Artículo de opinión de Rafael Cid

Podría haber sido como el campechano abogado que protagonizaba la serie de televisión Ironside allá por los pasados setenta, el sabueso y orondo Perry Mason. O como el científico Stephen Hawking, con su galáctica aureola sapiencial. Pero está resultando ser un émulo de Beria, curtido en las técnicas y chanchullos del “paso corto, vista larga y mala intención” que recomendara el Duque de Ahumada a la no siempre bien llamada Benemérita.

Podría haber sido como el campechano abogado que protagonizaba la serie de televisión Ironside allá por los pasados setenta, el sabueso y orondo Perry Mason. O como el científico Stephen Hawking, con su galáctica aureola sapiencial. Pero está resultando ser un émulo de Beria, curtido en las técnicas y chanchullos del “paso corto, vista larga y mala intención” que recomendara el Duque de Ahumada a la no siempre bien llamada Benemérita. Porque el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, en otra etapa en el disenso ideológico con Pablo Iglesias, parece haber asumido el papel de gran inquisidor del partido emergente. Y con ese cometido, y con la atención puesta en allanar a su jefe en maniobras venideras, ha empezado a planificar la purga de los principales referentes del ala crítica de la formación. Aunque canónicamente el “purgatorio” ya no existe.

Con disimulo pero sin que tiemble el pulso, como corresponde a políticos practicantes de la obediencia debida, Echenique y su cachirulo han puesto proa a los errejonistas díscolos, para que cunda el ejemplo. No sólo está en peligro la cabeza del portavoz en la Comunidad de Madrid, José Manuel López, por destacar en el grupo enfrentado a Espinar, el candidato del secretario general. También ha señalado el camino de salida al mismísimo Íñigo Errejón, portavoz  a su vez en el Congreso de los Diputados y hasta hace poco uno de los emblemas de la bicefalia asimétrica de Podemos.

Dos trofeos, que de ser cobrados por el sinuoso Echenique, dejarían expedito el camino para el triunfo urbi et orbi de Iglesias en su segunda coronación como máximo líder de la formación. En ese sentido va también la apuesta del tándem Iglesias-Echenique para que en Vistalegre II se voten al unísono programas y personas, recurriendo al formato plancha con que se constituyó Podemos. Es decir, el mismo procedimiento espurio utilizado para el referéndum de la Constitución en 1978 al incluir en un único paquete la aceptación de la norma suprema y la del jefe de Estado en la persona del Rey designado por Franco. Lógicamente al personal sobre sus verdaderas intenciones, el número tres de Podemos ha dejado caer que debería limitarse le poder de Iglesias.

Sofocado el frente errejonista, ya veremos si su capacidad de aguante va más allá del Manifiesto de los 300, la lucha por el poder dentro de Podemos se focalizaría entre pablistas y anticapitalistas, la corriente interna que sirvió de quinta columna al secretario general para inclinar a su favor las anteriores primarias. Lo que supone abrir otro escenario de conflicto, como ha puesto de manifiesto Teresa Rodríguez en Andalucía al negarse a ceder un puesto en la mesa del parlamento a Izquierda Unida tras el numerus clausus decretado por el Tribunal Constitucional. Con ese panorama, acosado por la derecha por errejonistas y por la izquierda por anticapitalistas, a Iglesias no le queda sino volver a sus orígenes. Buscar una alianza solvente con Alberto Garzón.

Hace tiempo que el coordinador federal de Izquierda Unida planteó la alternativa de pasar del actual Unidos Podemos como coalición electoral a una fase superior de entendimiento donde UP fuera el definitivo santo y seña de lo que hasta ahora representaba la marca Podemos. Se trata de una oferta a la desesperada por parte de Garzón, que busca embellecer lo que en realidad significaría una OPA de Podemos a IU. Una Izquierda Unida que, tras su matrimonio de conveniencia con el partido Podemos, ha dejado prácticamente de estar en el dial de la política referenciada. Eclipse visible en el hecho gráfico de que tanto Garzón como su coalición ya no cuenten en las encuestas y sondeos, precisamente el ámbito donde el dirigente de IU siempre superaba en la confianza de la gente a Pablo Iglesias. Por lo demás, será una rendición sin condiciones si, además, ello conlleva que Podemos asuma la deuda histórica de una Izquierda Unida al borde de la quiebra.

La clave del proceso en marcha está en saber qué rumbo adoptara Unidos Podemos cuando, consumada la purga y sofocada la crecida anticapitalista, tenga que hacer política institucional con la mochila ideológica aportada por IU. Podría caer en aquella maldición china que prescribía “ojalá se cumplan todos tus deseos”. Entonces habría sido como la aventura  equinoccial del Lope de Aguirre y sus abnegados marañones. Podemos se habría convertida en la nueva Izquierda Unida del siglo XXI y Pablo Iglesias en la reencarnación de su admirado Julio Anguita. Que es lo que ocurre cuando, iluminados por el fuego, uno confunde el resplandor del ocaso con las luces del alba.

(Anónimo florenciano. La política de la posverdad en que se haya metida Italia desde que el capo Berlusconi fuera aupado al poder por su hooligans, ha escrito un penúltimo capítulo con la dimisión diferida del apuesto cavaliere Matteo Renzi. Verbalizó su renuncia antes incluso de saberse el abrumador rechazo dado por los electores a su referéndum exprés, pero no lo formalizo hasta el miércoles, después de que el Senado aprobara “por la vía de urgencia” los Presupuestos del 2017. Era la condición –dicen los exégetas- impuesta por el presidente de la República, Sergio Matarella, para aceptar la salida del primer ministro. Matarella que debe su cargo al propio Renzi, y en comandita antes de decir definitivamente adiós han consensuado fletar otro gobierno técnico más, el cuarto de esta etapa, al margen del veredicto de las urnas. Y de nuevo con inestimable y pringosa ayuda del delincuente-jefe de Forza Italia. Lo llaman democracia…).

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid