Artículo de opinión de Rafael Cid

“Los alemanes, conducidos por nuestros pastores,

sólo acompañamos  a la libertad un día: el de su entierro”

(Marx)

“Los alemanes, conducidos por nuestros pastores,

sólo acompañamos  a la libertad un día: el de su entierro”

(Marx)

Si los políticos cambian pero sus políticas continúan impávidas, la gente se harta. Por eso cuando aparecen nuevos gestores públicos se introducen visualizaciones para generar confianza. No hay otra forma de llegar al poder y retenerlo. El problema comienza si se acusa un gap entre lo esperado y lo realizado durante demasiado tiempo. Entonces comienza la cuenta atrás. Tic-tac, tic-tac, tic-tac. A la sospecha se puede sumar el rechazo, y la frustración es mala consejera. Eso es lo que empieza a notarse en el pudridero nacional, como acaba de evidenciar el resultado bumerán de las elecciones al sur de Despeñaperros (andalanes v.s. cataluces).  Una inflación de decretos-ley, gestos, aspavientos, medias verdades y verbalizaciones que no llegan a la vuelta de la esquina. Aunque lo ocurrido en Andalucía no es extrapolable y pudiera facilitar un repunte por la sedicente izquierda cara a las generales y europeas. Eso sí, siempre, y solo en esa difícil hipótesis, de que imprimiera un decidido rearme en valores éticos y auténticamente democráticos, abandonando el cálculo cortoplacista de los “afines, primero” y la retórica efectista que impide que la realidad le estropee su bonita historia. Varios acontecimientos recientes engordan la nómica de esa decepción en cadena que ahora nos embarga.

Los ladrones somos gente honrada. Más de 42.000 millones de euros esfumados para rescatar al sistema financiero, que ya es exclusiva y monolíticamente privado. Y todos irresponsables. Es lo que han concluido la Comisión Investigación parlamentaria sobre la crisis-recesión. Reunión de pastores, oveja muerta. Los ajustes y los recortes perpetrados para sufragar el atraco llegaron y ahí siguen. Ni los banqueros que abrieron la temeraria tómbola de las hipotecas. Ni los representantes públicos (políticos, sindicalistas y empresarios) que coparon la dirección de las cajas de ahorro para instrumentalizarlas. Ni los capos del Banco de España (Miguel Ángel Fernández Ordoñez, ex secretario de Estado de Hacienda del PSOE y editorialista económico de PRISA) y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (Julio Segura, la persona que elaboró el programa económico del VIII Congreso del PCE) encargados de la supervisión del sector. Nadie tiene la culpa. El diario de sesiones dirá eso para la historia de la infamia. Si no hubiera sido por los tribunales europeos que tumbaron las clausulas suelo, los abusos contractuales y cercaron las preferentes, pensaríamos que todo fue un espejismo Pero es la ordalía que el capitalismo de amiguetes impuso a sus súbditos. Como testigo de cargo, nos queda el banquillo de las tarjetas black y de la salida a bolsa de Bankia, donde están muchos de los que son. El PP (Rato, presidente), IU (José Antonio Moral Santín, vicepresidente), el PSOE (Ramón Espinar, padre) la patronal (Díaz Ferrán), CCOO (Francisco Baquero) UGT (Rodolfo Benito); Casa del Rey (Rafael Spottorno) y hasta un total de 64 delincuentes de cuello blanco. Todo quisqui, el mundo parlamentario, el sindical, el partidista, el corporativo y el institucional,  Aunque según sus señorías el expolio se produjo por generación espontánea. Una chispa de nada incendió la pradera.

Del Aquarius ni las raspas. Pedro Sánchez aterrizó en Moncloa como el embajador de los apátridas. Cuando toda la Unión Europea (UE) miraba para otro lado, abrió nuestros puertos para el buque Aquarius y sus 630 inmigrantes. Un puntazo de solidaridad y un mensaje de que la moción de censura había valido la pena. Hasta que cesó la música. Asegurado el repunte en las encuestas y mecido en el necrófago  dolce far niente de la itinerante momia de Franco, pronto cambió el chip. Permanecieron donde ya estaban las concertinas, los CIEX, las devoluciones en caliente y el gobierno se entregó  a Mohamed VI para que Marruecos hiciera de carcelero de los migrantes devueltos a tanto la pieza, y, pelillos a la mar, se obligó en un primer momento a que el Nuestra Madre Loreto retornará con sus 11 náufragos a Libia. Ese Estado canalla abierto en canal con la “injerencia humanitaria” que dirigió desde el aire el ex JEMAD otanista Julio Rodríguez, hoy “antimilitarista y pacifista” y candidato de Podemos al ayuntamiento de Madrid. Con un agravante en el caso del pesquero  de Santa Pola respecto al buque fletado por la ONG. El “reservado el derecho de admisión” que esgrime ahora el gobierno seguramente hará que en lo sucesivo muchos patrones se lo piensen dos veces antes de cumplir con sus deber como trabajadores del mar. Mientras, en la cumbre del G-20 Sánchez sacaba pecho por haber colado una cita sobre la emigración en la declaración oficial.

Hasta luego Pablo. Precisamente esa descarada incoherencia es lo que está llevando al partido revelación en las europeas del 2014 a una espléndida irrelevancia. Tras aquel jubilosos “si se puede” de sus diputados celebrando el éxito de la moción de censura sanchista, su hoja de ruta es un tejer y destejer que cabrea al más pintado. Salvo aquel inicial decreto-ley para regenerar de parte RTVE, que sigue en barbecho, su trayectoria hasta el día de la fecha es  autorreferencial. La cruda realidad es que sus 71 diputados no son decisivos en el día a día. A la hora de la verdad valen casi lo mismo que los 5 del PNV. Salvo que Iglesias pusiera límites insalvables a su apoyo a Sánchez. No lo hará porque entonces sería el responsable de tumbar la opción de izquierda. El PSOE lo sabe y le mima como rehén. De ahí el cúmulo de desatinos que cosecha como consentidor. La pinza PSOE-PP se entiende a la hora de tumbar comisiones de investigaciones sobre el Rey Emérito, el caso del ex comisario Villarejo, la crisis económica, o reprobar en el Senado a Borrell por la astilla de Abengoa. Pero lejos de romper la baraja, acapara descalabros. Hemos visto a Unidos Podemos en la charca del reparto del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y cabe incluso que Iglesias, el Supremo Improvisador de ese Titánic, concurra a los fastos del 40º aniversario de la Constitución, con Juan Carlos en posición de que le rindan honores.  Mientras, a pie de calle y de universidad, se instalan urnas contra los Borbones. Porque si hoy todavía seguimos sintiéndonos súbditos es debido a que la sedicente izquierda ha renunciado al delenda est monarquía que nos legó una derecha republicana, liberal, laica e ilustrada. A la que el franquismo persiguió con saña y la transición traicionó. El compungimiento de Iglesias por el fallo andaluz, acusando a la derecha de ser la derecha por sus mensajes contra el procés durante la campaña electoral, es una teatralización más de un actor que acostumbra a perder los papeles. Olvida que el único político que en este tema ha competido con Rivera y Abascal en tiempo real ha sido su fichaje estrella en las pasadas europeas, Carlos Jiménez Villarejo, proclamando desde su autoridad como ex fiscal Anticorrupción que en Catalunya “hubo rebelión y violencia”.

Procés y protestas. Desde Madrid se han presentado las protestas sociales en Catalunya contra los recortes  como una ofensiva ciudadana contra el procés, la bestia negra de la Marca España. Está en el guion y para muchos también en la nómina. Aunque no duda cabe que  la movilización ciudadana iba dirigida contra el Govern. Faltaría más. Pero venderlo como una revuelta contra el derecho a decidir es un burdo intento de manipulación que nadie con dos dedos de frente compraría, al menos Ebro  arriba. Es más, ha sido precisamente la gimnasia practicada en esa legítima exigencia de autodeterminación lo que dado dimensión a esas protestas. Dos por el precio de uno. Estamos, por el contrario, ante la prueba fehaciente de que lo que llamamos procés implica una alianza de clases transformadora donde los sectores populares tienen bastante que decir ¿O es que la huelga general del 3-O en Catalunya no se produjo en plena agitación independista? Entonces se trató de minimizar el hecho diciendo que era “una huelga país” donde hasta los empresarios colaboraban sin contar que fue el sindicalismo de base quien paró la ciudad. Y ahora, los mismos que calificaban de actos vandálicos las manifestaciones del 25-M frente al Congreso de la Carrera de San Jenónimo, elogian a quienes con toda razón se enrocan a las puertas del Parlament. El procés, pienso yo, hoy más que ayer lleva en su seno el embrión de una sociedad civil en marcha. Revuelta política y descontento social interactúan dentro del procés. Representan un precipitado político y social que busca su decantación. Sobre todo después de los acontecimientos en Andalucía en clave de reconquista de la recentralización ultraespañolista, premiando la furia anti-autodeterminacionista de Ciudadanos y VOX.

Pasapalabra. Si convenimos que la crisis económica ha vapuleado a la clase media y creado un precariado de amplio espectro social, ninguno de los ejemplos arriba expuestos, ni juntos ni separados, explicaría totalmente porqué la gente apoya políticamente a la derecha y a la derecha extrema. El secreto, una vez más, está en la masa, y al sur de Despeñaperros).

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid