El 15 de octubre de 1902 nacía en la que hoy es calle Pignatelli de Zaragoza, María del Pilar Amparo Poch y Gascón. Desde pequeña su sueño fue ser médico y en la Facultad de Medicina estudió desde 1922 hasta 1929, logrando uno de los expedientes académicos más brillantes de su historia : 28 matrículas de honor y el Premio Extraordinario de la Licenciatura.
Tanto por su procedencia social como por su aplicación, Amparo Poch parecía estar llamada a llevar una vida cómoda, o en todo caso, a ser una eminente profesional, pero sus ideas políticas, próximas al anarquismo, la empujaron a luchar por construir un mundo más justo y solidario.
Así, nunca perteneció al Colegio de Médicos, pero, apenas licenciada, se apresuró a abrir una consulta médica para mujeres y niños, en el número 8 de la calle Madre Rafols, en la que dedicaba una hora diaria a atender a mujeres obreras.
A principios de los años 30, vinculada ya a Mujeres Libres de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT-AIT), desarrolló una actividad febril para formar a las mujeres en temas de salud, contracepción, higiene, o educación sexual, entre otras cosas. Defensora de una maternidad consciente, del amor libre y de los derechos de la mujer, la doctora zaragozana recorre universidades, ateneos, fábricas y escuelas dando charlas y consejos.
En torno a 1935, ya en Barcelona, impulsa «Mujeres Libres» y meses más tarde abriría El Instituto de Mujeres Libres y el Casal de la Dona Traballadora, que dirigió ella personalmente y al que acudían a formarse diariamente entre 600 y 800 mujeres.
Fue, pues, una de las máximas defensoras de la liberación de la mujer y desde Barcelona presidió la Sociedad de Objetores contra la Guerra y coordinó la acogida de niños refugiados en granjas escuelas. Trabajó igualmente en el programa liberación para prostitutas, y en 1937 fue nombrada directora de Asistencia Social del Ministerio de Sanidad, que ocupaba Federica Montseny.
Entre 1939 y 1942, parece ser que vivió en Montpellier y tras la derrota del nazismo, recala en Toulouse, donde comparte con otros exiliados el dolor y la solidaridad. Allí trabajará en el dispensario de la Cruz Roja Republicana española en el que diariamente atendía a hombres, mujeres y niños necesitados.
A pesar de pasar muchas estrecheces Amparo nunca se rindió. Sus compatriotas la llamaban la Doctora salud alegre, por su entrega y dedicación al prójimo. Los más de veinte años que pasó en Tolouse estuvieron marcados por el trabajo y el altruismo. Los últimos años de su vida, ya con la salud minada los pasó con una familia de Zaragoza, anarquistas exiliados como ella, que la acogieron en su casa.
Murió en 1968 y tuvo un hermoso funeral civil. El periódico Espoir le dedicó una cálida necrológica que destacaba su valor y su trabajo como médico. Años después, algunas historiadoras como Mary Nash o Antonina Rodrigo han rescatado su memoria y su biografía.