La respuesta de Balance (más de 2700 palabras) a mis reflexiones y cuestiones se resume, sin embargo, en una frase de 9 palabras : “las revoluciones son totales y totalitarias o son aplastadas”.
Mucho me temo pues que no valga la pena de insistir más para que
Balance reflexione y responda a la cuestión que le planteé y cuya
respuesta le aclararía el por qué pasó lo que pasó en 1936 : “¿estaban
la CNT y la FAI (sus "líderes" y sus militantes) en condiciones de
enfrentarse victoriosamente a los militares y de integrar (libremente)
a todos los demás sectores del proletariado en su programa y en sus
experiencias revolucionarias sin transformarse en poder, en dictadura ?”
Y me temo que no valga la pena porque, para él, la respuesta es que sí,
puesto que “la CNT y la FAI derrotaron al ejército en Barcelona en
julio de 1936”. Sin embargo, no le queda más remedio de reconocer que
ese triunfo no impidió la derrota de la revolución y el triunfo de los
militares y del fascismo en 1939.
La respuesta de Balance (más de 2700 palabras) a mis reflexiones y
cuestiones se resume, sin embargo, en una frase de 9 palabras : “las
revoluciones son totales y totalitarias o son aplastadas”.
Mucho me temo pues que no valga la pena de insistir más para que
Balance reflexione y responda a la cuestión que le planteé y cuya
respuesta le aclararía el por qué pasó lo que pasó en 1936 : “¿estaban
la CNT y la FAI (sus «líderes» y sus militantes) en condiciones de
enfrentarse victoriosamente a los militares y de integrar (libremente)
a todos los demás sectores del proletariado en su programa y en sus
experiencias revolucionarias sin transformarse en poder, en dictadura ?”
Y me temo que no valga la pena porque, para él, la respuesta es que sí,
puesto que “la CNT y la FAI derrotaron al ejército en Barcelona en
julio de 1936”. Sin embargo, no le queda más remedio de reconocer que
ese triunfo no impidió la derrota de la revolución y el triunfo de los
militares y del fascismo en 1939.
Claro es que para Balance la explicación de la derrota es simple : “…fue
dejar en pie el gobierno de la Generalidad, y colaborar con él…”
Pero, por qué no se pregunta ¿por qué los anarquistas que después
militaron en la Agrupación de Los Amigos de Durruti no lo impidieron ? O
más bien : ¿por qué no pudieron impedirlo si “el torrente revolucionario
lo arrasaba todo con su éxtasis furioso, liberador, autoritario,
redentor e imparable.” ?
Y no se lo pregunta, porque el mismo da la respuesta al reconocer la
realidad de lo que sucedió entonces : “…Pero las instituciones estatales
siguieron en pie, y la CNT-FAI decidió entrar en un gobierno de
coalición con partidos burgueses, para aplastar PRIMERO al fascismo
allí donde había triunfado.”
Cómo es posible que Balance no se dé cuenta de que se contradice,
porque, en qué quedamos, ¿lo “arrasaba todo” o no lo “arrasaba todo” ?
¿era o no era “imparable” el “torrente revolucionario” ?
Por supuesto, el poner en evidencia esta contradicción en la
argumentación de Balance no significa que yo no considere y valore todo
lo que, desde la base, se hizo o se intentó hacer como obra
revolucionaria por los militantes cenetistas y anarquistas allí en
donde habían derrotado a los militares fascistas y eran mayoritarios. Y
como obra revolucionaria me refiero a las colectivizaciones y a la
organización de la vida económica, social y cultural de los pueblos en
base a principios antiautoritarios e igualitarios.
Y es en esto en lo que difiero fundamentalmente con Balance, pues yo no
creo que “el 19 de julio matar un fascista, fusilar un cura o saquear e
incendiar una iglesia era hacer la revolución”. Ni el 19 de julio ni
después…
Matar no ha sido nunca un acto revolucionario. También los del “¨PSUC o
POUM, pasando por ERC y Estat Català” mataron fascistas y curas, y, sin
embargo, Balance los considera contrarrevolucionarios.
Un acto revolucionario es acabar con la explotación y la dominación.
Este es el objetivo de la revolución que siempre han defendido los
anarquistas. Matar explotadores y dominadores sin acabar con la
explotación y la dominación no es un acto revolucionario. Esto es lo
que han hecho los ”revolucionarios” autoritarios para ponerse en lugar
de aquellos. Y ya hemos visto en lo que han acabado esas “revoluciones”.
Los anarquistas lo son porque no quieren ser mandados ni mandar, porque
quieren vivir libres en un mundo de hombres y mujeres libres, y lo son
cuando hacen todo lo posible por ser consecuentes con este principio de
igualdad entre todos los seres humanos.
Otra cosa es que, a la violencia que oprime, opongamos la violencia que
libera. Y para que esto no sea pura retórica es necesario que esta
violencia no se transforme en opresora al triunfar. Para que sea
liberadora debe cesar una vez se ha puesto fin a la otra. Una cosa es
matar defendiendo nuestras vidas y nuestra libertad, y otra muy
diferente es hacerlo para imponer nuestra autoridad a otro. Es por eso
que los anarquistas somos antiautoritarios y que nuestra revolución
también aspira a serlo. Las experiencias revolucionarias iniciadas en
julio del 36 lo fueron porque los trabajadores ocuparon los centros de
trabajo y se organizaron horizontalmente para ponerlos a funcionar. Los
patronos que lo quisieron se integraron como uno más. Lo autoritario
habría sido obligarles a hacerlo. Y no se hizo porque los anarquistas
creían y creen en la coacción moral del ejemplo y no en la policía y en
las cárceles. Y no hay autoridad sin policía y cárceles. Y cuando hay
policía y cárceles hay trabajadores que trabajan y dirigentes que
mandan. Así han acabado todas las “revoluciones” autoritarias que han
triunfado militarmente : la rusa, la china, la cubana, etc.,
El problema del recurso a la violencia y del ejercicio del poder lo
tenemos bastante claro los anarquistas desde hace mucho : queremos ser
libres y queremos contribuir a que todos lo sean. Los anarquistas
antiautoritarios (y eso va por si Balance se considera anarquista
autoritario) nunca hicieron suya la idea mesiánica de “hacer” a los
hombres libres. Y mucho menos a punta de pistola. Es por ello que lo
único que sí le puedo decir a Balance -muy afirmativamente- es que,
entre nosotros, hay algo más que “una diferente perspectiva en el
análisis”, que hay algo fundamental que nos separa y que no es una
cuestión de “dogma ácrata”, de “inamovibles postulados ácratas”. Lo
que nos separa es la posición frente a la violencia y el poder. Y no es
sólo por cuestiones semánticas (aunque muchas veces las palabras
reflejan bien la intencionalidad del discurso y a lo que aspira el que
las usa), sino por cuestiones de ética revolucionaria. Es decir : por la
necesaria consecuencia entre fines y medios.
Lo fundamental para mí no es que la revolución triunfe, sino que
realmente lo sea. Y, hasta ahora, las “revoluciones” que han triunfado
han demostrado, sin lugar a ninguna duda, de que no lo eran -aunque se
hayan apropiado de la palabra REVOLUCION y la hayan institucionalizado.
Como ya dije, nadie puede pretender haber encontrado la fórmula mágica
para hacer una revolución social auténtica. Marx lo creyó, y también la
quiso “total y totalitaria”, y ya hemos visto en que han acabado las
que utilizaron esa fórmula mágica. Y ¡todas tenían “un programa y
fusiles” !
No, Balance, no es suficiente con que el proletariado tenga “un
programa y fusiles” para hacer una revolución que acabe con el Estado y
el Capital. Una revolución con este objetivo es algo más complejo que
“programas y fusiles”. Esta es la “lección del 36”, que tus excesos
retóricos tremendistas confirman. Una revolución, como la que
preconizamos los anarquistas, no se reduce a la “desaparición de
sombreros, trajes y corbatas, sustituidos por monos y pañuelos
rojinegros”. Nuestra revolución no se podía hacer ayer únicamente con
los “400 milicianos” decididos y convencidos de los Amigos de Durruti,
ni hoy es tan fácil “dar la patada al viejo mundo” como tú pareces
creerlo.
Ah, una última precisión sobre lo de las “etiquetas… a modo de insulto” :
A mi tampoco me importan mucho las etiquetas si, detrás de ellas, hay
voluntades decididas a la confrontación leal de ideas ; pero sí que las
tomo en cuenta cuando reflejan la autoritaria pretensión de imponer
“su” verdad. Y, desgraciadamente, aún hay muchos trotskistas (y no
digamos de los estalinistas, que aún los hay) que, pese a “las
experiencias históricas del proletariado revolucionario”, no han
cuestionado el dogma de la “dictadura del proletariado”. Y como Balance
también hace suyo este dogma, no creo que sea insultarle haberle dicho
y decirle que su crítica (y su discurso) se sitúa en la línea “dirigida
desde posiciones estalinistas o trotskistas”. Y está claro que con ello
no quiero decir que Balance sea lo uno u lo otro. Simplemente : que
ideológica y éticamente son posiciones coincidentes.
Octavio Alberola
Fuente: Octavio Alberola