internacional. Sentir que las suma de las luchas de todos y todas por un mundo sin injusticias ni desigualdades, nos hace más fuertes para encararlas.
El feminismo latinoamericano tiene una larga historia que puede remontarse a mediados del siglo XIX. Desde principios de ese siglo existieron agrupaciones que, sin declararse feministas, consiguieron grandes avances para las mujeres latinoamericanas y son un precedente importante para el posterior desarrollo de los feminismos. Estas primeras luchas feministas estuvieron encarnadas por organizaciones de mujeres trabajadoras que organizaron las primeras huelgas de lavanderas, maestras, costureras por condiciones laborales dignas, para ellas y sus familias. Fueron muy valiosas las luchas de las anarquistas y socialistas, expresadas por ejemplo en Argentina, en la publicación desde 1886 del periódico “La Voz de las Mujeres”.
Entre 1900 y 1950 surgieron agrupaciones de mujeres sufragistas que pedían el derecho a voto para las mujeres. Después de conseguir el voto y ante la situación de que los partidos políticos existentes no incorporaban las demandas de las mujeres, se crearon en algunos países partidos políticos de mujeres. Es el caso del Partido Feminista Nacional (Argentina), el Partido Cívico Femenino (Chile) y Evolución Femenina (Perú).
A fines de la década de los 70 y los 80 comenzó en América Latina otra ola de luchas feministas. Un aspecto común en varios países es que surgen en un contexto de dictaduras militares o recientes post dictaduras, es decir, en el marco de un proceso de democratización de la sociedad. Estos feminismos empezaron a tener una visión clasista y socialista. Los movimientos feministas de la llamada segunda ola surgieron en América Latina en la década de los 70 y se generalizaron en toda la región durante las siguientes décadas.
Al mismo tiempo, se generalizó la creación de organizaciones de mujeres populares que reclamaban al Estado por la falta de servicios sociales y la creciente exclusión social de buena parte de la población. Muchas de las agrupaciones, feministas y de mujeres, sufrieron los efectos de la represión imperante, al tiempo que los gobiernos dictatoriales reforzaron los discursos conservadores que exigían a las mujeres estar en sus casas y controlar a sus hijos.
“Los distintos movimientos feministas de la región durante la década de los 80, ligaron la lucha de las mujeres con la lucha por la recuperación democrática, vinculando la falta de democracia en lo público con la escasez de relaciones democráticas al interior de las familias» (Virginia Vargas).
De este modo, el slogan de las feministas chilenas: “Democracia en el país y en la casa” fue adoptado como un lema para muchos grupos de mujeres en América Latina.
A fines de esta década comenzó una etapa de acercamiento entre los feminismos y los movimientos sociales; un encuentro contradictorio, difícil, con mucha lucha para el afuera y en lo interno. No fue amor a primera vista…
En los 90 el neoliberalismo se instalaba en nuestra región a través de políticas de ajuste estructural. Desde varios sectores del feminismo se comienza una etapa de institucionalización. Fue una etapa de triunfalismo, se podían conseguir avances en el discurso y las declaraciones; aunque no se garantizara la implementación de esas propuestas. Desde algunos sectores del feminismo se pensaba que las conferencias internacionales como la de la ONU son espacios prioritarios de intervención donde se pueda hacer la disputa en el sentido de plataformas, de la concepción de las agendas públicas. Sin embargo, en las conferencias internacionales de El Cairo y Pekín se retrocedía en definiciones, las plataformas no fueron implementadas, sobre la base de un modelo neoliberal que había profundizado las desigualdades.
El paulatino regreso de las formas democráticas y el proceso de modernización de los Estados, supuso cambios importantes que incidieron en el desarrollo de los feminismos en América. El movimiento feminista ganó amplitud de acción, se produjo una creciente “oneigización” de los movimientos de mujeres y feministas, lo que implicó el abordaje, desde un enfoque profesionalizado, de temas como los derechos sexuales y reproductivos o la violencia contra las mujeres.
También, a partir de los años 90 el movimiento se diversificó en cuanto a los espacios de actuación, como a las identidades. La lucha feminista empezó a integrar nuevas miradas, incluyendo las problemáticas específicas de las feministas negras, lesbianas, indígenas y/o jóvenes. El reconocimiento de la diversidad de las identidades feministas ha sido parte importante de la lucha por la igualdad, a pesar de las dificultades del movimiento para desarrollar agendas comunes entre las diferentes vivencias y las desigualdades derivadas de las diversidades y la diferente posición social de unas y otras.
En este contexto, Estados Unidos lanzó la propuesta del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), era un espacio común de comercio entre países, surgidas de la idea imperialista, donde las grandes empresas transnacionales se beneficiaban y donde los pueblos empobrecían. El ALCA era un proyecto de recolonización del continente, por lo que hubo una gran resistencia por parte de los pueblos latinoamericanos como de los gobiernos populares que surgieron a partir del año 2000.
En 2001/2002 se lanzó una Campaña contra el ALCA en el Foro Social Mundial. El movimiento de mujeres latinoamericano comenzó a tener una participación activa en esta lucha, fundamentalmente el MST Brasil y la Marcha Mundial de Mujeres entre otras organizaciones.
Se partía de la consigna que el neoliberalismo se combina con el machismo para fortalecer el empobrecimiento y la opresión de las mujeres. Se ponía como ejemplo las maquilas (Empresas Transnacionales favorecidas por el ALCA), de América Central y México, sitio de trabajo precarizado de miles de mujeres jóvenes, migrantes. En las localidades donde funcionaban y funcionan estas maquilas, se producen episodios cotidianos de violencia hacia las mujeres, culminados, en muchos casos, en hechos de femicidios y cooptación por parte de redes de trata.
En estos años fue surgiendo una visión crítica del neoliberalismo, a partir de los movimientos antiglobalización, los foros sociales y las campañas contra el ALCA y los Tratados de Libre Comercio.
Esta resistencia, también se expresó en varios países del continente, en forma de elecciones democráticas donde se presentaron líderes con apoyo popular, aunque con diferentes posiciones y diferentes procesos en cada país.
Luego del 2005 y con el surgimiento del Alba (Alianza Bolivariana de los pueblos de Nuestra América), comenzó haber una mayor integración entre los “gobiernos populares”, pero fundamentalmente entre los movimientos sociales de nuestros países. Se comenzó a pensar en una posible superación del neoliberalismo y mejorar las condiciones de vida de los pueblos organizados en los movimientos sociales.
También el movimiento de mujeres se potenció, radicalizando posiciones, integrándose, acompañando, formando parte, de los movimientos políticos sociales. Se fueron visibilizando las agendas específicas de las mujeres con una mirada amplia, incluyendo la temática de la salud, los derechos reproductivos y sexuales, la violencia de género. Era la lucha histórica de los feminismos potenciados en las movimientos políticos-sociales, y también buscando incidir en las políticas públicas. Asimismo proliferaron organizaciones temáticas o sectoriales como colectivos de mujeres negras, lésbicas, rurales, sindicalistas, comunicadoras, piqueteras, campesinas, entre otras.
Las mujeres de los movimientos políticos-sociales logran que sus reivindicaciones formen parte de estos movimientos, y aún más, que se vuelvan transversales a la organización, comenzando a cuestionar también el lugar y el rol de los hombres en este cambio.
El momento actual coloca nuevas posibilidades para el debate feminista como parte de la construcción de un proyecto de integración, partiendo de una visión crítica a los sistemas capitalistas-patriarcales, para avanzar en un proceso emancipatorio para mujeres y hombres en América Latina y el Caribe.
Hay una mayor presencia de mujeres organizadas en lucha, mujeres que tienen posición política de combate antiimperialistas, anticapitalista. Unen este combate contra la opresión de las mujeres, con la lucha contra el racismo, la discriminación hacia opciones sexuales disidentes; reivindicando la diversidad y el respeto a la naturaleza.
Esta construcción se da en un proceso de alianza más amplia con otros movimientos sociales e implica no solamente participar de espacios con una agenda reivindicativa específica de las mujeres.
Además hay nuevos desafíos para los movimientos populares de cómo articular con el debate feminista, porque no es posible conquistar igualdades en los movimientos sin la incorporación una visión feminista.
Pese a las dificultades para elaborar una agenda común, el movimiento feminista latinoamericano ha avanzado en la construcción práctica de alternativas; la configuración de redes, la multiplicidad de temas en las agendas; su aporte a la construcción de procesos democráticos, participando en los movimientos críticos a la globalización y planteando un marco jurídico avanzado que reconozca derechos colectivos, empezando por los derechos de las mujeres.
En octubre del 2010, en Paraná, Argentina se hizo el 25 Encuentro Nacional de Mujeres. Miles de mujeres participan cada año de esta experiencia heterogénea, diversa, participativa, creativa. En años anteriores nos habíamos encontrando en Tucumán y en Neuquén feministas de toda Latinoamérica, y también en Paraná, mujeres militantes de organizaciones sociales del continente participaron para compartir experiencias y consignas. Debatimos y nos movilizamos por políticas públicas integrales de salud, educación y trabajo. Por jardines de infantes públicos y gratuitos, en contra del trabajo precario y de la división sexual del trabajo.
Durante el año pasado, también nos reunimos en el Encuentro Internacional de Mujeres y Pueblos de las Américas contra la militarización en Colombia, y en el Foro Social Mundial de Paraguay. Fueron espacios donde seguimos el empeño de conocernos y forjar agendas comunes que refuercen la solidaridad continental.
Nuestra América indoblanquinegra vive situaciones que colocan a mujeres de sectores populares, a las trabajadoras informales y oprimidas, a las jóvenes y niñas, a quienes se apartan de la normatividad heterosexual, en una vulnerabilidad extrema. Las batallas antipatriarcales, anticapitalistas y antiimperialistas, contra todas las opresiones, por todas las emancipaciones son nuestra lucha presente y futura.
Nuestras voces multicolores y combativas se alzan por la soberanía sobre nuestros cuerpos, nuestro derecho a decidir, la soberanía sobre nuestros territorios. También contra la militarización del continente y los golpes de Estado y la agudización de la violencia hacia las mujeres que esto conlleva.
A estas luchas les ponemos el cuerpo, los sentimientos, las acciones.
Por la unidad de los pueblos de Nuestra América.
Solidaridad con los pueblos de Honduras y Haití.
Ni golpes de estado, ni golpes a las mujeres.
Por el Espacio de Mujeres del Frente Popular Darío Santillán, Argentina