Pronunciar una conferencia sobre Howard Zinn es una experiencia agridulce para mí. Lamento que él no esté aquí para tomar parte y revigorizar a un movimiento que hubiera sido el sueño de su vida. En efecto, él puso buena parte de sus fundamentos.

Si los lazos y las asociaciones que se están estableciendo en estos notables acontecimientos pueden sostener en el largo y difícil período que les espera-la victoria nunca llega pronto-, las protestas de Occupy podrían representar un momento significativo en la historia norteamericana.

Nunca había visto nada como el movimiento Occupy, ni en tamaño ni en carácter. Occupy está tratando de crear comunidades cooperativas que bien podrían ser la base para las organizaciones permanentes que se necesitarán para superar las barreras por venir y la reacción en contra que ya se está produciendo. Que el movimiento Occupy no tenga precedentes es algo que parece apropiado, ya que ésta es una era sin precedentes, no sólo en estos momentos, sino desde los años setenta.

Nunca había visto nada como el movimiento Occupy, ni en tamaño ni en carácter. Occupy está tratando de crear comunidades cooperativas que bien podrían ser la base para las organizaciones permanentes que se necesitarán para superar las barreras por venir y la reacción en contra que ya se está produciendo. Que el movimiento Occupy no tenga precedentes es algo que parece apropiado, ya que ésta es una era sin precedentes, no sólo en estos momentos, sino desde los años setenta.

Los años setenta fueron decisivos para los EEUU. Desde que se creó el país, este ha tenido una sociedad en desarrollo, no siempre en el mejor sentido, pero con un avance general hacia la industrialización y la riqueza. Incluso en los períodos más sombríos, la expectativa era que el progreso debería continuar. Con mucho trabajo apenas tengo la edad necesaria para recordar la Gran Depresión. A mediados de los años treinta, aunque la situación objetiva era mucho más dura que hoy, el espíritu era bastante diferente. Se estaba organizando un movimiento obrero militante-con el Congreso de Organizaciones Industriales (CIO) y otros-y los trabajadores organizaban huelgas, a un paso de tomar las fábricas y manejar ellos mismos. Debido a las presiones populares, se aprobó la legislación del New Deal. La sensación que prevalecía era que saldríamos de estos tiempos difíciles.

Ahora hay una sensación de desesperanza y a veces de desesperación. Esto es una cosa bastante nueva en nuestra historia. En los años treinta, los trabajadores podían prever que los puestos de trabajo volverían.

Ahora, los trabajadores de manufactura, con un desempleo prácticamente al mismo nivel que durante la Gran Depresión, saben que, si persisten las políticas actuales, estos puestos de trabajo habrán desaparecido para siempre.

Este cambio en la perspectiva norteamericana ha evolucionado desde los años setenta. En un cambio de dirección, varios siglos de industrialización se convirtieron en desindustrialización. Claro, la manufactura siguió, pero en el extranjero, algo muy lucrativo para las empresas, pero nocivo para la fuerza de trabajo.

La economía se centró en las finanzas. Las instituciones financieras se expandieron enormemente. Se aceleró el círculo vicioso entre finanzas y política. La riqueza se concentraba cada vez más en el sector financiero. Los políticos, ante los altos costos de las campañas, se hundieron más profundamente en los bolsillos de quienes los apoyaban con dinero.

Y, a su vez, los políticos los favorecieron con políticas beneficiosas para Wall

Street: desregulación, cambios fiscales y relajamiento de las reglas de administración corporativa, lo que intensificó el círculo vicioso. El colapso era inevitable.

En 2008, el Gobierno salió una vez más al rescate de empresas de Wall Street que supuestamente eran demasiado grandes para quebrar, con dirigentes demasiado grandes para que fueran encarcelados. Ahora, por la décima parte del 1% de la población que más se benefició de todos estos años de codicia

y engaños, todo está muy bien. En 2005, Citigroup -que, por cierto, ha sido objeto en repetidas ocasiones de rescates por parte del Gobierno-, vio en el lujo una oportunidad de crecimiento. El banco distribuyó un folleto para inversores en el que los invitaba a poner su dinero en algo llamado el índice de la plutonomía, que identificaba las acciones de las compañías que atienden el mercado de lujo.

«El mundo está dividido en dos bloques: la plutonomía y el resto», resumió Citigroup. «EEUU, Gran Bretaña y Canadá son las plutonomías clave: las economías impulsadas por el lujo». En cuanto a los no ricos, a veces los llama «la periferia»: el proletariado que lleva una existencia precaria en la periferia de la sociedad. Esta periferia, se ha convertido en una proporción sustancial de la población de EEUU y otros países.

Así, tenemos la plutonomía y el precariado: el 1% y el 99%, como lo ve el movimiento Occupy. No son cifras literales, pero sí es la imagen exacta.

El cambio histórico en la confianza popular en el futuro es un reflejo de tendencias que podrían ser irreversibles. Las protestas de Occupy son la primera reacción popular importante que podría cambiar esta dinámica.

Me he ceñido a los asuntos internos. Pero hay dos peligrosos acontecimientos en la arena internacional que oscurecen todo lo demás.

Por primera vez en la historia, hay amenazas reales a la supervivencia de la especie humana. Desde 1945 hemos tenido armas nucleares y parece un milagro que hayamos sobrevivido. Pero las políticas del Gobierno de Barack Obama y sus aliados están fomentando la escalada.

La otra amenaza, claro, es la catástrofe ambiental. Por fin, prácticamente todos los países del mundo están tomando medidas para hacer algo. Pero EEUU está avanzando hacia atrás. Un sistema de propaganda, reconocido abiertamente por la comunidad empresarial, declara que el cambio climático es un engaño de los liberales. ¿Para que deberíamos prestar atención a estos científicos?

Si continúa esta intransigencia en el país más rico y poderoso del mundo, no podremos evitar la catástrofe. Hay que hacer algo, de una manera disciplinada y sostenida. Y pronto. No será fácil avanzar. Es inevitable que haya dificultades y fracasos. Pero a menos que el proceso que está pasando aquí y en otras partes del país y de todo el mundo siga creciendo y se convierta en una fuerza importante de la sociedad y la política, las posibilidades de un futuro decente serán escasas. No se pueden lanzar iniciativas significativas sin una base popular amplia y activa. Hay que salir por todo el país y hacerle entender a la gente de qué va el movimiento Occupy; qué puede hacer cada uno y qué consecuencias tendría no hacer nada.

Organizar una base así implica educación y activismo. Educar a la gente no significa decirle en qué creer: significa aprender de ella y con ella.

Karl Marx dijo: «La tarea no es sólo entender el mundo, sino transformarlo”.

Una variante que conviene tener en cuenta es que, si queremos cambiar el mundo, más nos vale entenderlo. Esto no quiere decir escuchar una charla o leer un libro, si bien esto a veces ayuda. Se aprende cuando se participar. Se aprende de los demás. Se aprende de la gente a la que se quiere organizar. Todos tenemos que adquirir conocimientos y experiencias para formular e implementar ideas.

El aspecto más digno de entusiasmo del movimiento Occupy es la construcción de vínculos que se está dando por todas partes. Si pueden mantenerse y expandirse, el movimiento Occupy podrá dedicarse a campañas destinadas a poner a la sociedad en una trayectoria más humana.

Noam Chomsky

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Este artículo está adaptado de una charla de Noam Chomsky en el campamento “Occupy Boston” como parte de una serie de conferencias en memoria de Howard Zinn (historiador, activista y autor de «La otra
historia de los Estados Unidos «). Publicado en Rojo y Negro 253 enero 2012
Publicado en Catalunya 134, Sección Dinamita de Cervell (Dinamita cerebral), página 25. Traducción del catalán de Nuria Colomina Monzó


Fuente: Noam Chomsky