Pocas personas fueron testigos de aquella tragedia de principio a fin. Una de
ellas fue el general canadiense en retiro, Romeo Dallaire, a quien la ONU envió
a Ruanda como comandante de una misión de paz y acabó asistiendo impotente al
exterminio de unas 900.000 personas. Hoy, el general sigue pensando que el
alcance del desastre de Ruanda se debió a la indiferencia internacional.
Una víctima con Casco Azul
Ruanda no contaba para el mundo. Carecía de valor estratégico y el país estaba
ya superpoblado : con un mandato que sólo le permitía intervenir en defensa
propia, Dallaire y sus tropas vieron cómo a lo largo de cien días la población
tutsi, minoritaria en Ruanda, era masacrada por los mayoritarios hutus.
Soldados del ejército, milicias armadas con machetes y la propia población
civil participaron en una orgía de sangre de la que ni siquiera escaparon niños
o mujeres embarazadas.
Ruanda : 10 años después del horror
* Francisco Rey Marcos
Los próximos días 6 y 7 de abril se cumple el décimo aniversario del inicio
del brutal genocidio que asoló Ruanda, tras el derribo del avión en el que
viajaba el Presidente del país, Juvenal Havyarimana. El asesinato del
presidente y sus acompañantes fue el detonante que puso en marcha la maquinaria
del horror, que se había estado preparando minuciosamente desde mucho tiempo
antes. Los datos de la tragedia que vino después son de sobra conocidos : más
800.000 muertos ; 100.000 niños huérfanos ; más de 2 millones de refugiados (que
permanecieron en diversos países, sobre todo el Congo, hasta 1997, y varias
decenas de miles que aún continúan fuera del país) ; miles de personas, civiles
en su mayor parte, que participaron directamente en las atrocidades ;
destrucción de la base económica del país.
http://www.rnw.nl/informarn/html/act040402_ruanda.html
Ruanda y la comunidad internacional
Hans de Vreij,07-04-04
Hace diez años, en Ruanda, tuvo lugar el mayor genocidio desde la
Segunda Guerra Mundial. Según datos oficiales, más de 900.000 personas fueron
masacradas en pocas semanas. La mayoría de las víctimas pertenecían a la
minoría tutsi, pero también murieron hutus moderados, la etnia mayoritaria en
Ruanda. Con motivo de los primeros enfrentamientos, Naciones Unidas estacionó
una pequeña fuerza de paz en Ruanda, que se vio totalmente sobrepasada por la
ola de violencia que estalló en abril de 1994. La comunidad internacional no
hizo nada.
¿Se podía haber evitado la masacre de 1994 ? Podría producirse una
masacre parecida hoy en día ? En otras palabras : ¿ha aprendido algo la comunidad
internacional del genocidio de 1994 ? La mayoría de los expertos en paz y
seguridad reaccionan con una mezcla de realismo, pesimismo y cinismo a estas
preguntas. Según ellos, la masacre no se pudo prevenir y bien podría repetirse.
La lección que se aprendió es que sólo una fuerte intervención militar podría
evitar algo semejante. Pero, agregan los expertos, es muy poco probable que tal
intervención se llevara a efecto.
La catedrática holandesa Chantal de Jonge Oudraat es experta en
los temas de Naciones Unidas y Seguridad. Oudraat señala que el comandante de
la pequeña fuerza de paz de la ONU en Ruanda había pedido refuerzos con mucha
antelación, porque sabía que la situación estaba empeorando. No obstante, los
Estados miembros de la ONU no reaccionaron a las llamadas de ayuda y cuando se
desató la masacre, ya era demasiado tarde.
Según Oudraat había en 1994 tres países en condiciones de enviar,
en breve tiempo, refuerzos militares a Ruanda : Estados Unidos, Francia y Gran
Bretaña. Estados Unidos no reaccionó porque poco antes había sufrido una
debacle en Somalia : Washington había retirado sus tropas de paz, después de que
varios soldados norteamericanos hubiesen sido asesinados. El entonces
presidente Bill Clinton consideraba que enviar tropas a Ruanda hubiera sido un
suicidio político, explica la catedrática holandesa.
Francia reaccionó, pero demasiado tarde, con un envío de tropas
cuando la masacre ya se había producido. París desempeñó además un papel dudoso,
porque de hecho apoyaba a los hutus. Londres ni siquiera consideró la
posibilidad de enviar soldados a Ruanda.
Por su parte, Naciones Unidas disponía en 1994 – por lo menos
sobre el papel – de una impresionante fuerza militar de unas 50.000 soldados.
Eran tropas de reserva, provenientes de Estados miembros de la ONU, pero lo
cierto es que en la práctica esta fuerza era incapaz de actuar. Oudraat explica
que esas tropas de reserva sólo pueden entrar en acción si los países
involucrados dan su permiso. En el caso de Ruanda, los países en cuestión no
dieron permiso, porque se estimaba que la situación en el lugar era demasiado
peligrosa.
Según Oudraat, la lección más importante que la comunidad
internacional pudo haber aprendido del genocidio en Ruanda es que una fuerza de
paz sólo es eficaz si dispone de suficiente poder de fuego, y de un mandato
para utilizarlo. Pero, al igual que muchos otros expertos, la catedrática
holandesa duda que los países en cuestión se decidan por una intervención
militar, a menos que existan intereses propios en la zona de conflicto. «Me
temo que de repetirse una tragedia como la de Ruanda, una vez más se
contemplarían los acontecimientos a distancia y después se volvería a decir :
nunca más», declara la catedrática.