Ana González tiene una niña de dos años. Los mismos que lleva sin trabajar, y no precisamente por su voluntad. La maternidad le costó un despido fulminante en marzo de 2005 y una larga batalla judicial con su empleador, el Ayuntamiento de Navajas (Castellón), que dura hasta hoy. La justicia le ha dado una y otra vez la razón -la última, el mes pasado-, indicando que debe ser readmitida en su puesto. Pero lo que un juez escribe en el papel no es siempre fácil de cumplir y el Consistorio parece empeñado en que Ana siga en su casa. El alcalde, José Vicente Torres (PP), dice que no hay presupuesto para el empleo, que esa función ya no existe. Ella asegura que aguantará el tiempo que haga falta para defender sus derechos como mujer trabajadora.
Ana fue despedida en marzo de 2005. Era su séptimo mes de embarazo y empezó a sufrir graves hemorragias. El feto corría peligro. Ella había encadenado varios contratos de obra con el ayuntamiento desde noviembre de 2002, todos para el mismo empleo : ocuparse de una biblioteca-ciberteca e impartir talleres de informática para niños y ancianos. Cuando comunicó que debía guardar reposo, la respuesta fue inmediata : siete días después de pedir la baja, el consistorio le comunicó que estaba despedida. «Lo hacían siempre», señala Ana. «Y como algo normal. La gente se iba con el bombo por la puerta y luego, después de dar a luz, a veces las readmitían. Yo me negué. A veces hay que plantarse».
En diciembre de 2005 una sentencia del Tribunal Superior de la Comunidad Valenciana determinó que el despido era nulo, discriminatorio, y que Ana tenía que volver a su empleo. La resolución era firme, pero el ayuntamiento no la llamaba, así que tuvo que volver a pedir ayuda a los jueces.
Siete meses más tarde, y después de un requerimiento del magistrado, la avisaron de que empezaba a trabajar el 10 de agosto de 2006. Pero no fue así. Nada más llegar le dieron dos cartas, una con buenas y otra con malas noticias. Las buenas eran que tenía vacaciones pagadas de un mes, hasta el 10 de septiembre. Las malas, que a partir de ese mismo 10 de septiembre estaba despedida. Estuvo en su lugar de trabajo exactamente 10 minutos.
Otra vez, vuelta a empezar. Como Sísifo con su roca. El problema que vuelve una y otra vez aunque se crea resuelto. Ana tuvo que presentar otra demanda para volver a pedir lo que ya le había sido concedido. Una vez más, ganó. El mes pasado, el juzgado de lo social número 1 de Castellón determinó que este segundo despido era, también, nulo. La resolución señala que no se ha alegado ninguna causa legal para echarla.
Pero este sigue sin ser el final de la historia. El ayuntamiento ha recurrido esta resolución y no va a readmitir a Ana hasta que haya una sentencia firme que les obligue a ello. Y aún así, se verá. El alcalde insiste una y otra vez en que no hay discriminación alguna. Explica que la biblioteca está cerrada y que no tienen partida presupuestaria para ese empleo. Añade que el pueblo es pequeño, de apenas 700 habitantes, con pocos recursos. Pero este argumento no convenció en su día al Tribunal Superior de Justicia valenciano, que se preguntaba, extrañado, para qué habían renovado todo el equipo informático de la biblioteca-ciberteca en febrero de 2005 si pensaban cerrarla un mes después.
«Creo que se lo han tomado como algo personal, porque lo que dicen no es cierto», asegura Ana. «No cuentan que este trabajo nunca estuvo presupuestado porque la ciberteca era un centro subvencionado por el proyecto Disemina del gobierno valenciano. Invito a todos a que se metan en la página web de la Generalitat : allí aparece un centro Disemina abierto en Navajas, el mismo que se ha cerrado. ¿Dónde va el dinero de esa subvención ?».
Ana González tiene ahora 31 años, y no piensa abandonar su lucha. «Ya está bien de que los políticos se llenen la boca hablando de igualdad y luego pasen cosas como ésta en un ayuntamiento. Lo he pasado muy mal, pero ahora estoy bien y voy a seguir. Quiero el empleo que nunca debí perder. Me acabarán echando, pero espero que todo esto sirva para que otras mujeres puedan tener hijos sin problemas. Con eso me doy por satisfecha».
Fuente: MÓNICA C. BELAZA / EL PAIS