El pasado 9 de junio, en el salón de actos del Centro Cultural y Social de Épila (Zaragoza), tuvo lugar la presentación del libro póstumo de Antonio Téllez, Agustín Remiro. De la guerrilla confederal a los servicios secretos británicos, editado por el Ayuntamiento de esa localidad y la Diputación Provincial de Zaragoza.
Como es sabido -estas mismas páginas recogieron la noticia en su momento-, Téllez falleció a principios del año pasado en Perpiñán a la edad de 84 años. Su libro sobre Remiro es el colofón a una vida dedicada a ofrecer protagonismo a los sin voz, a los olvidados. Desde sus colaboraciones en Ruta, Solidaridad Obrera o Atalaya, desde sus publicaciones en El Ruedo Ibérico o en Virus Editorial, las andanzas de revolucionarios, de “perdedores” como José Lluis Facerías, Quico Sabaté, Salvador Puig Antich o Paco Ponzán encontraron su merecido eco gracias a los desvelos del historiador tarraconense.
El acto, como claro reconocimiento institucional a la figura de Remiro, estuvo presidido por el alcalde de la localidad, Martín Llanas, quien realizó la introducción y la presentación de los oradores, y por el presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, Javier Lambán, quien encuadró el acto dentro de la campaña que la corporación que preside está llevando a cabo para reivindicar los valores republicanos en el año del 75 aniversario del advenimiento de la II República y tuvo palabras de simpatía y elogio hacia la -con frecuencia- denigrada labor desarrollada por los militantes anarcosindicalistas en los años treinta.
Por su parte, quien esto suscribe -autor del prólogo- fue el encargado de informar sobre la génesis del libro y sobre los avatares que sufrió su edición, y, a modo de homenaje, de ofrecer unas breves pinceladas biográficas sobre la vívida y novelesca trayectoria del autor, Antonio Téllez ; también, a partir de un extenso repaso a la fecunda historia de la potente CNT epilense, enmarcó el momento histórico en el que Agustín Remiro desarrolló su intensa labor militante y, a partir de la lectura de los nombres de los diferentes directivos del sindicato local (en su mayoría, “desaparecidos” en el verano de 1936), vindicó su memoria y la del resto de antifascistas epilenses asesinados en el transcurso de la Guerra Civil.
Fue José Luis Hernández Bernad, autor de varias decenas de documentadas notas que sirven de complemento a las redactadas en su día por Téllez y principal artífice de la edición del libro, el encargado de ofrecer al público una detallada semblanza de la vida y obra de Remiro : los orígenes de su militancia en la CNT, allá por 1919 ; sus lances hasta conseguir llegar a las avanzadillas de la Columna Durruti ; su actividad guerrillera o de información tras las líneas enemigas ; su destacada participación en episodios bélicos tan decisivos como Belchite y Teruel ; su papel -ya como mayor- al frente del Batallón de Ametralladoras C ; su protagonismo, una vez terminada la guerra, en la Red Ponzán ; su detención por la PIDE portuguesa ; o su desdichado fin en Madrid, tras su frustrada evasión de la cárcel de Porlier.
Pero el momento más entrañable del acto tuvo lugar coincidiendo con la emotiva intervención de Manuel Remiro Rodríguez, hijo de Agustín Remiro, quien, después de glosar algunos de los ignominiosos episodios padecidos por su familia o de advertir a sus paisanos de que “perdonaba pero no olvidaba”, lanzó un emocionado “¡Viva a la libertad !”, unánimemente contestado por el público que abarrotaba el local.
Han transcurrido casi treinta años desde que las libertades democráticas fueron recuperadas, y, sin embargo, tanto la edición del libro como la presentación del mismo constituyen los primeros signos de homenaje efectuados en Épila en memoria de los vencidos. Quizá por ello, los organizadores y promotores del acto tratamos de conferirle un innegable carácter simbólico. En un primer momento, el marco contemplado para el desarrollo de la presentación fue la Universidad Popular, un local que, construido en 1936 con el trabajo solidario de los militantes confederales, fue confiscado por la Falange y, para mayor baldón, después de ser “bautizado” como Salón-Teatro “José Antonio”, utilizado para toda suerte de actos de carácter “patriótico”. Con buen criterio, se desestimó este primer propósito, ya que se juzgó que dicho local sería insuficiente -como así ocurrió- para albergar al público interesado. Por fin, el acto tuvo lugar en otro local no exento de ese pretendido simbolismo : el ya citado Centro Cultural y Social, un interesante edificio de finales del siglo XIX que, en el verano de 1936, vio perdida su primitiva condición de escuela de niñas al ser utilizado por los sublevados como improvisada cárcel para retener a centenares de antifascistas de la localidad.
En mi opinión, y habida cuenta de la magnífica respuesta popular, tras el acto del día 9 -que, en cierto modo, sirvió para exconjurar viejos fantasmas ; para extirpar miedos y recelos heredados del franquismo- ha quedado terreno abonado para dar un paso más ; para, por ejemplo, que una céntrica calle o la misma sede construida en 1936 por los afiliados a la CNT acojan una placa que, dedicada a Remiro, sirva de recuerdo a la memoria del casi centenar de epilenses asesinados por el fascismo.
Sin duda, sería un acto de justicia y de decencia democrática.
Manuel Ballarín
Fuente: Manuel Ballarín, Fundación de Investigaciones Marxistas