Los que tienen la casa muerta
y caen despacio
mientras hacen cuentas.

Los que saben que el delito
no es vivir sin primavera,
no es masticar las deudas,
no es apretar los huesos y dejar que pasen las tormentas.

Todos los que saben que el delito
es partir los cráneos en las protestas,
ahorcar las voces,
agriar las horas entre rejas,
matar limpio y despacio por un pobre salario.

Todos los que sabemos que sitiar las plazas
es el precio que se paga
por ser libres ahora y siempre vamos a romper las calles.

Los que saben que el delito
no es vivir sin primavera,
no es masticar las deudas,
no es apretar los huesos y dejar que pasen las tormentas.

Todos los que saben que el delito
es partir los cráneos en las protestas,
ahorcar las voces,
agriar las horas entre rejas,
matar limpio y despacio por un pobre salario.

Todos los que sabemos que sitiar las plazas
es el precio que se paga
por ser libres ahora y siempre vamos a romper las calles.

Con nuestras manos arruinadas de monedas,
con nuestros gritos abriéndose paso por las alamedas,
con nuestro dolor inquieto por tanta barbarie.

Vamos a romper las calles
porque el hambre es un crimen
y la crisis sólo una coartada
porque las leyes nos ahogan
y esa mala costumbre de atar cadenas a destajo
convierten la esperanza en un lugar adonde nadie llega.

Porque el miedo y sus secuaces espantan en vano
las conciencias que están despiertas.

Porque no nos da la gana que tanto hijo de la grandísima,
tanto cabròn,
tanto pendejo suelto por esas calles que son nuestras
crezca sarmentoso,
coma a dos carrillos
y pudra la vida honrada
de quienes tienen derecho a un mañana.

Silvia Delgado


Fuente: Silvia Delgado & J. Kalvellido