El promedio la esperanza de vida al nacer es de 46,5 años y en algunos países solo alcanza a los 30 años.
África busca su propio rumbo y aunque comprende las enormes dificultades que enfrenta, sus dirigentes han dado pasos en los últimos años para resolver los problemas que dejaron las metrópolis después de siglos de colonización.
La liberación de la mayoría de las naciones del continentes, obtenidas casi todas a partir de la década de 1950, no era compatible con el grado de dependencia que tenían de las metrópolis las cuales aprovecharon la situación para mantener controles neocoloniales.
A través de los siglos, ese territorio continental ha servido como almacén y abastecedor de todo tipo de recursos humanos y materiales para las naciones desarrolladas explotadoras. Millones de nativos fueron llevados como esclavos hacia otras regiones del mundo ; materias primas como oro, diamantes, hierro, uranio, cobalto, aluminio, cobre, zinc, fosfatos y maderas preciosas salen por millones de toneladas anualmente y engrosan las riquezas de los poderosos.
Ahora las compañías transnacionales tienen interés en los abundantes recursos naturales y la biodiversidad, también llamada oro verde. Países poderosos con la anuencia de los organismos financieros internacionales obligaron en las últimas dos décadas a muchos gobiernos del continentes a aplicar programas de ajustes estructurales, neoliberales y de privatización para poder tener acceso a créditos frescos. El resultado fue un mayor endeudamiento y el aumento constante de la pobreza y las enfermedades de sus ya depauperadas poblaciones.
Un breve recuento de la situación actual realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indica que el promedio la esperanza de vida al nacer en el continente es de 46,5 años y en algunos países solo alcanza a los 30 años. La tasa de mortalidad infantil se sitúa en la elevada cifra de 172 por cada mil nacidos vivos y la mayoría perecen por afecciones curables como las diarreas, sarampión, viruelas, poliomielitis o malaria. La población con acceso a servicios adecuados de saneamiento con acceso a agua potable tratada no llega al 40 % y la mayoría abastece sus necesidades de ríos que en su mayoría están contaminados. La terrible pandemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) avanza indetenible por todo el continente y se estima que cerca 30 millones están contaminados con la enfermedad, cifra que representa el 70 % del total mundial. Si la enfermedad no se detiene a tiempo la población africana disminuirá en grado superlativo. Los abultados pagos de la deuda externa, sobrepasa en varios casos el total del Producto Interno Bruto de países como Costa de Marfil y Liberia, mientras otros gastan más en saldar esos compromisos que en los presupuestos para la salud y la educación.
A la par, el compromiso internacional para otorgar ayuda al Desarrollo de Africa ha disminuido drásticamente en los últimos diez años y la tendencia es a bajar aún más. Se estima que solo para luchar contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, el continente necesita 3 000 millones de dólares anuales.
En vista de tantos problemas y necesidades, en el año 2000 se dio el primer paso para el comienzo de una nueva etapa en ese saqueado continente con el acuerdo de crear la Unión Africana (UA) en sustitución de la hasta entonces Organización para la Unidad Africana (OUA). Ya en 2003 los jefes de Estado y de gobierno de 53 naciones firmaron las bases de la Nueva Asociación para el Desarrollo de Africa (NEPAD), iniciativa impulsada por los presidentes de Sudáfrica, Nigeria, Argelia y Somalia que busca movilizar al continente hacia el desarrollo económico y social. La NEPAD fue lanzada al mundo como un programa concebido y desarrollado por los líderes africanos que se comprometen con sus pueblos y el mundo a buscar formas de encaminar a esas naciones por la senda del crecimiento y el desarrollo sostenible, al definir los problemas que enfrentan y crea un plan de acción para intentar resolverlos. Entre las tareas de la NEPAD se destacan la prevención, manejo y resolución de conflictos ; fomentar el desarrollo de infraestructuras, agricultura e industrias ; expandir la educación, capacitación técnica y servicios de salud ; restaurar la estabilidad macroeconómica y desarrollar normas y objetivos para las políticas monetarias y fiscales ; realizar auditorias en empresas privadas y estatales, entre otras acciones. Con esta nueva organización, los líderes africanos esperan reducir la pobreza e inequidad, impulsar el desarrollo y las fuentes de empleo, diversificar las actividades productivas del continente para una mayor competitividad en los mercados y buscar la anhelada integración africana. En el pasado varias iniciativas como el Plan de Acción de Lagos o el Tratado de Abuja concluyeron en un rotundo fracaso. Esperemos que en esta ocasión, con la implementación de la NEPAD, los líderes africanos puedan sortear los numerosos escollos que tienen por delante.
Por Hedelberto López Blanch para Rebelión