Este mundo que nos ha tocado vivir es un lugar lacerante, cada día es más fácil el crimen y el olvido es una herramienta muy útil para los asesinos.

De nuevo, Palestina, aparece con sus muertos.

De nuevo se nos refresca la memoria, nos gotea la sangre que allá nunca deja de derramarse, como si los días de plomo y harapos fueran unos pocos.

Pero
son todos los días, y son todas las horas, y son todos los cuerpos
los que resisten las embestidas de una bestia divina.

Y
lloran los metales mientras caen y caen y caen sobre los ayes de un
pueblo que es cadalso.


Pero
son todos los días, y son todas las horas, y son todos los cuerpos
los que resisten las embestidas de una bestia divina.

Y
lloran los metales mientras caen y caen y caen sobre los ayes de un
pueblo que es cadalso.

Y
el odio, ronca voz de los miserables, enseña su negra dentadura al
escupir los cadáveres.

Y
la vida es un espejismo para aquellos que habitan bajo un cielo
preñado de barbarie.

El
mundo es un lugar donde matar palestinos es un oficio de prestigio y
donde la impunidad está garantizada por los siglos de los siglos.

Silvia
Delgado