Se equivocaron quienes creyeron que la llegada de los socialistas a la Moncloa significaba un cambio real y duradero en materia de aguas. Se equivocaron quienes guardaron las pancartas en el trastero. Como enfermedad mal curada, la bonanza duró poco. Y es que, cuando se sigue tolerando realidades como los desaguisados de Itoiz y Yesa –los cito a modo de resumen de otras muchas actuaciones desafortunadas- o las calaveradas urbanísticas en el litoral y en el interior, algo fétido se cuece en las calderas donde se toman las decisiones del medio ambiente.

Se equivocaron quienes creyeron que la llegada de los socialistas a la Moncloa significaba un cambio real y duradero en materia de aguas. Se equivocaron quienes guardaron las pancartas en el trastero. Como enfermedad mal curada, la bonanza duró poco. Y es que, cuando se sigue tolerando realidades como los desaguisados de Itoiz y Yesa –los cito a modo de resumen de otras muchas actuaciones desafortunadas- o las calaveradas urbanísticas en el litoral y en el interior, algo fétido se cuece en las calderas donde se toman las decisiones del medio ambiente.

Desde aquellas manifestaciones de multitudes azulísimas arropadas por gentes de Aragón y otros lugares hasta la actualidad, el movimiento ecologista ha sufrido un duro desgaste. Mensajes de consenso, sinergia y expresiones gratas a la democracia han sido utilizados para forrar de seda el puño de hierro de aquel paseo militar y la ciudadanía, fatigada de aquellas luchas, ha tragado la píldora de la adormidera socialista ampliando el abanico de los males menores : una cesión temporal, una medida provisional…

Pero, fuera del espejismo que supuso cambiar de partido en el gobierno del estado, seguimos como estábamos. O peor. Somos gatos escaldados, desencantados de que tanto activismo, tanto voluntariado, tanta generosidad colectiva haya servido para poltronas particulares. Va ser duro desempolvar la pegatina de la ilusión, el lema del entusiasmo. Va a ser duro recomenzar, volver a confiar, ignorar las cicatrices.

Y, probablemente, no faltarán nuevos intentos para adoctrinar el movimiento reivindicativo, hijos pródigos arrepentidos de firmar cheques en blanco a nuestros enemigos. Y querrán sumarse al nudo para desatarlo. Y habrá que cerrar filas para que no cuelen sus caballos de Troya. ¿Habremos aprendido a elegir compañeros de viaje ?

Porque nos han engañado. De nuevo, trasvases. Del Ebro, del Jalón, del Tajo, del Júcar. De donde sea hacia donde sea. Trasvases a la carta, según piden los señores del agua. Trasvases de un pueblo contra otro. Más de lo mismo y ahora en versión socialista, que aún es más difícil de comprender.

Por eso, el nudo vuelve a la calle. Y vuelve con la rabia de la decepción, con las Tierras del Delta otra vez huérfanas de Cataluña, con Aragón y sus pantanos, capolando montañas al dictado de Aramón y embobado en la parafernalia acuática de la Expo y los ideoproyectos de Gran Scala.

Vuelve el nudo para ladrar y para morder y esto es buena noticia para los ríos y para la vida. Aún queda latido en una parte de la sociedad. Y es que el pan es pan y el vino sólo es vino, aunque algunos gurús quieran transubstanciar estos conceptos en entelequias políticas y solidaridades de urgencia y pacotilla.

El nudo está ahí, calentando motores. En Amposta, el 18 de Mayo, reaparecerá. Más de uno se inquietará. Yo, emocionada, lo aplaudiré.


Fuente: Mª. Victoria Trigo Bello