Curiosamente, mientras que, 80 años después, vuelve a la actualidad en EEUU el asesinato legal de los dos inmigrantes anarquistas italianos gracias al libro Sacco y Vanzetti : los hombres, los asesinatos y el juicio a la humanidad, del periodista Bruce Watson, aquí en España se intenta dar carpetazo al caso de los compañeros Granado y Delgado : dos inocentes que fueron ajusticiados por el Estado franquista y que el actual régimen "democrático" quiere enterrar en el olvido. En EEUU, medio siglo después, en el 50° aniversario de la muerte de Sacco y Vanzetti, el país revisó el caso, pidió disculpas a sus descendientes y los exoneró de manera simbólica en una orden firmada por el entonces gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis. De la ejecución de Granado y Delgado han pasado ya 44 años. Quizás tengamos que esperar otros 6 para que ocurra algo parecido. Entonces, a lo mejor Manuel Fraga, presidente honorífico del PP y uno de los firmantes de la condena a muerte a garrote vil de dos inocentes, habrá fallecido. Y sería una pena, penita, pena…
Carlos Peña
Octavio Alberola. Sacco y Vanzetti, 80 años después. Granado y Delgado, 44 años después
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Curiosamente, mientras que, 80 años después, vuelve a la actualidad en EEUU el asesinato legal de los dos inmigrantes anarquistas italianos gracias al libro Sacco y Vanzetti : los hombres, los asesinatos y el juicio a la humanidad, del periodista Bruce Watson, aquí en España se intenta dar carpetazo al caso de los compañeros Granado y Delgado : dos inocentes que fueron ajusticiados por el Estado franquista y que el actual régimen «democrático» quiere enterrar en el olvido. En EEUU, medio siglo después, en el 50° aniversario de la muerte de Sacco y Vanzetti, el país revisó el caso, pidió disculpas a sus descendientes y los exoneró de manera simbólica en una orden firmada por el entonces gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis. De la ejecución de Granado y Delgado han pasado ya 44 años. Quizás tengamos que esperar otros 6 para que ocurra algo parecido. Entonces, a lo mejor Manuel Fraga, presidente honorífico del PP y uno de los firmantes de la condena a muerte a garrote vil de dos inocentes, habrá fallecido. Y sería una pena, penita, pena…
Carlos Peña
Octavio Alberola. Sacco y Vanzetti, 80 años después. Granado y Delgado, 44 años después
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A continuación reproducimos el artículo de Carlos Fonseca publicado en el primer especial sobre Granado y Delgado en Rojo y Negro.
Los Sacco y Vanzetti españoles
Carlos Fonseca
La noche del 23 de agosto de 1927, tras siete años de prisión, recursos y apelaciones, dos inmigrantes italianos fueron ejecutados en la silla eléctrica de la cárcel de Boston en el estado norteameriano de Massachusetts, acusados de un robo con dos muertes que no habían cometido. Aquellos hombres eran Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti y su único delito era ser anarquistas. Así lo constató uno de los jueces que los condenó al declarar solemnemente : «No se si cometieron o no el robo y el asesinato, pero son anarquistas y, por lo tanto, culpables». Estados Unidos había decretado en 1921 leyes que impedían la emigración de obreros europeos y una ola de xenofobia recorría todo el país, temeroso del contagio de las ideas libertarias y comunistas procedentes de Europa. Su muerte provocó una enorme ola de protestas en todo el mundo e inscribió para la historia uno de los sucesos más negros de la justicia. Cincuenta años después, el 23 de agosto de 1977, el entonces gobernador del Estado de Massachusetss, Michael Dukakis, reconoció públicamente la inocencia de las víctimas y pidió que «todo estigma y desgracia sea removido para siempre de los nombres de Sacco y Vanzetti y del nombre de su familia».
Conocí la historia de Sacco y Vanzetti gracias a una película del mismo nombre que por aquellas mismas fechas llegó a nuestro país aprovechando los primeros resquicios de libertad. El director era Giuliano Montaldo y en la banda sonora Joan Baez entonaba una balada en recuerdo de los dos anarquistas. Veinte años después descubrí un caso similar en la persona de dos jóvenes anarquistas españoles, Francisco Granado y Joaquín Delgado, que fueron ajusticiados a garrote vil en la cárcel de Carabanchel en la madrugada del 17 de agosto de 1963 por la colocación de dos bombas en el centro de Madrid con las que nada tenían que ver. En tan solo diecisiete días fueron detenidos, juzgados, condenados y asesinados pese a las protestas que clamaron en vano por su inocencia. Como Sacco y Vanzetti, su único delito fue ser anarquistas.
Su muerte tuvo, además, el castigo añadido del olvido. Cuatro meses antes de la misma la dictadura había fusilado al dirigente comunista Julián Grimau, acusado de un delito de «rebelión militar», y una ola de manifestaciones recorrió Europa y América. Nikita Jruschev, Willy Brandt, Harold Wilson, el cardenal Montini, que meses después se convertiría en Papa, y hasta la reina Isabel II de Inglatera dirigieron peticiones de clemencia que fueron desoídas por Franco. Grimau fue ejecutado, pero su imagen ha trascendido al paso de los años y permanece en la memoria colectiva como ejemplo de la intransigencia y el rencor del dictador. No ha ocurrido lo mismo con Delgado y Granado, a quienes el tiempo ha reducido, en el mejor de los casos, a una escueta y fría referencia de dos líneas en algunos libros de historia.
Tuvieron que pasar 35 años (hasta 1998) para que los verdaderos autores de la colocación de las bombas por las que Delgado y Granado fueron ajusticiados se decidieran a presentarse en público para contar lo ocurrido, hacer justicia y recuperar la memoria de sus compañeros. Antonio Martín y Sergio Hernández, que así se llaman, buscaban también con su confesión aligerar el peso de una tragedia que les ha perseguido desde entonces. Un gesto que sirvió para que las familias de las dos víctimas presentaran el 3 de febrero de 1998 un recurso de revisión contra la sentencia que condenó a muerte a sus seres queridos ante la Sala Quinta del Tribunal Supremo, que meses después lo desestimó. El recurso de amparo presentado después ante el Tribunal Constitucional está hoy pendiente de resolución.
Me topé con esta historia mientras perseguía la pista de un sinuoso personaje, Jacinto Ángel Guerrero Lucas, en otro tiempo militante de las Juventudes Libertarias y años después colaborador del Ministerio del Interior. Comencé a indagar en la vida y la trayectoria militante de los cuatro personajes marcados por aquellos acontecimientos (Francisco, Joaquín, Antonio y Sergio) y en el nacimiento, desarrollo y disolución de Defensa Interior (DI), el organismo conspirativo al que todos ellos pertenecían, que fue creado por los anarquistas para hostigar a la dictadura con acciones armadas e intentar, incluso, el asesinato del Franco. Todo ello en una época en la que el régimen del Generalísimo intentaba maquillar su imagen exterior para hacerla más digerible, abandonaba el aislamiento internacional al que había estado sometido años antes, y conseguía ser aceptado por las democracias occidentales por su reconocido anticomunismo. Nació así el proyecto de lo que luego fue «Garrote vil para dos inocentes» (Editorial Temas de Hoy, octubre de 1998.
Un trabajo para el que recopilé información en archivos judiciales, del Ejército, policiales y del Movimiento Libertario, además del Archivo Histórico Nacional, que custodia parte de la documentación interna de la Comisaría General de Investigación Social, la Social, la Policía política de Franco. Completó la información documental con el testimonio de los protagonistas de la época que aún viven que, salvo en algunos casos, accedieron a contarme los hechos tal y como los vivieron, aportando así la versión más fiel de lo ocurrido.
Evocar hechos de nuestro pasado más reciente puede ser interpretado por algunos como un ajuste de cuentas, un intento de remover en los aspectos más sórdidos del pasado y una contribución para mantener abierta la tremenda herida que supuso la guerra civil y los cuarenta años de dictadura. Nada de ello me movió a escribir el libro, tan sólo el convencimiento de que la verdad debe prevalecer por encima de intereses o conveniencias.
Pero al escribir sobre Delgado y Granado no pretendo tan sólo dar a conocer unos hechos desconocidos para muchos, quise también que fuese un ejercicio de justicia para las víctimas y sus familias que son, en definitiva, quienes aún sufren en silencio el vacío de sus seres queridos, y cuya memoria tienen derecho a recuperar. Para que algún día, como en el caso de Sacco y Vanzetti, se reconozca públicamente su inocencia y todo estigma y desgracia sea removido para siempre de sus nombres y de sus familias». Que así sea.
Fuente: Introducción : Carlos Peña / Artículo : Carlos Fonseca