Opinión, portada03, Constitución UE · 26.01.2005
Quienes se han entregado a la defensa del tratado constitucional de la UE gustan de repetir un argumento que tiene su miga : la razón primera para respaldar el texto en cuestión la aporta, a sus ojos, el hecho de que la Unión es un islote de prosperidad, de derechos y de libertades en un mar proceloso.
Olvidemos lo que en otras circunstancias habría de ocupar nuestra atención : semejante forma de razonar, que esquiva cualquier consideración sobre el tratado en sí, se asienta en la frágil intuición de que éste —de la mano de mercaderes y fortalezas envueltos en retórica hueca— tiene que ratificar, por su rica gracia, las virtudes reseñadas.