Artículo de opinión de Ana Cuevas

Al final, el caso de la presunta violación de la joven malagueña se ha sobreseído de forma muy expeditiva para lo que acostumbra la Justicia. No entro a valorar la decisión puesto que carezco de todos los datos. Pero se me ocurre que el alcalde de Málaga se sentirá aliviado porque la Feria no se verá afectada por un asunto tan trivial, a su «sensible» entender. ¿Una violación? ¡Por favor, si las hay a miles!. Relativizar es fácil, sobre todo si eres tonto. Pero extrapolemos el razonamiento al ámbito político.

Al final, el caso de la presunta violación de la joven malagueña se ha sobreseído de forma muy expeditiva para lo que acostumbra la Justicia. No entro a valorar la decisión puesto que carezco de todos los datos. Pero se me ocurre que el alcalde de Málaga se sentirá aliviado porque la Feria no se verá afectada por un asunto tan trivial, a su «sensible» entender. ¿Una violación? ¡Por favor, si las hay a miles!. Relativizar es fácil, sobre todo si eres tonto. Pero extrapolemos el razonamiento al ámbito político. Siguiendo la misma linde podemos argumentar que no es importante que haya alcaldes analfabetos funcionales a los que extirparon la decencia a la par que las amígdalas. Los hay a patadas, es cierto. Pero, a Satán pongo por testigo, no es consuelo. En realidad es muy triste. Igual de triste que las recomendaciones que nos dan a las mujeres desde el Ministerio del Interior (ya retiradas por el alboroto que han provocado) para evitar las violaciones. Al parecer, estos útiles consejos ya circulaban por Ecuador allá por el 2007. Ha sido un corta y pega, oye. Que en asuntos baladís, no hay que perder mucho tiempo. El texto es pura prosa. Empieza diciendo: Si usted no quiere ser violada… Porque es evidente, al criterio del que ha escrito este best seller anti-violación, que existe una categoría de mujeres que sí queremos ser violadas. Mujeres que no nos mostramos sumisas a encerrarnos en casa detrás de unos gruesos visillos o a ponernos un burka para evitar provocar algún mal pensamiento. Pero la cosa se viene arriba cuando explican que la mejor forma de rechazar una agresión es portar un silbato o dar conversación al atacante. Y usted señor violador… ¿estudia o trabaja?, ¿cree que lloverá mañana?.- No parecen argumentos tan disuasorios como una patada en la ingle, que quieren que les diga. Chascarrillos aparte, lo que trasluce esta historia es el machismo imperante entre algunos cargos institucionales. Tratar un asunto como el de las violaciones con semejante frivolidad contribuye a la cosificación femenina y a la mal llamada violencia de género. Un feminicidio que se cobra víctimas casi cada día. Y que suele ser el desenlace fatal de una larga historia de vejaciones y maltratos. Es difícil ser mujer (y gozar de libertad e igualdad en esta Carpetovetonia nuestra) sin no morir de asco en el intento. Nos lo están poniendo muy difícil con tanto idiota retrógrado dirigiendo nuestras vidas. Y eso no es un dato relativo. La estulticia y el machismo son enemigos muy concretos. Y parece que aquí los hay a miles.

Ana Cuevas

 


Fuente: Ana Cuevas