Sin un movimiento de masas contra las políticas neoliberales y neofranquistas que le obligue a hacerlo, el PSOE no abandonará las políticas flexibilizadoras y privatizadoras, ni realizará reformas
Al reducirse las opciones políticas democráticas a una serie de combinaciones entre el mercado y el estado, con la hegemonía del primero en las dictaduras parlamentarias del capital (“democracias”) y del segundo en las desaparecidas “dictaduras del proletariado”, la quiebra material de ambos sistemas carece de alternativas. Las poblaciones del este comprueban, horrorizadas, los estragos del mercado y las del oeste vivimos, impotentes, la pérdida, cada vez más rápida, de los derechos y libertades conquistados por la lucha acumulada del pueblo trabajador.
Las propuestas de la izquierda y de la derecha solo contienen diferencias marginales ya que ambas aceptan el mercado global, el crecimiento económico, la competitividad y la realización del trabajo de cuidados por las mujeres, como principios de realidad. Eso equivale a decir que el poder constituyente y la soberanía residen en el capital que, a su vez, ha colonizado la política de los políticos y el imaginario de la gente. Por lo tanto, cualquier proyecto constituyente que no parta de este consenso mayoritario, está condenado a la marginalidad o a la neutralización “democrática”.
El espacio electoral y el sistema estatal de partidos y sindicatos, constituyen una realidad material pero también una realidad cultural y una racionalidad dominante. Un hecho real contiene una racionalidad que no se puede negar sólo con palabras. Para negar un hecho hace falta otro hecho, no solo palabras. Las palabras, sin acontecimientos que las sustenten, son racionales sólo formalmente, porque carecen de realidad material. Para el capitalismo, como una trama de relaciones sociales basadas en la desigualdad y la coacción, sólo es racional lo real, lo que existe, es decir, él mismo. Al capitalismo, como un hecho material que genera su propia y circular racionalidad, solo se le puede negar con otros hechos, también generadores de su propia racionalidad. Las propuestas electorales “reformistas”, que aparentan responder a las necesidades de la gente, son sólo palabras sin fuerza material.
El elector racional que, como buen consumidor, compara las ofertas en el mercado electoral, sabe que las propuestas que rechazan los daños del mercado sin rechazar la libertad de mercado, son inviables porque, quienes las formulan, no disponen de la fuerza (no existe la práctica que sustente dichas ofertas), ni de la intención (los políticos mienten más que hablan) para convertirlas en reales. Por esa razón, el camino electoral, el camino de la izquierda parlamentaria – única izquierda con existencia política real- es un camino bloqueado.
La fuerza popular es premisa y resultado de la critica práctica y teórica al régimen capitalista. Sin esa fuerza es imposible tener autonomía respecto al mercado y al estado. A su vez, ningún estado puede acometer transformaciones sociales sin apoyarse en ella. Esta fuerza se construye organizando la lucha por las necesidades insatisfechas de todo tipo, tanto materiales como políticas, culturales o identitarias. No solo con demandas al Estado y a los empresarios, sino con dinámicas sociales que impidan que el mercado haga lo que quiere (lo que “tiene que hacer”) y con dinámicas participativas que provean soluciones reales, por muy parciales que sean. En este proceso es esencial la modificación de los deseos consumistas y de los hábitos de alimentación, cuidados, ocio y participación política de la gente de abajo.
En el estado español existe una diferencia específica respecto al resto de los países europeos : a) La derecha tradicional no solo tiene una enorme fuerza electoral sino que la tiene como prolongación del régimen franquista, b) La izquierda en España es el partido socialista. Pero a diferencia de Europa, el PSOE se montó apresuradamente entre 1974 y 1977 a partir de un grupúsculo de jóvenes ambiciosos que, con la franquicia del PSOE histórico, el apoyo de EEUU y Alemania y la utilización sagaz del anticomunismo de masas inoculado por el franquismo, se alzó en tres años con la representación mayoritaria de la izquierda y en ocho años con la mayoría parlamentaria y el gobierno del estado.
Ahora, desde la oposición, el PP destapa la caja de las esencias franquistas para deslegitimar, por radicales y traidores, las tímidas reformas del PSOE respecto a las políticas que ambos han compartido desde la muerte de Franco. El PSOE, en el gobierno desde III’04 avanza, hasta ahora, con el viento en las velas del crecimiento económico, el impacto fiscal de los 700.000 puestos de trabajo de inmigrantes aflorados en la regularización de 2005 y la oleada de reformas democráticas. Todo ello con una arrolladora iniciativa política cuyos límites empiezan a vislumbrarse ya. Pero sin un movimiento de masas contra las políticas neoliberales y neofranquistas que le obligue a hacerlo, el PSOE no abandonará las políticas flexibilizadoras y privatizadoras, ni realizará reformas democráticas verdaderas, sustrayéndose a las amenazas de desestabilización del PP, cuya impronta política contiene la legitimidad del “alzamiento nacional” de 1936.
Agustin Morán es miembro del CAES
Este texto forma parte de «Globalización, alterglobalización y crisis», publicado en La Haine.
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Par : Agustín Morán
Fuente: Agustín Morán