Parece que para muchos comentaristas políticos, Aznar salió victorioso de su comparecencia ante la Comisión del 11-M. Dio sensación de seguridad, de una seguridad sincera y amplia, casi tan sincera y tan amplia como cuándo aseguraba a todos los españoles la existencia de armas de destrucción masiva en Irak o como cuando, tras los atentados del 11 de marzo, su «alter ego», el señor Acebes rebajó a la categoría de miserables a todos los que se atrevieran a poner en duda otra verdad «segura», la autoría de ETA.
Muchos analistas parecen coincidir con los diputados del PP en el sentido de que tras la comparecencia de Aznar ha quedado claro que el Gobierno no mintió y que hay indicios fiables de la conexión entre los responsables del atentado y ETA.
Será cierto. Desde luego, si confiamos en la palabra del ex presidente, ambas cosas deben ir a misa. No obstante, antes de mostrar tal seguridad en las afirmaciones, es conveniente confrontarlas con datos y hechos objetivos, no vaya a ser que su autor esté llevando a escena una de las máximas más citadas y atribuida a Goebels, según la cual, «una mentira repetida 100 veces acaba por convertirse en verdad».
Ese fue, aproximadamente, el número de ocasiones en las que el ex presidente del Gobierno se refirió al complot político-mediático que mintió y tergiversó las cosas para que el PP perdiera las elecciones. Esa reiteración en el mensaje obró el milagro del volver el mundo al revés y sacar la conclusión de que quienes mantuvieron contra a viento y marea la certeza de la autoría de ETA no mintieron y quienes expresaron, primero sus dudas y luego su certeza sobre la autoría real queden por mentirosos.
Tratar de cargar la responsabilidad de lo ocurrido, en los ciudadanos, en los partidos políticos y en los medios de comunicación que reclamaban conocer la verdad, atribuyendo todo tipo de intenciones malévolas y, basando toda la carga de la prueba en un información errónea (la del terrorista suicida) y ya rectificada por la propia cadena que la emitió me parece una mofa. Sobre todo si tenemos en cuenta las mentiras contadas por el acusador o su gobierno durante su mandato. El señor Aznar se mostró inflexible y atribuyó imputaciones muy graves por este error y, sin embargo, trato de restar importancia a sus mentiras asegurando que nunca se mintió sino que se informó en función de los datos que tenían en cada momento. Para él la información difundida y luego rectificada por la SER es un claro ejemplo de manipulación desestabilizadora, mientras que sus mentiras (Urdaci con la huelga general, Trillo con el Yak-42-, Acebes y de Palacio con la autoría de ETA y él mismo y su ministra de Exteriores con las armas de destrucción masiva de Irak, por sólo poner unos ejemplos) son ingenuas, derivadas de una falta de información actualizada y, por supuesto, sin ningún afán de sacar réditos políticos de las mismas.
Pero, centrándonos en la gestión de la crisis producida por el atentado, sería conveniente saber si todo se debe a fallos inocentes o si, por el contrario, se puede deducir algún tipo de intencionalidad en el tratamiento de la información. Ellos lo niegan, como es lógico. Pero esa negativa no puede ser considerada una demostración de inocencia o de lo contrario habría que dejar en la calle a la mayor parte de los asesinos del mundo que, habitualmente, no colaboran con la justicia y acostumbran a negar su autoría.
Cuando un sospechoso niega la autoría de un hecho, se acude a los datos, pruebas o indicios objetivos para comprobar si lo declarado por el acusado se ajusta a los hechos. Para analizar lo ocurrido entre el 11 y el 14, conviene recordar la situación que se vivía en aquella campaña electoral antes de que se produjera el atentado. Creo recordar, que en aquellos momentos la campaña se centraba en la entrevista mantenida por Carod Rovira con ETA y que previamente había sido filtrada al ABC. Cuando el mencionado diario publica esta información, parece que ya estaba desde hace días en conocimiento del sr. Aznar quién, a pesar de su compromiso de no hacer campaña electoral del terrorismo, no avisó al líder de la oposición de esa entrevista como le obligaba el Pacto antiterrorista y, sin embargo, no dudo en utilizar electoralmente el supuesto acuerdo de Carod y ETA para que la organización terrorista no atentara en territorio catalán.
En estas circunstancias se produce el salvaje atentado de Madrid y muchos ciudadanos en un primer momento piensan en la autoría de ETA. Unas sospechas que, para muchos, se terminan de confirmar cuando el ministro del Interior con una seguridad similar a la del presidente en la comparecencia afirma que el explosivo utilizado es Tytadine y que todos los que pongan en duda este punto son unos miserables. Con estos datos, y con la experiencia previa de ETA de planificar atentados en vísperas electorales, muchos pensaron que la organización terrorista, sigue en su estrategia de contra peor mejor, había decidido darle un empujoncito al gobierno y condenar al ostracismo a los que habían hecho un pacto de Gobierno en Cataluña con el partido de Carod. Por lo que hemos sabido después, pruebas, lo que se dice pruebas, no tenían ninguna y difícilmente las podían tener cuando los autores fueron otros.
Lo grave es que, en función de lo declarado por los responsables policiales, la línea de investigación preferente de ETA comenzó a perder fuerza desde la misma tarde del día 11, cuando se encontró la furgoneta abandonada por los terroristas. Y ya en la mañana del día 12, tras estudiar la tarjeta de móvil de la bomba que no explotó, el grueso de las sospechas se centraron en el terrorismo islamista. Esta misma hipótesis era la barajada por el mayor número de medios de información europeos y americanos en sus ediciones de aquel viernes 12.
Parece que ese día, todos sabían que las sospechas se dirigían al islamismo, menos el Gobierno más afectado y el que más información debería de manejar. Es totalmente imposible que los responsable policiales, nombrados por el propio Gobierno, fueran restando crédito a la autoría inicial y los responsables políticos no se enteraran y continuaran insistiendo en adjudicar la matanza a ETA, llegando incluso al estrambote de forzar una votación en el Consejo de Seguridad de la ONU para condenar a la organización terrorista vasca por un atentado que cometieron otros.
La tarde/noche del día 12, millones de ciudadanos se sumaron a la manifestación convocada por el Gobierno para rechazar el terrorismo. En aquellas horas el Gobierno seguía instalado en su «verdad», pero buena parte de la ciudadanía se había pasado al bando de los miserables, mostrando sus dudas sobre la versión del Gobierno y exigiendo que se conociera la verdad. Según lo declarado en la comisión no es hasta la noche del sábado cuándo el sr. Aznar tiene noticias de la pista islámica y, en un alarde de reflejos, ordena que se abra una investigación que la policía ya tenía abierta desde el descubrimiento de la furgoneta (más de 24 horas antes) y él y los ciudadanos de este país sin enterarse.
Pero lo más increíble es que el día siguiente, el sábado por la tarde los medios afines al gobierno (a nivel nacional, todos excepto la SER y El País) siguieran insistiendo en la autoría de ETA, incluida la gubernamental agencia Efe durante la tarde del sábado. Más increíble aún resulta el papelón realizado por el director del CNI, señor Dezcallar, que cuando las primeras órdenes de detención del comando islamismo estaban en curso, remitió una nota la SER para desmentir una información facilitada por la cadena de emisoras, según la cual la línea de investigación se centraba de forma casi absoluta en la trama islámica. En este apartado de la manipulación informativa sería conveniente recordarle al señor Aznar que, él mismo cuenta con logros nada desdeñables como haber mantenido al frente de los servicios informativos al señor Urdaci, condenado previamente por su manipulación en la información de la Huelga General.
En su comparecencia ante el Congreso, el señor Aznar asumió todo el protagonismo en la estrategia del calamar iniciada por su partido. Ante la crudeza de los hechos y la dificultad de eludir responsabilidades por su incapacidad para prevenir el atentado y para gestionar los momentos de crisis posteriores los miembros del PP en la Comisión han iniciado una campaña de esparcir tinta para escurrir el bulto. La tinta, en esta ocasión, está fabricada de descalificaciones, insinuaciones e insidias y amenaza con enturbiar las aguas de la vida política y, lo que es más grave, de la vida social de este país.
Fue patético observar al diputado Del Burgo responsabilizar a la Guardia Civil de errores de coordinación policial cuando son responsabilidad del Ministerio del Interior, pero fue más bochornoso el espectáculo dado por el señor ex presidente para lanzar, en un lenguaje cabalístico de montañas y desiertos, insinuaciones e insidias que parecen situar detrás de la autoría intelectual de los atentados a partidos de la oposición y medios de comunicación hostiles a su gobierno.
Otra insidia. La de mantener la sospecha de que no se investiga la supuesta relación de ETA con los islamistas. Por lo declarado por altos mandos y responsables de seguridad españoles y europeos, la posible relación entre el terrorismo islamista y ETA se ha investigado, se investiga y, me imagino, que se seguirá investigando. El problema es que, de momento, parece que no se han encontrado indicios racionales de esa presunta relación en las investigaciones que llevan adelante el poder judicial, el parlamento y la policía.
Estas investigaciones, por cierto, si han sacado a la luz algunos asuntos a los que puede responder el sr. Aznar. Sirvan como ejemplo dos preguntas ¿Quién es el responsable de que los detenidos previamente por causas islamistas cumplieran condena agrupados en unas pocas cárceles ? ¿Y de que no hubiera fondos para contratar a traductores de árabe para interpretar las conversaciones que mantenían ? Hay más preguntas, pero me conformo con estas dos. Son facilitas. Siempre pueden acusar a un funcionario de prisiones de lo primero y a un conserje del ministerio de justicia de lo segundo y pedir que se investigue sin ningún lugar a dudas la posible conexión entre el funcionario de prisiones y el conserje del ministerio con el entramado político mediático. ¿Quién sabe si alguna vez tuvieron una reunión en una montaña desértica más o menos próxima ?
Por favor, señor ex presidente, un poco de seriedad y de respeto hacia la ciudadanía.
Antonio Somoza Barcenilla
Periodista
Secretario general del Sindicato de Enseñanza de CGT en Málaga
Par : Antonio Somoza. S, Enseñanza de Málaga