Artículo de opinión de Antonio Pérez Collado.

 

Evidentemente no era en Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en quienes Antonio Machado se inspiró para escribir aquello de “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…” tan repetido hasta nuestros días. Es más que probable que el origen estuviera en alguno de los muchos amores imposibles que en en todo tiempo y lugar se producen, desafiando las leyes de la lógica, la de la probabilidad y hasta la de la gravedad.

Evidentemente no era en Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en quienes Antonio Machado se inspiró para escribir aquello de “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…” tan repetido hasta nuestros días. Es más que probable que el origen estuviera en alguno de los muchos amores imposibles que en en todo tiempo y lugar se producen, desafiando las leyes de la lógica, la de la probabilidad y hasta la de la gravedad.

Pero a pesar de esa improbabilidad (más por desajustes cronológicos que por otra cosa) lo cierto es que la popular copla que años después cantara Emilio José viene como anillo al dedo (desafortunada comparación hablando de romances frustrados) para poder explicar en términos cotidianos la desazón en la que vivimos, casi tres meses ya, sin gobierno estable ni solución a la vista.

Es verdad que la gente se ha ido de vacaciones como si nada. Muy cierto también que ha empezado la Liga (no pondré el nombre del banco que la patrocina, pero todos sabemos que es la de fútbol) y que enseguida es la vuelta al cole (tampoco citaré a los grandes almacenes que hacen caja con ese anuncio). Sin embargo un verano como este no se le puede desear a ningún electorado. Disputarse un trozo de arena playera donde amontonar a la familia o hacer cola en el chiringuito para comprar algo fresco, no ha sido óbice para que sigamos por la radio o la tele del apartamento el culebrón de declaraciones de líderes, debates de sesudos tertulianos y encuestas de última hora respecto a esa tan ansiada como esquiva formación de un gobierno de progreso.

Aunque hay gente que no se preocupa por no contar con quien le gobierne como dios manda (que diría el locuaz anterior líder supremo) y tengamos el precedente de los más de18 meses que Bélgica (2010/2011) estuvo sin la pata ejecutiva del poder, lo cierto es que la situación española (ahora correspondería mejor la expresión“el Estado español”) es un tanto compleja y totalmente inaudita por estas tierras de bipartidismos y alternancias. Otros países no tiene tantos problemas a la hora de formar gobiernos con varios partidos o con unos entrando en el ejecutivo y los otros apoyando la investidura del más votado.

En España la cosa se complica mucho. Y se complica porque durante los años anteriores -a falta de propuestas políticas para que la sociedad avance en igualdad y justicia- todos los partido se han dedicado a ponerse a caer de un burro y a prometer que “con esos” no piensan juntarse para nada: los de derechas y los de izquierdas -ocultando lo mucho que comparten y las veces que han pactado – hacen como que no se pueden ver, los nacionalistas españoles y los nacionalistas mejor vistos también son incompatibles, por su amor a la Patria respectiva, claro. Además, si uno se atreviese a pactar con el enemigo, los de su misma cuerda lo pondrían a caldo en las redes (sociales) y en las ruedas (de prensa) para robarle el electorado.

Una de las pocas posibilidades que se vienen manejando, la de un gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos (y algún voto más: PNV, Compromís, etc.) es la que más sudor y tinta está haciendo correr. Esperemos que la sangre no se sume a estos líquidos. Todo porque la patronal, empresarial y bancaria, y la vieja guardia socialista no pueden ni ver a Pablo Iglesias, ni siquiera después de irse a vivir en una de sus zonas residenciales emblemáticas.

Pero es que el podemismo militante tampoco descansa en sus ataques -seguro que merecidos- a Pedro Sánchez y su consejo de ministros y ministras en funciones. Si el PSOE no piensa cumplir ninguna de las exigencias de Podemos en las cuestiones más sociales (vivienda, impuestos a las grandes fortunas, reformas laborales, ley mordaza, etc.) y la militancia morada lo sabe (o al menos lo intuye) seguir empeñándose en formar un gobierno -que en esas condiciones ya no sería de progreso- tampoco perece una estrategia muy progresista, valga la redundancia.

¿Qué podemos, con perdón, hacer? Desde luego poco por la vía parlamentaria. Nos queda esperar a que Pedro y Pablo acaben por encontrar remedio a sus males, o prepararnos para otra cita decisiva con las urnas, con su correspondiente e interminable campaña electoral.

Claro, que también podríamos seguir e intensificar el activismos social y sindical: la lucha por las pensiones, las huelgas para mejorar derechos y salarios, el movimiento contra los desahucios, las movilizaciones contra el cambio climático, la solidaridad con personas refugiadas y migrantes, bregar por el cierre de los CIE, defender los servicios públicos, exigir el apagón de las centrales nucleares, etc. Y para que nadie diga que así no se cambia el sistema, también se podrían apoyar proyectos alternativos de economía y sociedad. Los que ya están en marcha, como Fraguas y toda la REA (Red de Economía Alternativa) y los que irán surgiendo a medida que mucha gente luchadora y solidaria vea que el camino aparentemente más fácil se torna imposible.

Antonio Pérez Collado

 


Fuente: Antonio Pérez Collado