07/06/2006
Autor : Alfredo Chimori Saucedo
¿FATALISMO DE AVESTRUZ ?
¿FATALISMO DE AVESTRUZ ?
A principios de abril, en el lapso de pocos días, casi con asombro, los franceses al fin se descubrieron al borde del abismo, en el límite mismo de la desesperación y de la vergüenza social, como si la certidumbre la hubieran diferido infinidad de veces, pero que súbitamente se descorrió el velo luego de haberla escondido por mucho tiempo. Sin duda, todos estaban al corriente del muy hermético secreto y la borrasca creció, se esparció lenta pero inexorable, llegando inclusive a perturbar severamente a los niños mimados de la República : los diplomados de las grandes Escuelas que con facilidad encontraban trabajo.
¿Cómo es posible, que un país considerado como uno de los más desarrollados del planeta, probadamente el campeón de las libertades, de los derechos humanos, de la justicia social, tuvo que llegar a la deriva, abandonando a sus jóvenes a su triste suerte ? ¿Y por qué razones ? ¿Fue el neoliberalismo, culpable de la miseria de los pueblos del mundo, que no respetó ni siquiera a la orgullosa Francia, la anhelada hasta la exageración por quienes visitaban la Ciudad Luz y se enceguecían por el resplandor de su ensalzado humanismo y de su engrandecido modelo social ?
Mientras la depauperación de los de abajo ganaba terreno, en el mes de marzo pasado, las protestas de los estudiantes invadían las calles, prácticamente nadie o muy pocos se atrevieron a concebir lo inconcebible. La mayor parte de los responsables políticos no se les antojó abrir la boca para explicar la gravedad de la situación ; por lo demás, la clase política, solo atinó a pronunciarse ambiguamente sobre los efectos del movimiento sísmico social, que por poco hizo tambalear los cimientos de la Quinta República ; pero sin referir de ningún modo, las verdaderas causas que la originaron.
Habrá que preguntarse : ¿Cuáles fueron los motivos de esta ceguera nacional a todas luces evidente y cuáles los móviles para ocultar las verdaderas raíces del problema ? ¿Fueron los medios de comunicación, que se ocuparon de adormecer a las masas de televidentes, que se refugiaban día tras día frente a sus televisores, viendo los infaltables espectáculos de variétés que daban la clase política para que el pueblo no mire su propia tragedia ? ¿Fue talvez la táctica pueril del avestruz de gobernantes y gobernados, que primó para guardar apariencias, simulado tranquilidad a manera de disfrazar su existencia ensombrecida ? ¿O fue el resultado del moderno sometimiento del siglo XXI que redujo en una sociedad recluida, individualista, uniformada hasta los dientes, doblegada, obediente a los designios del neoliberalismo, o quizás rendida bajo el peso de sus leyes ?
2. INFORTUNIO, REPRESION Y TELEVISION
Después de dos meses de protestas, de brutal represión policial y de combates callejeros, solo comparables a la revuelta de 1968, el desafío de los estudiantes obtuvo finalmente un modesto triunfo, frente a una política de derecha que estimó alejarse de la realidad, convirtiéndose absurdamente en el gran ausente de la crisis, dejando una enorme sensación de vértigo, desesperanza, confusión. Por si fuera poco, ante una oposición tonyblairista, ultra derechizada, estacionaria, anfibológica, proclive a la duplicidad y a la demagogia. Pero eso sí, unánimemente absorbidos en intrigas y secretos de polichinelle que anuncian tormentas electorales, quizás difíciles de prever las consecuencias.
Las pugnas -mediatizadas hasta la saturación- entre los dos súper ministros : Dominique de Villepain y Nicolas Sarcozy revelan que en asuntos de gobierno hay gato encerrado, y que el gato encerrado está en la cúpula del poder. El escándalo de Clearstream*, con alta dosis de impostura, tendría como finalidad desviar la atención de sus disciplinados ciudadanos para centrarla en la campaña electoral que ya empezó y se prolongará durante más de un año. No obstante, todo hace pensar que las apariencias están a salvo, pues la deriva está bajo control de reflectores. Sin embargo, en el laberinto de manipulaciones preelectorales, Francia arde y queman las papas a fuego lento.
En abril pasado, el CPE* (Contrato Primer Trabajo) fue retirado. El gobierno, temeroso de la cólera de sus muchachos y de la chispa que pudiera propagarse rápidamente, tomó el partido táctico de la retirada. Sin necesidad de pronosticar eventualidades, se puede afirmar sin temor a equivocarse que el CPE pronto será sustituido por otro. Crearán otros “dispositivos” para despistar a sus amargados retoños, en un tire y afloje de ajedreos gubernamentales y patronales, prescribirán las mismas recetas del pasado, volverán a la carga sobre las “bondades” del trabajo precario. Habrá las rutinarias medidas “excepcionales” que propondrá el gobierno, exactamente como siempre, colocando compresas, parches y almohadones para disimular los males del enfermo. Pasarán los meses, los años hasta que se presenten nuevas elecciones presidenciales, así empezará otro ciclo de razonamientos invariables. La derecha seguirá inoculando “esperanzas” para reconfortar a sus crédulos (¿o incrédulos ?) ciudadanos, pero incapaz de frenar o por lo menos atenuar los efectos de la crisis económica, social y cultural que vive la sociedad francesa.
Lo cierto que en este panorama sombrío que se debate Francia, la incertidumbre cunde en todas las capas sociales. Se revela como fatalidad y desaliento. Envuelta en una atmósfera de conformismo colectivo, de individualismo social, de un sentimiento de inutilidad generalizada, todo mueve a pensar que los jóvenes -promesa de toda sociedad- hoy se transforman en seres frustrados, terriblemente solitarios, indiferentes y sin voluntad creativa. En la juventud, el consumo de drogas se convierte en un mal necesario, actúa como perverso paliativo, porque pasar de un infierno a otro nadie sale indemne.
En Francia, el suicidio es la segunda causa de mortalidad en los jóvenes. Los hospitales psiquiátricos están prácticamente abarrotados de adolescentes con serios problemas sicológicos. Entre fantasmas y realidades, se expande la sombra de la delincuencia escolar, el espectro de la criminalidad en los barrios periféricos, el demonio de la “invasión” de inmigrantes “bárbaros”, el fantasma del terrorismo, amplificado por el sensacionalismo de los medios de comunicación.
Todo hace pensar que la inoculación del sentimiento de “inseguridad” es un verdadero negocio, cada día crece más y más, trasciende inevitable en la paranoia, en la desorientación, incluso en la autodestrucción del individuo y en la pérdida de valores humanos, pues nadie sabe realmente si es verdad o mentira porque ambas se confunden por obra y gracia de la propaganda machacona de la ideología del terror.
El fenómeno del “mundo moderno” y la mundialización traen como consecuencias no solo la pobreza de la gente si no también convierte en víctimas indefensas del bombardeo publicitario de los grandes consorcios, de la omnipresencia televisiva de películas de crímenes, programas basuras para distraer y alienar a las multitudes. De esta influencia poco se dice, solo se traza los efectos, pero las causas del desastre es un verdadero tabú. A las nuevas generaciones será muy difícil devolverles el verdadero sentido de la vida.
Cientos de muchachos deambulan por las calles de las ciudades, sin saber qué hacer, pidiendo limosna en medio de la indiferencia, entre un ambiente represivo donde prácticamente todo está obstaculizado por la omnipresencia policial.
Cualquier actividad fuera del contexto de “legalidad”, es considerada como altamente delictiva, por tanto, pasible a penas de prisión, a fuertes multas para cualquiera que por necesidad o desesperación, osara establecerse honradamente, por ejemplo, creando un pequeño micro comercio en alguna calle como lo hacen millones de pobres en muchos países “en vías de desarrollo” para atenuar la pobreza. En el mundo de la ostentación, esto es imposible. La miseria debe estar oculta o discreta, en última instancia, tolerada como un mal menor, pero jamás fehaciente ni brutal que perturbe la uniformidad del paisaje urbano.
Los grandes consorcios hacen su agosto de las preeminencias y de las libertades que les otorga el Estado. Para ellos, todo lo que tocan se convierte en oro. Con el pretexto de crear fuentes de trabajo, parecería que el Estado está hecho a la medida exclusiva de los emporios y de la gente rica. La sola libertad tolerada para los pobres de Europa y EE.UU. es no hacer nada, porque hasta pedir limosna está penalizado.
Cargar una vida de penurias en el mundo de la abundancia y de la hipocresía no es cosa fácil : se tiene que guardar apariencias, simular normalidad, fingir alegría aunque la gente se muera de tristeza. Todo dependerá de la categoría de estrechez en que uno se encuentre, para que la sonrisa se vuelva forzada o se convierta en mueca de amargura. El egoísmo en medio de tanta solidaridad virtual pregonada sin cesar, es una cruel evidencia, porque la solidaridad, -la verdadera- hace tiempo que desapareció en Occidente. En su lugar coexiste una predisposición del “yo y nada más que yo” combinada de un sentimiento de completa orfandad.
El neoliberalismo y la privatización de la vida están dejado profundas huellas de desolación, no solo en toda la humanidad, sino también en su propia sociedad. ¡Cuántas veces conversé con aquellos muchachos ! Hastiados de la vida, me dijeron siempre lo mismo : “Je me tire de ce pays foutu !” (¡Me voy de este país destruido !) Sin embargo, casi todos se quedan y pocos se van. Los que se van, vuelven decepcionados, porque su último sueño por encontrar otro mundo diferente al suyo ya no existe. Fue arrasado o uniformado por el Occidente. Pocas regiones del mundo se salvan.
La moderna esclavitud económica, el bombardeo ideológico del neoliberalismo, el omnipresente discurso publicitario de supermercado de ventajas, rebajas, promociones y demás supercherías, está causando serios daños en la conciencia de cada individuo ; aún más, está engendrando un nuevo tipo de hombres, condicionados para aceptar sin remedio su destino en una especie de suicidio colectivo.
El consumismo suplanta la autenticidad por la simulación, la verdad por la mentira, la espontaneidad por la hipocresía. En esta lógica perversa, lo que cuenta es la apariencia : la fraternidad de dientes afuera, la sonrisa comercial, la alegría multimillonaria de sus presentadores de televisión, la modestia cínica de sus hombres políticos, la arrogancia de sus ricos que frente a las cámaras de televisión, regalan a manos llenas sencillez y humildad. En fin, consumir bagatelas de famosas marcas, donde el dinero no alcanza para nada, la vida se transforma en un verdadero infierno tanto para aquellos que ven lo que otros compran, como para los que compran y que quieren comprar más y más. En Occidente, a esto llaman progreso y libertad.
Mientras el mundo se derrumba, a muy pocas personas se les permite cuestionar a su sistema, tampoco se impugna a los responsables de sus privaciones. Las críticas provenientes de intelectuales o de contados humanistas sensatos, prontamente se silencian, por el concierto ensordecedor de la propaganda de los medios controlados por los consorcios económicos dominantes. ¿En Francia, durante el conflicto de marzo y abril, quién de los dirigentes estudiantiles, sindicalistas o políticos se atrevió a lanzar una sola crítica a su sistema ? ¿Alguien habló del desastre anunciado causado por el neoliberalismo ? ¿Quién acusó a Mr. Bush por su política de agresión planetaria, cuyos efectos no solo son catastróficos en el mundo si no también en EE.UU. y en Europa ?
Par : Alfredo Chimori Saucedo
Fuente: Alfredo Chimori Saucedo