Artículo de opinión del compañero de CGT-PV publicado en el Llibret de la Falla Arrancapins.

Es mucho lo que ya se ha hecho para recuperar hitos importantes y personajes trascendentales en la larga lucha de las mujeres en defensa de sus derechos y de su libertad para desarrollar su propia vida en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, es todavía ingente la tarea que falta por realizar para lograr la plena igualdad y para que todos los episodios de la costosa trayectoria del feminismo combativo terminen siendo reconocidos como la importante aportación al progreso y la justicia de la humanidad que han supuesto.

Es mucho lo que ya se ha hecho para recuperar hitos importantes y personajes trascendentales en la larga lucha de las mujeres en defensa de sus derechos y de su libertad para desarrollar su propia vida en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, es todavía ingente la tarea que falta por realizar para lograr la plena igualdad y para que todos los episodios de la costosa trayectoria del feminismo combativo terminen siendo reconocidos como la importante aportación al progreso y la justicia de la humanidad que han supuesto.

Lentamente se va descubriendo la gran aportación de muchas mujeres en todos los campos de la ciencia, el arte, la literatura o el activismo sindical y político. La historia oficial de todas las ramas del saber y la investigación, a regañadientes, van acabando por reconocer que en muchos casos el resultado de brillantes trabajos desarrollados por mujeres fue adjudicado, o directamente robado, para lucimiento de colegas varones; en más de un caso con la complicidad del entorno familiar o académico.

Lamentablemente también en el espacio de los compromisos y la luchas sociales se ha producido ese olvido del gran papel jugado por las mujeres. No es solo que participaran menos por su dedicación plena a la maternidad y los cuidados; es que en esas organizaciones transformadoras y hasta revolucionarias los puestos de más rango y responsabilidad eran ocupados casi exclusivamente por hombres. Salvo dos mujeres, Dolores Ibárruri y Federica Montseny, las demás –y eran miles- apenas son recordadas (salvo por investigadores y activistas de izquierdas) en estos aciagos tiempos.

Justo es que aprovechemos la ocasión que nos brinda el tema de la Falla Arrancapins de 2019 para intentar recuperar esa importante participación de las mujeres en los cambios sociales y, fundamentalmente, de las compañeras libertarias. Y para empezar nada más lógico que hablar de la Federación de Mujeres Libres, la organización feminista dentro del anarcosindicalismo español que en poco más de dos años llegó a sumar más de 25.000 asociadas y que –triste y justo es decirlo- no contó con el apoyo de gran parte de la militancia de las organizaciones hermanas del movimiento libertario peninsular.

La educación y la capacitación profesional significaban premisas determinantes a la hora de conquistar los derechos de las obreras en el ámbito de una formación libertaria. Su objetivo era la emancipación de la mujer de la servidumbre, de la ignorancia y de la sumisión sexual. Importantísima para la difusión de sus postulados fue la revista “Mujeres Libres”, con unos contenidos y una presentación difíciles de superar; incluso en nuestros tiempos.

En cuanto a mujeres anarquistas que desarrollaron una gran labor en diferentes campos, vamos a citar solamente a unas cuantas que nacieron o trabajaron en estas tierras, resignados a dejarnos a la mayoría fuera de este limitado espacio (que no olvidadas) y sabedores de que otras muchas pelearon con el mismo tesón pero rara vez ocupaban cargos o daban conferencias.

Por empezar por una gran artista recordaremos en primer lugar a la fotógrafa Kati Horna, húngara y mexicana, que realizó un gran trabajo para plasmar con su cámara la revolución que se estaba dando en nuestro país, especialmente las escenas de la vida cotidiana y la presencia de las mujeres en aquel momento histórico. Alguno de sus reportajes la trajo a València. Sin embargo, fueron artistas varones como Agustí Centelles y Robert Capa los que cosecharon un mayor prestigio en todo el mundo.

Otra mujer apenas recordada es María Pérez, La Jabalina. Y ello a pesar de que con apenas 19 años se incorporó a la Columna de Hierro como enfermera, resultando herida en Teruel. Después trabajo en los Altos Hornos de Sagunt, siendo acusada sin ninguna prueba, rapada y condenada a muerte; fue, como miles de personas más, fusilada en Paterna. Para mayor tormento le arrebataron al hijo que acababa de alumbrar.

Libertad Ródenas, valenciana de Chera, ingresó con cinco años en una escuela laica, pero pudo asistir por poco tiempo. Muy joven aún empezó a frecuentar reuniones políticas y adquirió una gran capacidad oratoria. Posteriormente se marcha a Barcelona, donde pronuncia multitud de conferencias y constituye nuevos sindicatos de la CNT. Participó como miliciana en la Columna Durruti y se ocupó de la evacuación de niños de Aragón a Barcelona. Su activismo la llevo a ser detenida y encarcelada en varias ocasiones, aunque al final de la guerra logró exiliarse a México.

En 1919 nace en Cullera la militante anarcosindicalista Amelia Jover Velasco. Muy joven entró en contacto con los grupos libertarios e inició la lectura de propaganda anarquista, al tiempo que comenzó a trabajar en varios oficiosos: mecanógrafa, cocinera, etc. También publico numerosos artículos en revistas de Mujeres Libres y Juventudes Libertarias. Ayudó a muchos presos sociales y fue ella misma detenida más de una vez e internada en un campo de refugiados a su llegada al país vecino. Aunque tuvo que exiliarse en Túnez y Francia, nunca dejó de ayudar a quien necesitara de ella y colaboró hasta el final de sus días con el anarcosindicalismo.

Lucía Sánchez Saornil no sólo merece un hueco en la historia por su papal de fundadora de Mujeres Libres, junto a Amparo Poch Gascó y Mercedes Comaposada, sino por su valía como poeta y escritora. Lucía fue una de las voces más reconocidas del movimiento artístico llamado ultraísmo, además de ser una clara activista por los derechos plenos de la mujer. Sin embargo, y pese a su actividad literaria, nunca alcanzó la fama de los poetas oficiales de la intelectualidad republicana: Rafael Alberti, Miguel Hernández y Federico García Lorca. Aunque había nacido en Madrid, los últimos años de su vida los pasó en la capital del Turia y sus restos descansan en una modesta tumba del Cementerio General de València desde el año 1970.

Parecerá una cansina reiteración, pero la sociedad debe una reparación por el silencio y el olvido a que se ha sometido a cientos de generaciones de mujeres que nos han cuidado, que han trabajado en la casa y fuera, que han guardado saberes, semillas y remedios, etc. Y a pesar de sus capacidades siempre han sido apartadas de las aulas y las bibliotecas en beneficio de sus hermanos varones. Para la mujer solían reservarse las tareas del hogar, las del campo, las de los cuidados y, cuando su aportación era necesaria, los puestos menos cualificados de fábricas y oficinas.

Antonio Pérez Collado

 


Fuente: Antonio Pérez Collado