Son más de un millón y medio y también para ellas es hoy el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Las mujeres extranjeras, en torno al 47% de la población inmigrante en España (3,5 millones), dibujan un mapa en constante ascenso : de 156.000 afiliadas a la Seguridad Social en 2000 a 394.000 en 2004 (ver gráfico de la página anterior). La gran mayoría procede de países no comunitarios.
Muchas han llegado solas (suele ser el caso de colombianas, peruanas o ecuatorianas) ; otras, como las marroquíes, lo han hecho sobre todo por reagrupación familiar.
Las procedentes de países pobres valoran la mayor autonomía de las mujeres en España y lamentan que el servicio doméstico sea su salida laboral casi única.
ANA MARÍA CÉSPEDES (República Dominicana) «Es muy difícil salir del servicio doméstico»
Ana María vino a España en 1990, «por la falta de alimentos», dice, «para mis cuatro hijos». Viuda y con dos títulos universitarios, sólo encontró trabajo en el servicio doméstico, destino principal de esa inmigración dominicana, sobre todo femenina. Aquello duró tres años. «Me sentía contra el suelo», relata Céspedes, de 53 años. Luego se convirtió en mediadora social, tarea que ahora desempeña en la asociación humanitaria Voluntariado de Madres Dominicanas. «Estamos más arraigadas y tenemos más prosperidad que otras. Aunque la mayoría sigue en el servicio doméstico, del que es muy difícil salir porque no hay derecho a paro, muchas han abierto negocios». La escasez de trabajo es ahora el principal problema, sobre todo en el servicio doméstico. «La mayoría tiene papeles y conoce sus derechos, pero si los esgrime suele escuchar : ’Hay cinco ecuatorianas esperando por tu puesto’. Y luego está el estereotipo de «la caribeña caliente», una cruz diaria. «Los hombres no se cortan un pelo. Por tener este color y este culo tienes que ser forzosamente prostituta». Pero aún así, dice, «España es más igualitaria y las mujeres pueden ejercer más derechos».
ALICIA MUZO (Ecuador) «Damos el cariño que no damos a nuestros hijos»
Voluntaria en la Coordinadora Nacional de Ecuatorianos en España. Alicia Muzo, de 37 años, era trabajadora social en su país. Al llegar a España se empleó como interna, ahora cuida niños y estudia para educadora infantil. «Entre las ecuatorianas predominan las mujeres solas que dejan a sus hijos para venir a cuidar a otros niños a los que les brindan el cariño que no pueden ofrecer a los suyos». Un viaje, el suyo y el de sus compatriotas, que a menudo desemboca en «el racismo, la pérdida de identidad, la depresión y la soledad».
ROSARIO ZANABRIA (Perú) «Si una española se emancipa hace falta una emigrante»
Peruana, universitaria, lleva 16 años en España, y ha llegado a ser la presidenta de la asociación Ari-Perú. «Sufro doble discriminación, por ser mujer y por inmigrante», dice. «En España hay un maltrato en todos los niveles : no se puede ser mejor que el nacional, existe una necesidad de asimilar al extranjero como inferior». La verdad, explica, es que «se aguanta todo por prosperar. Las mujeres necesitan enviar dinero, cierran los ojos y siguen adelante». Para la mayoría, trabajar en servicio doméstico es «un retroceso», según Zanabria. «Para que una mujer española se emancipe hace falta una inmigrante. Y no hay esa sensibilidad de mujer a mujer. La española pone trabas y empuja hacia la desigualdad».
IRENE PACHÓN (Colombia) «Limpié portales a dos euros la hora»
Socióloga, historiadora y artista de 44 años. Vino a España hace poco más de uno, invitada a un proyecto cultural que debió interrumpir por problemas en su embarazo. Aquí nacieron sus dos gemelas y aquí ha decidido que crezcan, «porque es una sociedad organizada, con normas». Ha empeorado su situación laboral -«en Colombia fui profesora universitaria y luego monté una empresa cultural»-, pero no se arrepiente. Madre sola, ha trabajado en la limpieza de portales -«a dos euros la hora hasta que me echaron ; tuve que faltar porque los bebés enfermaron»- y en una fábrica de maderas. Espera que la obtención de papeles le permita disfrutar de un microcrédito para montar una empresa de ocio infantil. Irene vive con sus bebés en una habitación de un piso compartido que le costean los servicios sociales de un municipio madrileño, que también afrontan la guardería de las niñas. «Me impresiona cómo se mueven las mujeres. La sociedad las valora más que en mi país», observa.
LATIFA AZIAR (Marruecos) «Me siento integrada a pesar de que llevo pañuelo»
Tiene 34 años y nació en Tetuán (Marruecos). Llegó a España hace una década por reagrupamiento familiar, como gran parte de las marroquíes (es uno de los colectivos con menor presencia de mujeres, el 34%). Universitaria con dos hijos y empleada en la asociación de inmigrantes marroquíes ATIME, considera que el idioma y la falta de papeles son los problemas de sus compatriotas en España. El servicio doméstico es su principal destino. «Yo me siento integrada a pesar de que llevo pañuelo. He notado algún rechazo por ir cubierta, sobre todo entre gente que no me conoce», prosigue Aziar, que combina el hiyab con el pantalón. Asegura que en España «hay muchos tipos de mujeres marroquíes : las que viven con el novio, como las españolas ; musulmanas modernas, como yo, que vamos a restaurantes, pero no salimos por la noche y las que no tienen ninguna autonomía».
MALIKA ABDELAZIZ (Argelia)
«El mercado laboral es racista y sexista»
Periodista argelina de 53 años, lleva diez en España. «La peor discriminación se da en el mercado laboral, que es sexista y racista con el consenso social. Los nichos laborales de las mujeres inmigrantes son el servicio doméstico, la mediación social si tienen estudios y posibilidades, la agricultura y la prostitución», afirma. Otro terreno de discriminación es la maternidad, debido a la «inexistencia de políticas familiares». A menudo la precariedad que padecen las inmigrantes les permite conseguir una plaza en las escasas guarderías públicas con más facilidad que los españoles. Situaciones como esa alientan la xenofobia, según Abdelaziz.
Desde Europa a la desigualdad
Entre las mujeres europeas que provienen de la UE se echan en falta políticas de apoyo a la familia y mayor igualdad.
ANNIKA BOMAN (Suecia) «Ser la empleada perfecta es ser estéril»
Primero con una beca Erasmus. Luego por amor. Annika Boman, sueca de 32 años, lleva ocho en España. Esta economista ha sentido el cambio a peor en la falta de facilidades para la conciliación de familia y trabajo y la discriminación femenina en el mercado laboral. «En Suecia hay 420 días de baja por tener un bebé y se cobra el 80% del sueldo. El padre debe tomar al menos 120 días de ese permiso. Tener un hijo no perjudica la carrera profesional, como ocurre aquí y hay muchísima flexibilidad. Es normal que tanto los hombres como las mujeres con niños pequeños tomen jornada reducida o recurran al teletrabajo. En España, si no se toman medidas de verdad no habrá niños», afirma. Ella, que tiene uno, cree que de haber seguido en Suecia tendría más. Cree que es más difícil para las mujeres obtener un empleo. «Has de tener 25 años para siempre y ser estéril para ser la empleada perfecta», sostiene. «En España, las mujeres pagan un alto precio por tener su autonomía económica, porque la vida cotidiana las consume» , concluye.
MONIQUE ROUSSEAU (Francia) «Hay más doble jornada aquí»
Cuarenta años en España y una de las representantes de los franceses residentes en el extranjero, Monique Rousseau se define como «emigrante sentimental» : se casó con un español. «Cuando llegué, sufrí una mengua en mis derechos. No podía abrir una cuenta en el banco sin permiso de mi marido». Considera ahora que «la situación de las españolas respecto a las francesas se iguala a pasos agigantados». A sus 66 años, esta maestra jubilada observa una gran diferencia : la falta de servicios y ayudas a las familias y de vivienda social. Y la doble jornada femenina. «En Francia los hombres colaboran más en casa». Las francesas residentes en España (el 2,4% de las extranjeras) suelen ser universitarias. Llegan con su familia o para perfeccionar su currículo. «Se quedan atraídas por una forma de vivir que no se queda en metro-boulot-dodo [metro-trabajo-dormir]».
BARBARA KURASZ (Polonia) «Marcha atrás en igualdad»
Esta ingeniera industrial de 45 años lleva 15 en España trabajando como asistenta. Hace unos meses consiguió un empleo temporal en un locutorio, pero mantiene un par de casas, por si no se lo renuevan. El servicio doméstico es la ocupación predominante de las mujeres polacas, pese a su alta formación. «Nuestros conocimientos no se aprovechan», lamenta Kurasz. Aunque ha hecho un curso de mediadora social en clases nocturnas, no ha encontrado trabajo como tal. Añade que la entrada de Polonia en la UE aún no tiene repercusiones para ellas. «En Polonia hay más igualdad. Aquí he sentido una marcha atrás», asegura.
CHARO NOGUEIRA
EL PAÍS