En este 8 de Marzo de 2004 seguimos plantando cara a las múltiples formas que adoptan la dominación, explotación y discriminación de las mujeres en este sistema patriarcal y capitalista. Las mujeres somos explotadas doblemente, en el trabajo remunerado y en el no remunerado.
Seguimos siendo discriminadas en el acceso, permanencia y promoción en el empleo ; estamos segregadas profesional y ocupacionalmente, es decir, nuestra presencia se concentra en los sectores donde se dan unas condiciones de trabajo más precarias -, eventualidad, jornada parcial, despidos por embarazo-, en la economía sumergida y, a pesar del esfuerzo realizado en formación, seguimos ocupando puestos de baja cualificación.


En este 8 de Marzo de 2004 seguimos plantando cara a las múltiples formas que adoptan la dominación, explotación y discriminación de las mujeres en este sistema patriarcal y capitalista. Las mujeres somos explotadas doblemente, en el trabajo remunerado y en el no remunerado.

Seguimos siendo discriminadas en el acceso, permanencia y promoción en el empleo ; estamos segregadas profesional y ocupacionalmente, es decir, nuestra presencia se concentra en los sectores donde se dan unas condiciones de trabajo más precarias -, eventualidad, jornada parcial, despidos por embarazo-, en la economía sumergida y, a pesar del esfuerzo realizado en formación, seguimos ocupando puestos de baja cualificación.

Colectivos que merecen especial atención por su número y por la falta de derechos laborales son las empleadas de hogar que están fuera del Régimen de la Seguridad Social y las prostitutas que no tienen derecho a nada.

Ahora bien, sabemos que la precariedad va mucho más allá del mercado laboral, que nuestra vida también se precariza y que cada día es más difícil tener garantizada la satisfacción de nuestras necesidades o el ejercicio de nuestros derechos. No podemos olvidar que para nosotras, las mujeres, la precariedad se despliega sobre una situación de discriminación y desigualdad social que hace que sus efectos se acentúen enormemente.

En el trabajo de cuidados no remunerados seguimos siendo las protagonistas casi en exclusiva, la incorporación de las mujeres al mercado laboral no ha ido acompañado de una corresponsabilidad por parte de los hombres, el estado y el empresariado. Así nos vemos obligadas a movernos entre la precariedad, la pobreza y la exclusión, como funambulistas en la cuerda floja y, haciendo malabarismos para conciliar lo inconciliable : una jornada laboral con total disponibilidad para la empresa y todos los otros trabajos necesarios para la sostenibilidad de la vida.

La precariedad en la vida se agrava para aquellas mujeres que son las únicas responsables de sus familias, para las viudas con pensiones que no les dan ni para malvivir, y para las mujeres que tienen alguna discapacidad ; ellas se enfrentan a una doble discriminación y a múltiples barreras que hacen imposible la consecución de unos niveles aceptables de autonomía y calidad de vida. No olvidemos tampoco esa porción extra de precariedad que sufren las mujeres por su orientación sexual o por su identidad de género.

En el caso de las mujeres inmigrantes, no sólo se ven obligadas a dejar su país de origen, por el empobrecimiento de sus países provocado por la voracidad del capital, sino que llegan al nuestro para encontrarse sin papeles, sin derechos y en condiciones de explotación que en algunos casos casi rozan la esclavitud.

En definitiva, la posición de las mujeres en el mercado laboral sigue estando condicionada por su posición dentro del grupo familiar y ésta por la incorporación precarizada de las mujeres al mercado laboral. Ambos procesos se retroalimentan mutuamente en una espiral que frena el avance hacia la igualdad.

Otro problema gravísimo y que atraviesa todas las culturas, clases sociales e ideologías es el de la violencia : son millones las mujeres y niñas que en el mundo entero sufren malos tratos, agresiones y tráfico sexual, asesinatos impunes… Estas manifestaciones de violencia extrema, a veces enmascaran otra más sutiles y menos reconocibles, la violencia cotidiana, que nos agrede cada día : condiciones precarias en el empleo, actitudes machistas, trato desigual… Es fundamental que la percibamos como tal y asumamos que es tarea de todas y todos, mujeres y hombres luchar contra ella.
Por todo ello, en CGT, consideramos necesario transgredir interna y externamente el des-orden establecido :

  •  Combatiendo los roles y estereotipos sexistas que impiden el desarrollo y la autonomía de las mujeres.

  •  Luchando contra todas las formas de violencia (física, psíquica, estructural).

  •  Exigiendo que los cuidados que necesita la población se consideren responsabilidad social.

  •  Concienciando a la sociedad de la importancia de luchar contra la lógica de acumulación propia del capitalismo, porque atenta contra la justicia social y es incompatible con la sostenibilidad de la vida.

  •  Movilizándonos contra todo tipo de discriminación por sexo, etnia, orientación sexual, ideología, discapacidad, edad…

  •  Denunciando la precariedad y la desigualdad y educando en igualdad

    Por una vida que gire en torno a las necesidades humanas, no en torno a la voracidad del mercado.

    Plantemos cara