Cada vez es más fácil saber cuando nos la van a jugar. No hay necesidad de leer en los labios. Basta con observar la actitud de nuestros representantes y la de sus homólogos en el poder. Si ríen, hacen bromas o se permiten chanzas ante las cámaras, la cosa no tiene vuelta de hoja. Nos van a freír. Es un rictus delator. Como cuando se hicieron la foto-piña al concluir la comisión del 11-M. Sonreían como si estuvieran en una bautizo y no en un funeral, que era lo que se ventilaba. Como ahora en el encuentro entre Cuevas y el presidente del Gobierno para hablar de la contrarreforma laboral. También bromeaban. Con una espontaneidad escabrosa. Siempre que unos representantes y otros se juntan motu propio es para representarse a sí mismos a nuestra costa. La lógica de la representación sociopolítica hace que, con la ayuda legitimadora de los medios, el representante sea un Dios y el representado un Don Nadie.
Hasta ahora, el horizonte vital de un trabajador permitía atisbar que cuando, amortizada su fuerza de trabajo, llegara la hora de la jubilación habría podido cancelar la hipoteca de su vivienda. Eso hasta ahora. A partir de ahora, con el “método Cuevas”, que pretende que todos los contratos sean por obra, o sea al capricho del empleador, cuando alguien -con las nuevas teorías sobre el rendimiento del periodo de cotización-, alcance los ochenta años y se jubile sin apenas pensión, irá directo a la tumba, dejando en herencia a los suyos una hermosa hipoteca. Así, en los entierros y funerales se volverán a contratar plañideras profesionales, porque si es por lo descendientes no habrá más que pleitos y quebrantos contra el odioso deudo.
En 1931 en España había tantos millones de parados y tantos de analfabetos como en la actual de Tanzania y no mucho más nivel de vida. Luego vino una guerra fascista y una dictadura victoriosa con su consiguiente y profundo Estado de Malestar. En 1950 la esperanza de vida de una mujer al nacer se situaba en 63,5 años (por debajo de la edad obligatoria de jubilación hoy) ocupando el país el puesto 33 en el ranking tras Portugal y Formosa, según datos de la Fundación Foessa. Siguió la transición con más de lo mismo pero con distintos collares, y cuando parecía que íbamos a poder disfrutar del Estado de Bienestar capitalizado socialmente, llega la patronal de José María Cuevas y su caverna y dice hay que ser competitivos como exige la Constitución que ha aprobado un tercio del censo, y que de nuevo vuelve el esclavismo.
Es como esa novela negra escrita por la presidenta “golpista” de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, a costa del sufrimiento ajeno. Una denuncia anónima, en un país donde ni la acción popular de miles de personas apenas logra ser oída por los poderes públicos, ha bastado para poner patas arribas el servicio de cuidados paliativos de un hospital público. La sospecha es que la mano que mece la cuna del chivato enmascarado es pariente ideológico de la señora Aguirre, y que lo que buscan con su tiro al aire es crear las condiciones de cabreo popular que permitan luego privatizar ese servicio. O sea, que los pobres, además de parir con dolor (el confort de los ricos y asimilados, salvo que sean de alguna secta que prime la prole en su ideario, prescribe fecundidad cero), vivir en precario, votar a ciegas, consumir sin tino y tragar quina, tendrán que morir en un puro grito. Antes, la selección nacional se hacia con guerras en las que los humildes ponían los muertos y los ricos la fanfarria tras comprar su exención a filas. Ahora, el darwinismo social exige que la inmolación sea un acto de servicio, de la cuna ala tumba. Y calladitos, como Dios manda.
Si no hacemos como cuando el Prestige o la Guerra de Irak, y nos echamos a la calle para parar los pies a la marquesa consorte y todas las cuevas y cavernas que han salido de batida, pronto habrá cárceles-pensión para pudientes y mazmorras para infelices. Por no hablar ya de la educación o la justicia, que antes de este último intento de asalto a la sanidad pública, han sufrido ya las dentelladas del sistema de desigualdad social con el que se proyecta liquidar los humildes remedios paliativos que proporcionaba el Estado de Bienestar. ¡Qué imagen la de esos jueces y magistrados del Consejo General del Poder Judicial insuflando un lock out en el Tribunal Supremo por su perder cuota de poder en el cortijo ! ¡A dónde ha ido ese racional y razonable proyecto de 35 horas para repartir el trabajo y el ocio e invertir el vivir para trabajar por el más humano de trabajar para vivir !
Vamos a la puta selva y, como no espabilemos pronto, los de abajo seremos los monos y los instalados los amos del safari. La amenaza de la directiva Bolkestein, que hasta el pobre y derrotado Joaquín Almunia – convertido ahora en mandamás eurocrático en pago a los servicios prestados a la cúpula del PSOE – dice que no es para tanto, marca el calibre de la guerra abierta por el neocapitalismo ultraliberal contra los derechos sociales. Mientras, 116 terratenientes españoles -como el marido de la presidenta Aguirre, grande de España- han recibido subvenciones de la Política Agraria Común (PAC) europea por un montante equivalente a lo percibido a nivel nacional por 480.000 modestos agricultores y, ya en pleno éxtasis, el Gobierno reconoce que hay 479.000 parados más no contabilizados.
Y mientras tanto, sigue el akelarre Vaticano dando réditos a la causa del culto a la muerte para recrecer la cartera de inversiones (en capital y oscurantismo) de los vivos de siempre. Quizás, para contextualizar los hechos, convendría recordar que cuando Karol Woojtyla accedió al Papado, Michele Sindona, el as de los banqueros de la mafia había recibido de Pablo VI el encargo de reorganizar la hacienda vaticana ; que el también banquero de Dios Roberto Calvi terminó sus días colgado en un puente de Londres y que su íntimo, el norteamericano arzobispo Marcinkus, director del Instituto para las Obras de Religión (el banco de la iglesia), según el FBI, había encargado a la cosa nostra títulos falsificados por un valor ficticio de casi mil millones de dólares de la época.
Con razón a los más altos se les llama purpurados. Y se ríen porque casi siempre sus campanas redoblan por todos nosotros. Con datos de 2001, los salarios que el Estado paga anualmente a los profesores de religión (18.500 en centros públicos y 17.000 en privados concertados) por impartir la materia superan los 100.000 millones de pesetas de entonces. Así que puestos a dar ejemplo, podríamos empezar por aplicar los contratos por obra del clan de la caverna al clero, para luego extenderlos a policías, militares y demás funcionarios públicos al servicio del intríngulis privado.
Y si alguien aún no ha encontrado la respuesta al por qué de esos increibles fastos mortuorios urbi et orbi, esas faraónicas pompas fúnebres on line en compañía del gotha de los dignatarios mundiales, debería reparar en un elemental principio de la semiótica que es la teoría de la representación por la que se materializa la ausencia de la presencia. Esa gran puesta escena de los más encumbrados representantes (líderes) del globo, divinos y humanos, vivos y muertos, vale por cien victorias ideológicas de la explotación y la dominación. Es su mejor kale borroka. Porque es mental, intransferible, somatizada y no solamente un opiáceo. Esa vida no es sueño. Al contrario, proclama la inmensa sabiduría e infinita bondad de un sistema integral que no tendría sentido sin mediadores entre los de arriba (los pocos) y los de abajo (los más), sea cual sea el tipo de topografía al que acudamos, fe o política. La muerte en primera página y prime time del Papa redime de la necesidad de combatir a los refractarios y sirve para recargar las baterías de la servidumbre voluntaria y la resignación.
Reunión de pastores, ovejas muertas.