(La amenaza de la deuda odiosa esgrimida por la troika (FMI, BCE y UE) para doblegar a Grecia procede del mismo arsenal intimidatorio que las mentiras de las armas de manipulación masiva utilizadas por el trío de las Azores (Bush, Blair y Aznar) para justificar la criminal invasión militar de Irak).

Se ha dicho con acierto en la argumentación que en este naciente siglo XXI la única internacional realmente eficaz la configuran los mercados plenipotenciarios y el capitalismo financiero subyacente. Y eso es tanto así no por mérito propio de los nuevos bárbaros sino porque, en su propia dinámica totalitaria, el sistema de dominación y explotación vigente conlleva la domesticación, monadización y lobotomización de los seres a los que gobierna y representa (lo uno lleva a lo otro y viceversa).

Se ha dicho con acierto en la argumentación que en este naciente siglo XXI la única internacional realmente eficaz la configuran los mercados plenipotenciarios y el capitalismo financiero subyacente. Y eso es tanto así no por mérito propio de los nuevos bárbaros sino porque, en su propia dinámica totalitaria, el sistema de dominación y explotación vigente conlleva la domesticación, monadización y lobotomización de los seres a los que gobierna y representa (lo uno lleva a lo otro y viceversa).

De ahí que asistamos a una nueva etapa de la guerra del capital contra el trabajo en la que los atacantes actúan coordinados a nivel mundial y los agredidos se defienden atrabiliariamente en la trinchera de lo indispensable local. Con el grave añadido en contra de los atacados de que su propio Estado, a través de los representantes políticos, instituciones y mediáticos, constituye por derecho propio parte determinante de las fuerzas invasoras. Estamos ante una contienda civil en el marco de una batalla sistémica global.

Por eso la batalla de Grecia es una lucha que nos incumbe a todos. Más aún, si Grecia cae, o sea si el pueblo griego sucumbe en su heroica lucha contra la tiranía de Bruselas para imponer a los ciudadanos helenos un nuevo feudalismo plutocrático, se habrá roto la primera línea de resistencia a esa dominación de los mercados para hacer del dinero la medida de todas las cosas. Si Grecia cae, el modelo de neoesclavitud que suponen los ajustes económicos, los recortes sociales y las limitaciones de derechos, conquistados a lo largo de los últimos dos siglos, será el paradigma en toda Europa.

La disyuntiva entre huir del euro o aceptar la camisa de fuerza que el sistema exige no es meramente económica, por más que nos amenacen con todo los horrores del infierno si abandonamos la moneda comunitaria. En la situación actual, aquí y ahora, vistas la condiciones de auténtica capitulación que el gran capital financiero internacional pide para seguir en la eurozona, el drama de abandonar el euro podría representar un paliativo, siempre que fuera resultado de la cohesión social y buscando la profundización democrática en el marco de la Europa de los pueblos. Empieza a ser la propia condición humana lo que está en juego.

Salir del euro no es jauja. Es someterse a una dolorosa devaluación general de la riqueza. Todos rebajaremos nuestro valor de cambio frente al euro si regresamos a la moneda nacional. Pero todos, ricos y pobres, empresas y asalariados, la colectividad entera. Será una nivelación dura y costosa, pero también igualitaria y horizontal, que frente al exterior tendría el efecto de mejorar nuestras exportaciones al hacerlas más competitivas. Sin embargo, en las condiciones actuales, permanecer en el “pensamiento único del euro”, con las gabelas que ello implica, representa aceptar una devaluación elitista, arbitraria y deshumanizadora, el colapso de los más humildes. Esta especie de sostenella y no enmendalla supone entronizar un sistema de desigualdad por el que la exclusiva y selectiva devaluación de la fuerza de trabajo, la laminación de los derechos sociales y la privatización de los recursos públicos se utiliza a mayor gloria del capital y de la clase dominante. Es el suicidio de la sociedad entera para la prevalencia de una casta.

En todo caso, lo que ya resulta insoslayable es que el proyecto del euro que impulsa Bruselas no puede consistir en un formato de prosperidad que nos convierta en los más ricos del cementerio. Ni ética ni intelectualmente es aceptable hurtar el debate sobre la idoneidad de un sistema que exige una previa rendición social incondicional. Como demuestran los casos de la peleona Islandia y las experiencias de aquellos otros países que sin pertenecer a la eurozona forman parte de la Unión Europea, afortunadamente también hay vida más allá del euro.

La lucha contra la opresión de Bruselas en Grecia debe ser el punto de partida para el rearme democrático en el continente. Somos europeos pero sólo en la tarjeta de visita. En la realidad cotidiana cada uno en su país tira para un lado. De lo contrario tendríamos un sentimiento común de las cosas esenciales y no permitiríamos que nos avasallaran. Por ejemplo, no dejaríamos solos, como estamos haciendo, a los ciudadanos griegos ante la ofensiva de los mercados, insaciables en sus demandas de recortes, ajustes y paro. Aunque sea una exageración en sus términos, los griegos han sido abandonados por el resto de los europeos como en su día la Segunda República española lo fue por las cínicas democracias occidentales.

La contienda griega no debería dejar indiferente a nadie. Es un grave error que puede ser fatal en el futuro inmediato. Porque cuando ahoguen la resistencia de los helenos y eliminen a los últimos opositores sin que nadie salga en su ayuda, los mercados habrán recibido la señal inequívoca de que la misma medicina se puede aplicar en toda la Unión Europea, que sólo será ya un espacio de dominación y explotación a beneficio del mundo de los negocios, las multinacionales y el sistema financiero.

Si Grecia cae, antes o después nosotros caeremos también. La insolidaridad estará sembrada. Y entonces el parado verá disminuida aún más la prestación, la mujer será relegada de la vida activa, el joven tendrá que mendigar su futuro, el empleado llevará aún más papeletas para ir de patitas a la calle por cuatro chavos, el pensionista verá su pensión reducida al mínimo vital y todos los ciudadanos quedaremos al albur de la beneficencia del sistema y de la magnanimidad de los poderosos.

Si Grecia cae, todas las conquistas y derechos que nos legaron las generaciones que nos precedieron con sus luchas y sacrificios serán inmoladas para que el 1 por cien de la tribu dominante viva a costa del 99 por cien de la población.

Si Grecia cae…

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid